La Soledad
Enviado por deeivixito • 7 de Diciembre de 2014 • 419 Palabras (2 Páginas) • 153 Visitas
Hace unas horas participé de un conversatorio sobre narrativa peruana contemporánea en la universidad Federico Villarreal.
Llegué a buena hora, con veinte minutos de antelación y aproveché en leer un libro sobre cine de Javier Marías, Donde todo ha sucedido, que vengo avanzando a buen ritmo, de la que pienso hacer una lectura lenta. En mucho tiempo que no me gustaba tanto un libro sobre cine, pero desde el punto de vista de un escritor, es decir, desde la verdad emocional, que como tal no tiene que ser banal, como piensa más de un críptico perdido que habla pensando en cómo sonar más interesante.
La charla comenzó cerca de las cinco y treinta. El editor Armando Alzamora demoraba en llegar y me adelanté en brindar algunas opiniones sobre lo que es la narrativa peruana contemporánea. Digamos que hablé de lo que ha sido desde 1980 hasta nuestros días, de los libros que me gustaron más, de cómo algunos autores terminaron perdiéndose en una realidad distinta de la que prometían.
Fue una hora y media muy provechosa. Armando y yo dijimos cosas muy picantes, que espero no genere el resentimiento de los autores aludidos, porque no tendrían por qué resentirse, no hablo de ellos, solo de sus libros, ejerciendo en buena onda mi ajuste de cuentas de lector.
Lo siento, me cuesta ser parte de la farsa en que se ha convertido la narrativa peruana hoy en día. Es cierto, este ha sido un buen año, pero tampoco es para canonizarlo en el imaginario, mucho menos para enmarcarlo en nuestra memoria egocéntrica. Lo que sí espero es que este buen año pueda extender su aliento en el próximo, recién entonces podríamos hablar de un buen momento.
No hay que huevearse con los chispazos.
Terminada la reunión, regresé a Selecta. Caminé despacio, viendo los rostros de las personas, rostros que exhibían una luminosa sudoración, a lo mejor por la expectativa y la preocupación que anuncian las fiestas de fin de año. Me detuve un momento hasta acabar mi cigarro, el primero luego de cuatro horas.
Una vez en Selecta, hice lo que tenía que hacer: desaparecí las seis cajas de libros que quedaban de la Ricardo Palma.
Cuando se suponía que debía irme, me quedé un rato más, escuchando a los T Rex y leyendo, en realidad, releyendo pasajes de El mago de Viena de Pitol. Qué bien me hace leer los ensayos de Pitol un viernes en la noche, un viernes que por momentos se hizo interminable y sumamente cansador.
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