Lasalle Ferdinand
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FERDINAND LASALLE
¿QUÉ ES UNA CONSTITUCIÓN?
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En la publicación de sus conferencias. Lassalle insistía siempre en destacar. haciendo abundante uso de la letra cursiva. los términos y afirmaciones que le parecía conveniente matizar para facilitar la lectura y asimilación mental de sus discursos. No se olvide que éstos perseguían casi siempre fines de vulgarización. Nosotros hemos prescindido de anotar y apostillar por nuestra cuenta las manifestaciones del autor llamando la atención de los lectores españoles hacia la actualidad de ciertos asertos, destacando las características de nuestra actual situación política y estableciendo paralelos ilustrativos entre ésta y la de la época que Lassalle examinaba. De otro modo, hubiéramos recargado demasiado el libro; aparte que hemos preferido remitirnos en este punto al criterio reflexivo del lector. Las escasas notas aclaratorias que nuestra edición lleva al pie, están tomadas de las ediciones alemanas. En cambio, nos ha parecido oportuno intercalar en el texto de las conferencias una serie de epígrafes sumarios para romper así la homogeneidad de la doctrina y facilitar un poco la lectura. No pretenden otra cosa esas rúbricas que sintetizar muy a grandes rasgos el contenido-sistemático de cada fragmento y nuestra es la responsabilidad de haberlas intercalado, si en ellos no hubiese acierto. Advertimos, finalmente que nuestra edición está hecha sobre el texto de las Obras completas (Neue Gesammelte Ausgabe, ed. E. Bernstein). Vol. 1, páginas 425-550.
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INTRODUCCIÓN HISTÓRICA
Para comprender debidamente los escritos de Lassalle acerca del problema constitucional conviene echar una rápida ojeada retrospectiva a la historia constitucional de Prusia. El 2 de mayo de 1815. el rey Friedrich Wilhelm III prometió dar al país una Constitución y una representación popular, pero cuando el país hubo expulsado definitivamente. de su territorio a Napoleón faltó vilmente a su solemne promesa. No consiguió, sin embargo, borrar del mundo todas las huellas de la palabra dada; los acreedores del Estado, agobiados de deudas, no se dejaban engañar tan fácilmente como los leales súbditos de su majestad, y el 17 de enero de 1820, el rey hubo de obligarse a no contraer nuevos empréstitos -sin oír y dar intervención a las futuras Cortes del reino-. Esta vez, intentó cohonestar la violación de su palabra de rey, instituyendo una Dieta provincial en cada una de las ocho provincias prusianas. Pero estas corporaciones, que no tardaron en caer en la impotencia más absoluta y en el más general de los desprecios, no brindaban a los acreedores del Estado la menor garantía, y no hubo más remedio que acudir a diversos expedientes financieros para rehuir la necesidad de nuevos empréstitos. Aunque a duras penas, fue consiguiéndose salir adelante, hasta que, en la década del 30, al fundarse la Liga aduanera y abrirse las líneas ferroviarias, el Estado prusiano se vio arrastrado a la corriente del comercio mundial-. en las clases burguesas del país se despertaron entonces nuevas esperanzas, que, alentadas por la muerte del viejo rey en el año 1840, fueron a refugiarse en su sucesor, Friedrich Wilhelm IV pidiéndole que diese, por fin, cumplimiento a la promesa de 1815 y dotase al país de una Constitución. Pero al nuevo rey no le corría prisa tampoco saldar la deuda de su padre. y aun consiguió ahogar. por espacio de algunos años, los primeros rumores de descontento de la burguesía. Lo que ya no estaba al alcance de sus fuerzas era remediar la penuria financiera, que iba
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agudizándose y haciéndose cada vez más insostenible, conforme aumentaban las necesidades del comercio moderno; el Estado militar prusiano no era el que menos sufría de esta crisis, pues la construcción de la red ferroviaria, inspirada en razones de táctica militar, apremiaba y no era posible acometerla sin acudir a nuevos empréstitos. Esto hizo que el rey, después de muchas vacilaciones, en el año 1847 se decidiese a congregar en Berlín, formando una Dieta unificado. las ocho Dietas provinciales con el único y exclusivo objeto de que le sacasen de sus apuros financieros. autorizándole en primer término un empréstito de hasta veinte millones para la construcción de la línea de la Prusia oriental que, por razones militares, no podía seguir demorándose, y a la que el capital privado no acudía. El rey se previno expresamente contra el peligró de que esta Dieta unificada pudiese llegar a considerarse como una representación del pueblo, en el sentido moderno de la palabra, advirtiendo que entre -el Dios del cielo, de quien el tenía el cetro, y su país, no podía interponerse una hoja de papel. Tan pronto como hubiera fortificado el crédito del Gobierno, la Dieta unificada se iría cantando bajito a su casa, como el jornalero después de acabada la tarea que se le asignó, con la esperanza, si acaso, de volver a reunirse, cuando su majestad volviese a encontrarse sin salida para sus apuros financieros. Pero la Dieta no se prestó a este bonito juego. Antes: de ayudar al rey a salir del atolladero, exigió que se le garantizasen en forma. sus derechos corporativos; exigió, sobre todo, que se le diesen. garantías precisas documentadas de que había de ser convocada periódicamente. sin lo cual no se prestaba a autorizar el empréstito. Y como el rey no quiso avenirse, la Dieta, por dos terceras partes de mayoría, denegó los créditos solicitados; de los ochenta y tres diputados de las provincias del Este y Oeste de Prusia, sólo votaron por el empréstito dieciocho, a pesar de que la construcción del ferrocarril era una cuestión vital para aquellas regiones.. La Dieta no tuvo inconveniente en conjurar sobre sí el enojo del rey, pues, como dijo con amable franqueza uno de los miembros de la Comisión a quien recibió, el renano Hansemann, en
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cuestiones de dinero no había cordialidad que valiera, y la Dieta sabia que era el rey quien tenía que congraciarse con ella y no ella con el rey. Hizo, pues, frente al enojo de su majestad. y sus cálculos no resultaron fallidos. pues pocos meses después, el 6 de marzo de 1848, el rey se mostró dispuesto a acceder a la convocación periódica de la Dieta.
Pero ya era tarde. El 18 de marzo -se levantó el pueblo de Berlín, arrojó de la ciudad a los regimientos de la Guardia,
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