El viejo samurai (Leyenda Japonesa)
Enviado por escorpionis • 15 de Octubre de 2014 • Informe • 347 Palabras (2 Páginas) • 219 Visitas
A un prestamista dos personas le debían dinero, uno 50 denarios y el otro 500, ninguno de ellos le podía pagar, entonces el prestamista les perdonó la deuda a los dos, a cual le amará mas??
Por mucho que uno se preocupe, acaso le añade una hora mas a su vida??
EL VIEJO SAMURAI (Leyenda Japonesa)
Por Cassio Coatl.
En el antiguo Japón feudal, un viejo Samurai, ya retirado que se dedicaba a enseñar el arte de la meditación a sus jóvenes alumnos.
A pesar de su avanzada edad, corría la leyenda que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.
Cierto día apareció por allí un guerrero con fama de ser el mejor en su género. Era conocido por su total falta de escrúpulos y por ser un especialista en la técnica de la provocación. Este guerrero esperaba que su adversario hiciera el primer movimiento y después con una inteligencia privilegiada para captar los errores del contrario atacaba con una velocidad fulminante. Nunca había perdido un combate.
Sabiendo de la fama del viejo samurai, estaba allí para derrotarlo y así aumentar su fama de invencible. El viejo aceptó el reto y se vieron en la plaza pública con todos los alumnos y gentes del lugar.
El joven empezó a insultar al viejo maestro. Le escupió, tiró piedras en su dirección, le ofendió con todo tipo de desprecios a él, sus familiares y antepasados (recuerden que para los japoneses sus ancestros son muy importantes). Durante varias horas hizo todo para provocarlo, pero el viejo maestro permaneció impasible.
Al final de la tarde, exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró. Los discípulos corrieron hacia su maestro y le preguntaron cómo había soportado tanta indignidad de manera cobarde sin sacar su espada, asumiendo el riesgo de ser vencido.
-Si alguien te hace un regalo y tú no lo aceptas, ¿a quién pertenece ese regalo? -preguntó el samurai. -A quién intentó entregarlo -respondió un discípulo. -Pues lo mismo vale para la rabia, la ira, los insultos y la envidia -dijo el maestro-, cuando no son aceptados continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.
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