LOS MEDIA Y LA MODERNIDAD
Enviado por Caro Gonzalez • 8 de Marzo de 2021 • Monografía • 3.912 Palabras (16 Páginas) • 114 Visitas
John B. Thompson
Los media y la modernidad
El Texto analiza la naturaleza del yo, la experiencia y la vida cotidiana en un mundo mediático. El punto de partida es la perspectiva que considera que con el desarrollo de las sociedades modernas, el proceso de formación del yo se convierte en más reflexivo e indefinido, ya que los individuos recurren cada vez mas a sus propios recursos para construir una identidad coherente con ellos mimos. Al mismo tiempo, el proceso de formación del yo se nutre progresivamente de materiales simbólicos mediáticos, expandiendo la conexión entre la formación del yo y los lugares compartidos. Los individuos, cada vez tienen mayor acceso a “conocimiento no local” (lo que surge de la comunicación mediática).
El desarrollo de los media no solo enriquece y transforma el proceso de formación del yo; también da lugar a un nuevo tipo de intimidad que se diferencia de la “interacción cara a cara”. En esos contextos de interacción, sus relaciones íntimas con otros conllevan una circulación de acciones y expresiones en dos direcciones, de ganancias y pérdidas, de derechos y obligaciones.
Entonces, con el desarrollo de las formas mediáticas de comunicación, surgen nuevos tipos de intimidad. En el caso de la “interacción mediática”, los individuos pueden establecer formas de intimidad de carácter reciproco pero que carecen de algunas características típicamente asociadas al hecho de compartir espacio común. (Ejemplo: conversación por teléfono, intercambio de cartas).
Por el otro lado, la “casi interacción mediática”, los individuos crean y establecen formas de intimidad fundamentalmente no reciprocas. (Por ejemplo, relación entre fan y estrella). Esta relación se encuentra libre de las obligaciones de reciprocidad características de la “interacción cara a cara”; aunque puede llegar a constituirse como forma de dependencia.
Las sociedades modernas implican un alto grado de segregación institucional y experiencial: determinados fenómenos sociales (enfermedad, locura, muerte) se separan de los contextos de la vida cotidiana y se manejan a través de instituciones especializadas y profesionales. Y a la par de esta segregación o “cosificación” de la experiencia, se ha producido un desarrollo paralelo: el desarrollo de los media ha aumentado la capacidad de la gente para experimentar, a través de la “casi -interacción mediática”, fenómenos que probablemente no tendrían lugar ahí donde viven. (El hecho de presenciar distintos tipos de sufrimiento a través de la televisión). La cosificación de la experiencia en coordenadas espacio-tiempo de nuestra vida cotidiana corre paralela a la proliferación de la experiencia mediática.
Los individuos se enfrentan al influjo de la experiencia mediática, en sus vidas cotidiana, de manera selectiva, centrándose en aquellos aspectos que tienen un interés particular para ellos e ignorando o filtrando el resto.
Sin embargo, los sujetos también se esfuerzan en dar sentido a fenómenos que desafían una comprensión fácil; justamente en la actualidad, las personas se enfrentan a un problema de desubicación simbólica: en un mundo en que la capacidad de experimentar ha quedado desvinculada de la actividad del encuentro.
El yo como proyecto simbólico
La tradición estructuralista considera al yo como un producto o constructo de los sistemas simbólicos que le preceden: ya que buscaban especificar la manera en que los individuos se convierten en sujetos pensantes y actuantes de acuerdo con las posibilidades que les han sido dadas con anterioridad. Y es el sistema dominante quien definirá qué movimientos pueden o no pueden realizar los individuos.
Por el otro lado, para la tradición hermenéutica, el yo es visto no tanto como producto sino como un proyecto simbólico que el individuo construye a partir de materiales simbólicos que encuentra disponibles, materiales con los que el individuo teje una explicación coherente de quién es él o ella, una narrativa de la propia identidad. Se trata de una narrativa que para la mayoría de las personas cambiará a lo largo del tiempo en la medida en que utilicen nuevos materiales simbólicos, o tengan nuevas experiencia, y así gradualmente redefinan su identidad.
Enfatizar el carácter activo y creativo del yo no es sugerir que el yo no pueda ser condicionado socialmente. Al contrario, los materiales simbólicos que formas los elementos de la identidad que construimos, se distribuyen de manera desigual. Cursos simbólicos no están a disposición de cada uno de la misma manera, y el acceso a ellos requiere habilidades que algunos poseen y otros no. Además, las maneras en las que los individuos utilizan los recursos simbólicos para construir el sentido de su yo dependerán, en cierta medida, de las condiciones materiales de sus vidas.
Antes del desarrollo de los media, los materiales simbólicos empleados por la mayoría de los individuos para los propósitos de la formación del yo se adquieran en contextos de “interacción cara a cara”; su conocimiento era “conocimiento local”. Con el tiempo, el proceso de formación del yo pasa a depender cada vez mas del acceso a formas mediáticas de comunicación, tanto impresas como, posteriormente, electrónicas. El conocimiento local es completado, y progresivamente desplazado, por nuevas formas de conocimiento no local que se encuentran fijas en un estrato material, reproducido técnicamente y transmitido a través de los media. La experiencia es progresivamente separada de las relaciones de poder establecidas a través de la “interacción cara a cara”, en la medida en que los individuos son capaces de acceder a nuevas formas de conocimiento que han dejado de ser transmitidos cara a cara. El umbral de horizontes de los individuos se amplía, y son configurados cada vez más por extensas redes de comunicación mediática. Los media se convierten, en “mobilidad multiplicadora” (YA SE QUE MOVILIDAD VA CON V CORTA, PERO EN EL TEXTO APARECE CON B. NO SE PORQUE SERA. PD: NO SOY BURRA), una forma delegada de viajar que permite a los individuos distanciarse de los lugares en los que viven habitualmente.
Se enriquece esta organización en el sentido de que, en la medida en que los individuos acceden a formas mediáticas de comunicación, son capaces de extraer cada vez mayor número de recursos simbólicos para los propósitos de construcción del yo. De manera progresiva, el yo se organiza como proyecto reflexivo a través del que los individuos incorporan material mediático (entre otros) dentro de una narrativa biográfica coherente y en continua revisión.
Con esto también, los individuos se encuentran continuamente ante nuevas posibilidades, nuevos horizontes y puntos de referencia. La organización reflexiva del yo deviene más importante como característica de la vida social, ya que la imponente expansión de los materiales simbólicos mediáticos ha abierto nuevas posibilidades al proceso de formación del yo y ubicado nuevas demandas de una manera y una escala sin precedentes.
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