La Necesidad del Arte: Políticas Culturales para Recuperar lo Público y lo Común
Enviado por Anton Joss C. Hzl • 6 de Septiembre de 2022 • Resumen • 1.048 Palabras (5 Páginas) • 137 Visitas
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL ALTIPLANO[pic 1][pic 2]
Facultad de Ciencia Sociales
Escuela Profesional “SOCIOLOGÍA”
PRESENTADO POR: Quispe Huaylla, José Armando. SEM: V. CÓDIGO: 170924. CURSO: Análisis Sociológico Urbano. N°. DE TRABAJO: 11
La Necesidad del Arte: Políticas Culturales para Recuperar lo Público y lo Común1
La necesidad del arte parte de tres principios: Primero, el capital es hoy el marco totalizante de nuestra experiencia histórica, el capitalismo lo ha tomado todo y gobierna todas las formaciones alternativas y los estratos no económicos de la vida social. Segundo, existe tendencia al debilitamiento de la vida pública, ya que la desigualdad, la discriminación y la violencia son problemáticas muy graves que actúan en paralelo a la carencia de verdaderas políticas culturales capaces de contribuir a reinventar los vínculos humanos y los espacios que habitamos. Tercero, la vida social sigue en disputa y es urgente continuar apostando por la construcción de un nuevo sentido común y de una sociedad diferente, el cambio político también debe librarse en los intentos por transformar la cultura existente y la inercia cotidiana.
Desde la perspectiva del arte y lo simbólico, hacer política implica construir y proponer formas que alteren la percepción de lo existente, que muestren posibilidades desconocidas y contribuyan a crear nuevas identidades y nuevos modos de relación entre las personas. La tradición democrática concibe la ciudadanía como un actuar que es parte de un nosotros, conforme a cierta concepción de interés general. Las políticas culturales son decisivas para intervenir en este contexto y cambiar la sociedad, estas pueden apropiarse para ser replicadas creativamente en otros contextos, ya que son intervenciones en el espacio público a fin de repensar las condiciones en las que habitamos el mundo. La participación ciudadana urge y es necesaria, resulta indispensable definir bien el campo de acción en el que hay que actuar.
La participación social debe operar sobre aquellas prácticas que impiden la construcción de una sociedad justa y democrática. La finalidad de una lucha hegemónica debe ser desarticular las prácticas sedimentadas de una formación existente y establecer los puntos clave de una nueva formación social hegemónica. Hoy el capitalismo somete a la imaginación hasta ya no haber noción de pasado y el futuro es puro narcisismo individualista. Por eso, se debe cuestionar los sentidos comunes existentes e intentar modificar ciertos patrones de la propia escena artística, ya que hoy el arte es un agente de transformación social. Contra toda la tradición moderna que reprimió y censuró los componentes pedagógicos que siempre caracterizaron las prácticas del arte, estas iniciativas artísticas construyen nuevos lenguajes simbólicos que muestran, con coraje, las fallas del orden social y señala caminos alternativos.
El objetivo no solamente consiste en crear nuevos símbolos y contenidos, sino en escarbar el espacio existente para hacer emerger uno nuevo. Lo que se busca es crear nuevos espacios para hacer visible aquello que el consenso dominante tiende a ocultar. Este tipo de problemáticas salta hoy a la esfera pública de nuestros países sin que los sucesivos gobiernos reaccionen con verdadera contundencia. El derecho al espacio o a la ciudad no es otro que el derecho a un uso, a una apropiación y disfrute de ella más allá del mercado y las lógicas del valor de cambio. La opción por hacer más visibles los problemas sociales trae consigo un potencial liberador. Más allá de enriquecer el archivo cultural de luchas ciudadanas, todas las intervenciones dan posibilidad a dejar de ser lo que somos, el acto mismo de simbolizar los antagonismos sociales contribuye a encaminar una acción política diferente y a sembrar un nuevo pensamiento crítico. Es claro que cambiar una cultura no es fácil, por eso mismo, se sostiene que las prácticas simbólicas deben cumplir una función decisiva, ya que son las encargadas de proveer nuevos lenguajes que cuestionen la inercia de la realidad y piensen si el mundo realmente debe ser como es. El arte, en efecto, es un tipo de discurso que produce una suspensión de lo asentado y que permite abrir la realidad hacia lo posible e inexplorado. De hecho, frente a una sociedad tan cínica como la actual, el arte, como lugar de creación de símbolos para que las sociedades reflexionen sobre sí mismas, es un discurso de disenso que intenta volver extraña la realidad para intentar conocerla mejor. A partir de allí, hay que afirmar que el capitalismo no es solo un sistema económico, sino también un modo de vida que es preciso seguir cuestionando y combatiendo. A través de un sofisticado conjunto de dispositivos, el capitalismo continúa produciendo ciudadanos que viven una sumisión disfrazada de libertad. Hoy tenemos el cuerpo más dócil y cobarde que jamás se haya dado en la historia de la humanidad. Los gestos cotidianos, la salud, el tiempo libre, las ocupaciones, la alimentación y los deseos son dirigidos y controlados por los dispositivos hasta en sus más mínimos detalles. Si hoy el mundo de las mercancías se ha apoderado completamente del espacio urbano, resulta claro que la participación social busca construir otras esferas públicas y recuperar las posibilidades que se tiene todavía. En resumen, es importante que las políticas culturales trabajen con la el modo de entender el arte y con la política simultáneamente. Las políticas culturales no deben ser entendidas como una herramienta para producir simples espectáculos ni mucho menos como una simple gestión únicamente destinada para ganar dinero o administrar lo que ya existe. Su verdadero objetivo es neutralizar las distintas formas de poder para contribuir a la producción de una sociedad nueva. La utopía es un objetivo ético para la vida humana, y esta no debe referirse a lo ficticio o a lo imposible, sino al develamiento de las posibilidades latentes, o todavía no realizadas, que existen en la realidad. El arte y las políticas culturales sirven para comprometer nuestra relación con la realidad y para activar, no una contemplación pasiva frente a ella, sino un firme llamamiento a la acción. A través de sus prácticas y símbolos, la participación emerge en las calles como lugares estratégicos para intentar cambiar nuestra visión de la realidad, para buscar una mejor calidad de vida colectiva.
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