Globalización: Una oportunidad para ser más solidarios

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2º ENSAYO

RAMO PERSPECTIVA ÉTICA DE LA COMUNICACIÓN SOCIAL

Título:

“Globalización: Una oportunidad para ser más solidarios”

Nombre:         Elizabeth Villanueva G.

Fecha:         Sábado, 18 de junio 2011

Profesor:         Fernando Gutierrez A.

Globalización: Una oportunidad para ser más solidario

E

stamos en una época que proporciona todas las herramientas para estar más conectados, todo para saber del otro, todo para facilitar vías de apoyo, todo para juntarnos y crear nuevas iniciativas, todo para fortalecernos como comunidad, todo para ser más amigos, para reencontrarnos, para ayudarnos… en fin todo para convertirnos en seres humanos cada vez más unidos y comunicados.

Por alguna razón, da la impresión que lo anterior no ha ocurrido y que contradictoriamente, estamos en presencia de personas cada vez más independientes, sumidas en sus propios intereses y provistas de desconfianza y poco compromiso con su entorno. ¿Por qué esta sensación?

Actualmente la globalización, se ha caracterizado por convivir con una actitud o valor social que va en aumento; el individualismo. En las sociedades individualistas las personas eligen los valores culturales libremente. Los individuos se consideran a sí mismos unidades independientes de los grupos a los que pertenecen para adoptar decisiones y encontrar soluciones a los aspectos que les afectan. La identidad de las personas no depende del grupo. Los estereotipos son múltiples y los medios de comunicación también, por tanto, hay mucho más para elegir y decidir plantarse de una determinada manera, en un escenario que además, es cada vez más tolerante a la diversidad.

En general, podemos darnos cuenta que lo que lidera realmente esta actual era, es la figura de una sociedad de la información, que nos invita a compartir unidades de conocimientos y validar un modelo informativo que se sustenta en el manejo de la tecnología. Sin duda, estamos más informados, pero lo triste es que estamos menos comunicados. La compresión de los mensajes es más compleja, las configuraciones de los diálogos son más simbólicas, los intereses son más focalizados y la palabra sólo empieza a ser valorada en función de un intercambio de intereses que no siempre, se establece en un escenario de cooperación.

En esta compleja escena de redes, acercamiento de fronteras, multiculturalidad, intercomunicación, unidad social, entre otros conceptos que son resultados de la globalización, uno se pregunta ¿Qué realce toma la solidaridad en este contexto?

Pienso que en una sociedad global entendida como ámbito de más oportunidades y alternativas, todos tienen algo que aportar y ofrecer. La conciencia social entendida como “la capacidad de determinados individuos, grupos u organizaciones sociales de percibir aquellas realidades circundantes que requieren atención, de reflexionar sobre ellas y en algunos casos, de actuar para la transformación  de las mismas” (Gutierrez, Cecilia-2003), resulta ser una protagonista imperiosa para este nuevo orden mundial.

La idea de conciencia social está hoy altamente extendida por el importante aumento de grupos poblacionales en inferioridad de condiciones (inferioridad que se representa a nivel económico, ideológico, étnico y sexual) y por la necesidad cada vez más acuciante de actuar de modo positivo en la modificación de esas realidades sociales alternativas a la de uno mismo.

La reflexión constante se centra en que… ¡si hoy contamos con un escenario más favorable para ayudarnos y reconocernos como entes sociales con mayores posibilidades de influir en la realidad del otro! ¿Qué es lo que detiene esta misión? Opciones y Justificaciones cotidianas más comunes para esta resistencia; muchas: “Cada vez tenemos menos tiempo”, “estamos llenos de responsabilidades”, “no estamos tan resueltos como para resolver los problemas de otros”, “no sirvo para eso”, “no se puede confiar en nadie”, “la gente más necesitada se aprovecha de las circunstancias”, “no me gusta estar metida en situaciones polémicas”, “no me gusta meterme en la vida de las personas”, “ya no hay conciencia social”, “ya no hay valores solidarios” “las organizaciones se lucran con la pobreza” “las empresas no ayudan sino hay una rentabilidad detrás” “si ayudo puedo salir perjudicada” “si me meto puedo perder amigos”, etc, etc, etc…

En general, las miradas son cada vez más negativas y menos esperanzadoras, situación que además, en la era de la información, es altamente reforzada por los medios de comunicación de masa que nos hacen sentir más vulnerables y menos dispuesto a preocuparnos de otra realidad que no sea la nuestra.

Pese a todo, yo tengo la convicción que la fuerza de la acción solidaria está en el proceso de formación y crecimiento de los seres humanos. Las nuevas generaciones tienen más recursos que nosotros para desarrollar una conciencia social y hacerla acción. La familia y la educación, siguen siendo, más que nunca, fundamentales en este proceso.

En un contexto más positivo el sociólogo Alfredo Rodríguez señala “Es posible que en un mundo globalizado lo que está por venir no sea sólo la sociedad del conocimiento, sino y sobre todo, una sociedad solidaria; una sociedad conformada por admitir serenamente las alternativas y por ofertar oportunidades”.

Hoy somos más parecidos en forma, pero más distintos en valores e ideales. Nos cuesta mucho más ponernos de acuerdo y los criterios para afrontar realidades son muy dispersos.

El filósofo Francisco Altarejos nos dice que “En la medida en que la organización es capaz de acoger al ser humano a partir de los distintos tipos. Y esa capacidad, a su vez, se manifiesta en el lenguaje comunicativo de modo que cada persona, en su individualidad, se enriquecerá con la individualidad de los otros. En otras palabras, la globalización apunta al carácter no excluyente de las diversas realidades”.

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