Jalar parejo

Jalar parejo.

Por: Francisco Cardoza Velasco.

De un tiempo para acá, cada nuevo proceso electoral me deja una extraña sensación de ya-había-visto-toda-esta-mierda, como un deja vu que me lleva irremediablemente a la muy lamentable certeza de que nada bueno nos espera.

En esta ocasión, como en varias que la han precedido, la “actividad político-electoral”, por llamarle de una manera decente, empezó en el mismo momento en el que los funcionarios electos por la “voluntad-soberana-del-pueblo” tomaron posesión de sus respectivos cargos. Haga de cuenta de que en el H (¿?). Congreso del Estado tomaron posesión precandidatos a alguna alcaldía, en vez de diputados. Figúrese usted…, aunque en realidad como usted y yo sabemos es matemáticamente imposible que todos los diputados terminen de alcaldes, pues ahí andan ya varios lurios que medio se andan animando a pedir licencia o a renunciar a jugosas quincenas para ver si quedan en el “cuadro de honor” de la “escuela timbiriche”.

Y los escucha uno en el radio, los ve uno en la TV o los lee uno en los diarios asegurar con vehemencia que ellos (…todos, al mismo tiempo…) son algo así como…, no sé…, el líder absoluto e indiscutible de todas las masas y depositario del encargo divino de ser el próximo alcalde (o regidor, o diputado, habrá incluso algunos que ya estén pensando en la gubernatura o…, por que no?... hasta en la presidencia de la república) que a veces casi me convencen. Pero nuevamente las matemáticas (las muy méndigas…) me apartan violentamente de esa simplicidad tan categórica: “Es imposible que todos tengan a toda la gente…”

Entonces, sustraído ya de ese útero tan placentero, recuerdo que la taaaaan mentada democracia me exige analizar cada una de las propuestas para darme una idea propia de quien podría ser el candidato mas adecuado. Pero, a caray…, aquí es donde las cosas empiezan a “no-cuadrar” y las matemáticas dejan de ser útiles, me sumerjo en un océano de subjetividades, medias verdades, mitotes y cosas aún peores, sin que pueda encontrar por ningún lado algo semejante a un proyecto con pies y cabeza. Nada, ni-maiz-palomas, nanai, cero-por-chapucero, otra-vez-la-misma-chingadera. Por alguna extraña razón a muchos de estos autoproclamados “sine qua non del glorioso porvenir que gavillas de facinerosos perversos (de las cuales, aquí entre nos, ellos mismos han formado parte) nos han robado” nadie les ha comentado que la ciudadanía hace mucho tiempo dejamos de chuparnos el dedo; que, si bien respetamos la excepcional opinión que tienen de si mismos, necesitamos otro tipo de referencias mas objetivas; que no nos pueden “vender” un candidato, mucho menos un gobernante o un legislador, de la misma manera como nos venden un shampoo, o una gaseosa, o una toalla sanitaria.

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