La protección vegetal
aidalysEnsayo4 de Octubre de 2014
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La protección vegetal tiene como fin la limitación de las pérdidas de rendimiento de la producción de plantas útiles durante el período de crecimiento y después del mismo (protección de productos almacenados), aplicándose también como medida de cuarentena. Sirve predominantemente para garantizar los rendimientos, y en cooperación con otras medidas de cultivo, también para incrementarlos.
Se dispone de toda una serie de medidas individuales, en parte divergentes en lo que atañe a sus efectos ecológicos, económicos y socioeconómicos, para mantener los agentes dañinos (enfermedades, plagas, malezas) por debajo del umbral económico de daños. A fin de reducir la probabilidad de los daños se toman las siguientes medidas preventivas, que en parte pertenecen también al sector de la producción vegetal (véase el capítulo de Producción vegetal), lo que al mismo tiempo pone de manifiesto la íntima relación existente entre ambos sectores:
Configuración del lugar (setos, franjas marginales, etc.)
Elección de lugares y variedades
Siembra, plantación
Semillas y plantas sanas
Rotación, cultivo mixto
Tratamiento del suelo, mejoramiento
Fertilización
Cuidados culturales
Actividades de cosecha
Almacenamiento
Estas medidas se ven asistidas por los siguientes métodos directos de protección vegetal:
Físicos
Químicos
Biotécnicos
Biológicos
Integrados
Los métodos físicos destruyen directamente los agentes dañinos, están dirigidos a frenar su desarrollo, o bien impiden su difusión en el espacio. Pueden clasificarse en medidas mecánicas y térmicas. Las primeras incluyen el tratamiento del suelo contra malezas, plagas (escarda, eliminación de partes enfermas de las plantas y de huéspedes intermedios), el anegamiento de los campos contra agentes habitantes del suelo (p. ej. contra fusarium oxysporum, causante de la enfermedad de Panamá del plátano), aplicación de fajas de cola contra insectos dañinos incapaces de volar y otras medidas destinadas a mantener alejadas o a capturar las plagas, como pueden ser cercos, zanjas (para el control de la langosta), trampas y la recogida de parásitos. En el caso de los métodos térmicos se aprovecha la sensibilidad de los agentes dañinos contra las altas o las bajas temperaturas. Entre estos métodos cuentan el tratamiento con agua caliente de semillas y plantones (p. ej. para control de virus y bacterias que atacan a los esquejes de la caña de azúcar), la solarización (la cobertura del terreno con lámina de plástico produce efectos fitosanitarios a través del efecto invernadero originado por los rayos solares; esto se aplica p. ej. para combatir plantas de semillas parásitas, plagas del suelo, etc.), el flameado para el control de malezas, la quema de residuos vegetales. Las temperaturas bajas frenan la difusión de determinadas plagas de almacén.
Los métodos erradicadores, protectores y curativos se aplican en la protección vegetal química a fin de destruir los agentes dañinos o de mantenerlos alejados de las plantas, a fin de proteger éstas contra el ataque y la penetración de tales agentes o para curar plantas o las partes de plantas enfermas o atacadas por las plagas. Los límites entre estos métodos clasificados según sus efectos son flexibles, y muchos plaguicidas no pueden asignarse a una sola forma de actuación. Frente a las plagas, los productos fitosanitarios tienen generalmente un efecto letal por actuación sobre procesos metabólicos importantes o por destrucción de las vías de estímulo. A través de la selección de la materia activa, de la formulación, de la técnica y del momento de la aplicación se consigue una selectividad en diversos grados.
Los métodos biotécnicos y biológicos de protección vegetal han adquirido cada vez más importancia, también por la actualmente más realista apreciación de los riesgos y los límites de las medidas químicas. Los primeros aprovechan reacciones naturales de los organismos dañinos (casi exclusivamente de los móviles) a estímulos físicos y químicos para modificar su comportamiento en el sentido de la protección vegetal (p. ej. trampas de luz y color, sustancias químicas atrayentes y repelentes, feromonas, hormonas, reguladores del crecimiento). En un primer plano se sitúan básicamente aquellas medidas cuyo objetivo no es la muerte inmediata del organismo dañino, sino el control de la población con fines de pronóstico, defensa y disuasión. En combinación con medidas químicas pueden matarse también tales organismos.
La protección vegetal biológica abarca el uso de organismos y de sus prestaciones con fines de protección y de fomento de la resistencia de las plantas frente a factores limitadores bióticos (plagas) y abióticos. Para el control de plagas y enfermedades, esto tiene lugar a través de medidas directas de conservación y fomento, uso masivo artificial y nueva integración de organismos útiles en hábitats en los que anteriormente no estaban presentes. Hasta ahora, el control biológico de las malezas se desarrolla predominantemente a través del nuevo asentamiento de organismos útiles.
Entre las medidas biológicas cuenta además la inducción de resistencia a enfermedades, que en el caso de las plantas puede producirse, por ejemplo, infectándolas con agentes patógenos de virulencia reducida.
Existen estrechas interrelaciones entre la protección vegetal biológica y la integrada en el sentido de que en ambos métodos se da una gran importancia a la regulación por factores limitadores bióticos. Condición para el funcionamiento de estos métodos es además una renuncia prácticamente total al uso de plaguicidas preventivos y de amplio espectro. Las posibilidades de aplicación de los métodos biológicos están limitadas en las biocenosis agrarias de uso intensivo y pobres en especies, mientras que tienen una mayor relevancia en las formas extensivas de explotación y en cenosis ricas en especies. Los límites están fijados ante todo por la eficiencia de los organismos útiles y por su dependencia de las condiciones ambientales.
La protección vegetal integrada es un concepto en el que se aplican todos los métodos ecológica y económicamente razonables con la mejor coordinación posible para mantener las plagas por debajo del umbral económico de los daños, poniéndose en un primer plano el uso de factores limitadores naturales. El objetivo fundamental es la mayor protección posible del sistema natural, lo que debe alcanzarse reduciendo las aplicaciones de productos fitosanitarios químicos, integrando al mismo tiempo diversos instrumentos propios de las restantes medidas. Aquí son particularmente íntimas las relaciones con la producción vegetal. La reducción del uso de plaguicidas al nivel absolutamente imprescindible debe alcanzarse por renuncia a pulverizaciones rutinarias o según calendario, por adaptación de la dosificación de plaguicidas a las condiciones reales, por renuncia a productos persistentes y de amplio espectro (perjudiciales para los organismos útiles) y por elección del momento de la aplicación, teniendo en cuenta la protección de los organismos útiles.
En general, los métodos integrados de protección vegetal dan mejores resultados en los cultivos permanentes, por sus biocenosis más estables, sobre las que debe influirse en forma persistente, que en el caso de los cultivos de corta duración, donde las comunidades biológicas están sometidas forzosamente a un cambio continuo. Los límites y los riesgos de estos métodos se ponen claramente de manifiesto en caso de ser practicados por personal sin la debida formación. Por regla general se plantean grandes exigencias en cuanto a conocimientos sobre las relaciones biológicas, ecológicas y económicas.
Impacto ambiental y medidas de protección
Protección vegetal general
Impacto ambiental
Las repercusiones de la protección vegetal sobre el medio ambiente resultan de los efectos de las sustancias y/o energéticos sobre organismos y de su influencia sobre el suelo, el agua y el aire. La nocividad de una medida de protección vegetal depende, especialmente bajo el aspecto de su persistencia, de su variada forma de influir sobre el complejo de interrelaciones del ecosistema. Impactos ambientales negativos son probables cuando la aplicación de la protección vegetal no tiene en cuenta suficientemente los aspectos ecológicos. Aplicaciones exclusivas de una misma materia activa provocan la formación de resistencias en las plagas. Métodos de control no específicos reducen ciertamente la difusión de la plaga, pero también afectan inintencionadamente a un gran número de organismos útiles. Con esto van en detrimento de la variedad de especies y de los mecanismos biológicos de regulación, por lo que existe el riesgo de una proliferación más rápida de las plagas, lo que a su vez exigirá una mayor protección vegetal. Además son de esperar repercusiones sobre la abiosis (p. ej. erosión del suelo por las labores auxiliares de la protección vegetal).
En combinación con otras medidas agrícolas, la protección vegetal amplía los límites ecofisiológicos de un gran número de cultivos. El cultivo de papas o tomates en regiones montañosas húmedas exige una protección vegetal de mayor intensidad contra hongos. Las plantas cultivadas cuyos órganos de reserva subterráneos son el producto de
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