Exposición pública y pornografía de venganza
Enviado por Elías Alejandro Fernández • 10 de Abril de 2020 • Ensayo • 9.990 Palabras (40 Páginas) • 125 Visitas
Exposición pública y porno de venganza: la fallida y destructiva domesticación de la libertad
Internet está repleta de fotografías y videos que recopilan material íntimo, en la mayoría de los casos protagonizado por mujeres, que no han dado su consentimiento para que dichas imágenes sean compartidas en lo que es una tecnología que alcanza cada rincón del planeta. Muchos de estos casos, según definen los títulos y la descripción de las publicaciones, pertenecen (o dicen pertenecer) a ex parejas.
Lo que buscaremos responder en este trabajo es el motivo que lleva a este accionar. ¿Se trata de una venganza? En todo caso, ¿por qué se elige este método? ¿Por qué en una sociedad en la que sufrir una infidelidad es tan vergonzoso, es tan popular un método de venganza que hace pública la situación injuriosa ya sea en videos o fotografías íntimas puestas en sitios web, cadenas de redes sociales o aplicaciones de mensajería instantánea?
Una pregunta que peque de falsa inocencia podría ser: ¿Por qué personas, en su mayoría varones que se han sentido engañados, humillados o abandonados deciden compartir la corporalidad de su ex pareja sexual en una situación que expone ante otras personas un elemento que, a priori, infieren como una propiedad perdida? ¿Qué tipo de narrativa y de personajes son los que construye ese video? ¿Qué personaje se nos aparece desde la pantalla, y cómo se nos muestra, presenta o denuncia esa persona que actúa en una situación erótica, un acto tan natural como aparentemente aceptado en sociedad?
Debemos también preguntarnos por qué es que la condena que deriva de la exposición del material íntimo recae sobre la mujer, en especial si parece estar disfrutando del acto sexual, como si fueran castigadas y denigradas públicamente al mismo tiempo que se cuida la imagen del varón, que rara vez aparece en cámara ni es cuestionado su accionar como victimario que publica o filtra las imágenes. ¿Por qué sus emociones heridas (o al menos esta es la excusa) justifican al sentido común su accionar?
Y otra pregunta extensiva, no menos importante y cuya resolución estimamos que va a llevarnos mucho más cerca de una respuesta a las anteriores, es la que atañe a todo tipo de filtración de material íntimo no consensuado. ¿Por qué se filtran imágenes de famosas? ¿Por qué se provoca un escarnio generalizado al hacerlo? ¿Por qué este acto de exposición íntima es suficiente para destruir la reputación de una persona? Desde la perspectiva a utilizar en este trabajo, analizaremos también los actos de filtraciones ocasionales o masivas de imágenes íntimas de famosas como el “Fappening”, o las páginas de montaje digital, donde se ubica en situaciones eróticas, en general humillantes, a mujeres reconocidas por su trayectoria artística, mediática o política.
Para responder a esto, podemos pensar en cuál es la narrativa que encarna ese video o imagen no por su sola existencia y circulación, sino con todos los elementos de soporte digital y metadatos que están presentes en las webs y las redes, los comentarios que reciben y la forma en que se comparten.
Pero ¿ocurre la pornovenganza solo en el plano de una relación personal? Empecemos por describir al sujeto que suele ser el victimario de este acto: La masculinidad. No el varón, sino una de las formas definidas a través de las cuales se inserta en la vida cultural. El psicólogo social Robert W. Connel, entiende al género como una forma de ordenamiento de la práctica social que constantemente se refiere a los cuerpos y a lo que los cuerpos hacen, pero que no es una práctica social reducida al cuerpo. La masculinidad está basada en acciones. Se trata de una subjetivación que se da a través de actitudes que impactan en el entorno. En su trabajo La organización social de la masculinidad, el autor utiliza un modelo provisorio para la estructura de género con tres dimensiones, que diferencian relaciones de poder, producción y catexis (vínculos emocionales). Es por eso que durante este trabajo nos vamos a referir al sujeto del conflicto primordialmente como “la masculinidad”, y no como “varones”.
Si bien, según la teoría de Foucault, el poder subjetiva al individuo a partir de un proceso que lo categoriza y ata a su propia identidad imponiéndole una ley de verdad sobre sí mismo que está obligado a reconocer y que los demás también deben reconocer en él, vamos a destacar en este análisis el carácter hegemónico del sujeto masculino. La pornovenganza es rara vez una acción aplicada o difundida por mujeres, por lo que, cruzando estas dos variables, podemos concebir al acto de la pornovenganza como una herramienta inscripta en una técnica de poder.
Según este mismo autor, desde el siglo XVIII el cuerpo de la mujer fue histerizado en un proceso por el cual el sexo fue definido como “lo que es común al hombre y a la mujer, pero que pertenece por excelencia al hombre y falta por tanto en la mujer, al mismo tiempo que constituye por sí solo el cuerpo femenino, orientándolo por entero a las funciones de reproducción y perturbándole sin cesas en virtud de los efectos de esas mismas funciones”. Esto ocurre en un momento en el que se inscribe a los cuerpos en un dispositivo de la sexualidad en el que las conductas procreadoras son socializadas para constituir una tecnología del sexo en la que lo jurídico y lo económico permee los cuerpos. “La familia, como arca de la alianza, se constituyó en germen de los infortunios del sexo: la mujer nerviosa, la esposa frígida, la madre indiferente o asaltada por obsesiones criminales, el marido impotente, sádico, perverso, la hija histérica o neurasténica, el niño precoz y agotado, el joven homosexual”.
¿Cuál sería entonces el dispositivo que hace que el varón, en un acto de constitución de masculinidad, atente contra sí mismo y contra terceros? Desde hace tiempo existe un conjunto de imperativos que opera sobre los cuerpos y las voluntades humanas. El proceso a partir del que en el siglo XVIII aparece una tecnología del sexo implica también la necesidad de proveerse de una sexualidad, de un cuerpo específico, de un cuerpo “de clase”, dotado de salud, higiene, descendencia y raza. El cuerpo es autosexualizado. Y podemos decir, además, que esto es apuntalado por los discursos y significaciones que recorren la cultura en la que nos situamos, conformando no solo el prisma con el que vemos la realidad, sino las bases de lo que conforma nuestra identidad y lugar en el mundo.
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