La Educacion Con Respecto A La Crisis
Enviado por jaime3659 • 20 de Febrero de 2013 • 2.259 Palabras (10 Páginas) • 374 Visitas
La educación ante la crisis actual de los valores
Blanca Inés Prada
Los educadores debemos ser conscientes de que la modernidad y la posmodernidad han puesto en crisis todas las certezas y por consiguiente las concepciones éticas con fundamentos sobrenaturales, y los valores como algo fijo y eterno. El “ser” del hombre se concibe hoy como un permanente “hacerse”, o como dice el existencialismo “la esencia del hombre es su existencia”, es decir, que la esencia no nos es dada de antemano y para siempre, sino que somos nosotros mismos quienes, a través del diario quehacer, vamos poco a poco construyendo nuestra esencia, nuestra humanidad. Enfoque valiosísimo que ayuda a tomar más en serio, y con mayor preocupación la educación, y en particular la educación ética. “Frente a los numerosos desafíos del porvenir, la educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de paz, libertad y justicia social”(1).
Por otra parte, en el desarrollo del pensamiento, y mejor aún, dentro del lenguaje filosófico, el uso generalizado del concepto de valor es reciente. Comenzó a darse a partir de Nietzsche y de la fenomenología, de la cual nace precisamente “La Teoría de los valores” de Scheler y Hartmann(2). Los griegos, por ejemplo, no hablaban de valores, no porque fueran ajenos al mundo del valor, sino porque ellos pensaban concretamente en “bien”, “justicia”, “verdad”, etc. fundidos y entrelazados unos con otros, y además estrechamente vinculados y fundidos a la noción esencial de “virtud” o “areté”. Por lo tanto ni los griegos, ni la tradición metafísica que arrancó de ellos, pensaron los valores como cualidades separadas o separables, sino como cualidades inherentes a las cosas mismas, fueran estas humanas o no humanas, de tal manera que lo que para nosotros hoy podrían ser valores, en muchos sentidos ellos los identificaban con el “ser” mismo.
Con la crisis moderna y posmoderna de la metafísica, entra naturalmente en crisis la noción de “ser en sí “ o “por sí”, como también la idea de que los valores se asimilan al ser, cuestionando, naturalmente, la objetividad, la universalidad y la eternidad de los valores. Ahora el centro de actividad en todos los órdenes se pone en el hombre mismo, y no fuera de él, relativizándose así el horizonte ontológico del ser. O como bien dijera Martín Beber, “finalmente todo lo que se halla frente a nosotros, todo lo que se dirige a nosotros y toma posesión de nosotros, toda participación de la existencia, todo se disuelve en una flotante subjetividad”(3). Pero todo no es malo en esta crisis. No hay duda que el fundir y confundir “ser” y “valor” tenía el serio problema de absolutizar los valores, de tomarlos como verdades inamovibles, además llevaba al antropologismo y axiologismo del ser, cualificando las realidades de “buenas” o “malas”, cualificación que empañaba la visión objetiva de lo humano, o terminaba absolutizando el valor religioso o teológico, como sucedió en la cultura de la Edad Media.
La modernidad defenderá la autonomía de todas las esferas del valor. Verdad-error; belleza-fealdad; bien-mal. Hoy por ejemplo, se defiende, entre otras cosas, la autonomía del arte, el cual no es ni bueno ni malo, sino simplemente “bello” o “feo” (“arte” o “no arte”), puesto que las categorías estéticas van mucho más allá de los conceptos de “belleza” o fealdad”.
El debate apunta a mostrar la relatividad de los valores, relatividad que ya empezó a ser planteada por Montaigne en sus Ensayos cuando dice: “¿Qué clase de valor es este que con sólo cruzar las aguas de un río se convierte en su contrario?”(4) Son sin duda incontables los ejemplos que podemos argüir para mostrar la pluralidad, relatividad, y temporalidad de los valores humanos. Pero esta indudable relatividad del valor nos ha llevado a los más extraños y peligrosos relativismos y psicologismos, pero dio también pie a un nuevo desarrollo de la Filosofía, enfocada hacia una nueva búsqueda de fundamentos para la ontología y los valores, naciendo así una nueva teoría de los valores(5), con la aceptación de que el valor no es, sino que se hace, lo cual tiene importantes consecuencias en la educación. A través de ella estamos ayudando a los futuros ciudadanos a construirse unos valores que serán el horizonte de su ser y su quehacer futuro. Surge aquí una pregunta inquietante: ¿Qué valores hemos ayudado a construir y con qué valores estamos despidiendo de los establecimientos educativos a los futuros ciudadanos de la patria, y del mundo, para que logren escapar, con sólidos principios éticos, de “las mil ofertas”, y “las diez mil trampas del capitalismo”, donde lo que importa es tener éxito y dinero rápido y fácil?
No debemos tampoco olvidar los educadores, que al perderse el horizonte de la metafísica tradicional, la Etica moderna se construye sobre sí misma, sobre los poderes de una razón autónoma, capaz de asegurar el reino de los nuevos valores de la modernidad, nacidos del pensamiento de los ilustrados, quienes confiados y optimista soñaron con el poder de la razón para liberar al hombre y hacerlo dueño y señor de su propio destino. Gracias a la razón, pensaban los ilustrados, el hombre no sólo conquistará la autonomía, sino también la civilidad que le permita hacerse responsable de la vida pública; elaborar leyes legítimas, es decir, con participación de todos; crear instituciones justas, es decir atentas al principio de imparcialidad sin hacer acepción de persona, y religiones tolerantes, capaces de descubrir aquellos valores en los cuales todos coinciden, y de respetar aquellos en los cuales discrepan, sin hacer delación de ellos(6). Pero este maravilloso proyecto no ha logrado todavía dar sus frutos, y el hombre de la modernidad sigue todavía en un “siglo de sombras”. Esta “razón iluminada”, pero incapaz de liberar al hombre, ha sido también puesta en crisis por los embates de la postmodernidad(7), obligándonos a realizar grandes esfuerzos para renovar, validar y aplicar el concepto de racionalidad.
El nihilismo que nace de todas estas crisis vuelve a poner sobre el tapete el papel preponderante que juega hoy una educación nueva, renovada, creativa, valiente, que sea capaz de mostrar a nuestras juventudes que el nihilismo es también inadmisible, por la dosis de estatismo, esterilidad y dogmatismo que conlleva. Mostrándoles también aquellos elementos estables dentro de la diversidad y el cambio. Mostrándoles que no todo es posible, y que muchos criterios de valor han seguido siendo válidos a través del tiempo y del espacio, superando las vicisitudes históricas y sociales; en fin, nos ha llevado a comprender que hasta la duda tiene sus límites(8).
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