La Huelga De La Carne 1905
Enviado por 600rk • 12 de Noviembre de 2013 • 3.205 Palabras (13 Páginas) • 679 Visitas
Extracto de la nota publicada en El Mercurio, Santiago, el 23 de octubre de 1905. En ésta se informa de los disturbios en los que culminó una manifestación de protesta popular en la capital en contra del alza del precio de la carne. Los inci¬dentes, duramente reprimidos, causaron honda impresión en la ciudad, dada la envergadura de los desórdenes y la situación de ingobernabilidad que se sintió por varios días.
Los gravísimos sucesos de ayer
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EN EL MEETING
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POR LA ABOLICION DEL IMPUESTO AL GANADO
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UN GRUPO DE DESCAMISADOS
ENTREGADO AL PILLAJE
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La policía los reprime enérgicamente
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UN MUERTO y un CENTENAR de HERIDOS
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148 INDIVIDUOS PRESOS
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DETALLES COMPLETOS
Alrededor de un hermoso movimiento de opinión, organizado en condiciones de irreprochable cultura por los gremios obreros de Santiago, se han desarrolla¬do ayer en esta cuidad desórdenes vergonzosos que aparecen revestidos de todos los caracteres de un salvaje atentado a la vida y propiedad del vecindario.
Como es del dominio público, las numerosas asociaciones formadas por elemento trabajador de nuestro pueblo, venían iniciando desde tiempo atrás una gran manifestación encaminada a obtener la derogación de la ley de 1897, que grava la internación de ganado argentino. Delegados de todas ellas habían constituido un comité central presidido por el presidente de la Sociedad Gre¬mio de Abasto, con ramificaciones en la mayor parte de las ciudades de la Repú¬blica.
La considerable carestía de la carne movió a este comité en los últimos días a activar sus trabajos: se nombraron delegaciones comunales de propagan¬da, se repartieron proclamas invitando al pueblo a acudir en masa al meeting que se preparaba, y se señaló para celebrarlo el día de ayer domingo, a las 2 de la tarde, designándose como punto de reunión la Alameda de las Delicias, en el espacio comprendido entre los monumentos de O'Higgins y de San Martín.
Días antes habían corrido ciertos rumores de que se producirían desór¬denes y hasta habían llegado desde los barrios bajos al centro de la ciudad, ciertos vientecillos de tempestad. Se decía "sotto voce" que se preparaba un saqueo, aprovechando la circunstancia de que la ciudad no tenía más vigilancia que la fuerza de policía, pues 1ª de línea se encontraba en las grandes manio¬bras militares.
La opinión rechazaba estos que parecían absurdos rumores, y la policía participó también de la misma incredulidad, sin descuidar por eso cierta vigilancia especial. La Prefectura había informado sus medidas para poder reconcentrar, en caso necesario, hasta 1,000 hombres en un momento dado.
Ayer, a la hora señalada para el meeting, se reunieron en la Alameda todas las sociedades obreras de Santiago, llevando sus estandartes e insignias. Acudieron también las asociaciones análogas establecidas en las comunas rura¬les y pueblos circunvecinos, y además una enorme multitud de gente de todas las clases y condiciones. Puede calcularse entre 25,000 y 30,000 el total de per¬sonas congregadas allí al momento de ponerse en marcha la columna de mani¬festantes.
El comité directivo había acordado expresamente que no hubiera discur¬sos, pero improvisados oradores populares quebrantaron la consigna, reunien¬do a su alrededor sendos auditorios.
Poco después de las 2 el comité, seguido de interminable fila de manifes¬tantes, se dirigió al Palacio de La Moneda, por la calle de Morandé, y luego que se supo que S.E. el Presidente de la República no estaba allí sino en su domicilio particular, continuó el desfile hacía la morada de este magistrado (Huérfanos esquina de Amunátegui), en medio del mayor orden y compostura.
El comité se hizo anunciar y solicitó audiencia del Excmo. señor Ríesco, quien lo recibió en el acto introduciéndolo a su escritorio del primer piso. S.E. estaba acompañado del señor Ministro de Relaciones Exteriores, don Federico Puga Borne, y del señor prefecto de policía, don Joaquín Pinto Concha.
El comité puso en manos de S.E., la siguiente presentación:
A S.E., el Presidente de la República.
Excmo. Señor. El que haya una disposición en nuestra carta fundamental que acuerde el derecho de petición a los ciudadanos, demuestra el espíritu pre¬visor que guiaba a los que elaboraron la ley a la cual está vinculada la grandeza de la patria.
En el transcurso de los años podía presentarse algún malestar en el pue¬blo, cuya intensidad no fuera debidamente conocida por el Supremo Gobierno, de aquí nacía la necesidad de que el pueblo la pusiera respetuosamente en co¬nocimiento de sus gobernantes para que dictasen las medidas necesarias para evitarlo.
Hoy día se presenta a la consideración de V.E. la resolución de un proble¬ma de cuya solución favorable depende la virilidad y la grandeza de la nación.
En 1897, impelidos por nuestro patriotismo y henchidos nuestros cora¬zones de entusiasmo aplaudíamos que se dictara una ley de protección para asegurar el desarrollo de la ganadería nacional.
Esta ley satisfacía las justas aspiraciones de todos, porque en día no leja¬no nos bastaríamos a nosotros mismos y tendríamos la carne nacional a un pre¬cio equitativo.
Cegados por nuestros anhelos patrióticos ni soñábamos las tristes y crueles decepciones que nos deparaba el porvenir.
Desde que se puso en vigencia la ley se pudo observar que el precio de la carne ascendía progresivamente, se ha aguardado con ansiedad que la ganadería nacional manifieste su existencia, no decimos haciendo bajar el precio sino deteniéndolo siquiera; pero no hemos podido ver ni la una ni la otra cosa.
En ocho años de vigencia de la ley que grava la internación de ganado, ha quedado demostrado, con hechos tan reales como el alza progresiva de la carne hasta llegar al precio exorbitante de hoy, que a su amparo no se ha desarrollado la ganadería nacional, como se esperaba, y que el consumo nacional ha sido para ella un peso tan enorme que la ha extenuado y la ha reducido a su más simple expresión, produciéndose una situación aflictiva para la mayoría del país.
(…)
A nombre del obrero nacional y del pueblo en general, solicitamos respe¬tuosamente
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