Familia vs escuela

¿Familia vs. Escuela?

Greta Verstraete y Delia Benegas señalan algunas razones por las cuales las relaciones entre familia y escuela parecen ser cada día más conflictivas. Sin dejar de reconocer el contexto de fragmentación social que dificulta la posibilidad de confiar en el otro, focalizan el problema desde los aportes de las ciencias de la educación y la psicología  de las instituciones. Este abordaje permite delinear algunas pistas para entender la naturaleza del conflicto y poder intervenir sobre él.

¿Quién tiene la razón?

La escuela es una institución de confluencias: en el mismo espacio se mueven los docentes con sus aspiraciones, expectativas y deseos, de la misma manera lo hacen los directivos, los padres y los alumnos. Y todos desean, al mismo tiempo, satisfacer esos deseos y aspiraciones.

Padres y maestros creen que tienen la formación necesaria y el derecho de exclusividad sobre la educación de los niños y adolescentes. Y en medio de este campo minado los chicos son algo más que simples testigos de la disputa.

Características de la familia y la escuela

La familia se caracteriza como grupo primario. Estos grupos suelen ser pequeños y en ellos predominan los lazos afectivos. Una particularidad de la familia es que los miembros más jóvenes aprenden a  resolver sus problemas a partir de mecanismos de identificación con los mayores.

La escuela conforma el grupo secundario. Éstos, funcionan alrededor de una tarea. En el caso de la institución escolar, la tarea es la de enseñar aquellos saberes que la sociedad considera relevantes. En las escuelas se da lo que se llama “socialización secundaria” donde los mecanismos identificatorios dejan mayor espacio a otras formas de transmitir cultura.

Dadas estas diferencias básicas entre ambas instituciones, el tipo de vínculo que se establece en una y otra es diferente.

Si bien, lo que caracteriza a los grupos secundarios, es que se organizan alrededor de una tarea, esto no significa que el afecto no entre en la escuela, pero ocupa un lugar diferente. El problema aparece cuando las funciones de la escuela y la familia aparecen desdibujadas.

La voz de los docentes

Los docentes sienten la obligación de responder, de poner el cuerpo. Por un lado, sienten la responsabilidad por sus alumnos, pero aparecen necesidades personales que también entran en juego y tensión con la actividad laboral. Muchos docentes están excedidos en sus funciones ya que se perciben como padres y/o psicopedagogos, psicólogos.

La mirada de los padres

Se presenta el ejemplo de Carlitos, un niño al que le va muy bien en matemática y muy mal en ortografía. Luego de sacar una mala nota en un dictado su madre decide ir a quejarse con la docente porque no puede aceptar que por un dictado le bajen el promedio.

La mamá interpreta como una cuestión personal un problema que es de estricta resolución técnico-didáctica, y ataca a la docente en su ámbito profesional.

Está bien y es deseable que la madre acompañe el proceso de aprendizaje de su hijo pero no puede pretender dirigirlo, ni menos corregirlo. Aquí se confunde el grupo primario con el secundario. Cuando esto sucede, ambas instituciones pierden sus objetivos específicos y, por lo tanto, la función escolar se verá totalmente afectada.

El alumno

Para que un niño pueda desarrollarse sanamente es imprescindible que pueda desarrollar su autoestima. Básicamente, este sentimiento íntimo los niños lo desarrollan en el ámbito familiar cuando este cumple con los requisitos de los grupos primarios: otorgar afecto y seguridad a los niños.

Siguiendo con el ejemplo de Carlitos podemos ver que todo está confundido: se entiende como personal un aspecto que es de incumbencia pedagógica. La madre, sin querer atenta contra el autoestima del niño, el cual solo se siente querido cuando lleva notas brillantes y, a su vez, el niño se encuentra ante el problema de “serle fiel” a su madre o a la docente.

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