Los Cachorros
Enviado por andres1996 • 19 de Mayo de 2013 • 2.814 Palabras (12 Páginas) • 339 Visitas
MARIO VARGAS LLOSA
Los cachorros
CAP. 1
Todavía llevaban pantalón corto ese año, aún no fumábamos, entre todos los deportes preferían
el fútbol y estábamos aprendiendo a correr olas, a zambullirnos desde el segundo trampolín del
Terrazas, y eran traviesos, lampiños, curiosos, muy ágiles, voraces. Ese año, cuando Cuéllar entró
al Colegio Champagnat.
Hermano Leoncio, ¿cierto que viene uno nuevo? , ¿para el «Tercero A», Hermano? Sí, el
Hermano Leoncio apartaba de un manotón el moño que le cubría la cara, ahora a callar.
Apareció una mañana, a la bara de la formación, de la mano de su papá, y el Hermano Lucio lo
puso a la cabeza de la fila porque era más chiquito todavía que Rojas, y en la clase el Hermano
Leoncio lo sentó atrás, con nosotros, en esa carpeta vacía, jovencito. ¿Cómo se llamaba? Cuéllar, ¿y
tú? Choto, ¿y tú? Chingolo, ¿y tú? Mañuco, ¿y tú? Lalo. ¿Miraflorino? Sí, desde el mes pasado,
antes vivía en San Antonio y ahora en Mariscal Castilla, cerca del Cine Colina.
Era chanconcito (pero no sobón): la primera semana salió quinto y la siguiente tercero y después
siempre primero hasta el accidente, ahí comenzó a flojear y a sacarse malas notas. Los catorce
Incas, Cuéllar, decía el Hermano Leoncio, y él se los recitaba sin respirar, los Mandamientos, las
tres estrofas del Himno Marista, la poesía Mi bandera de López Albújar: sin respirar. Qué trome,
Cuéllar, le decía Lalo y el Hermano muy buena memoria, jovencito, y a nosotros ¡aprendan,
bellacos! El se lustraba las uñas en la solapa del saco y miraba a toda la clase por encima del
hombro, sobrándose (de a mentiras, en el fondo no era sobrado, sólo un poco loquibambio y
juguetón. Y, además, buen compañero. Nos soplaba en los exámenes y en los recreos nos convidaba
chupetes, ricacho, tofis, suertudo, le decía Choto, te dan más propina que a nosotros cuatro, y él por
las buenas notas que sacaba, y nosotros menos mal que eres buena gente, chanconcito, eso lo
salvaba).
Las clases de la Primaria terminaban a las cuatro, a las cuatro y diez el Hermano Lucio hacía
romper filas y a las cuatro y cuarto ellos estaban en la cancha de fútbol. Tiraban los maletines al
pasto, los sacos, las corbatas, rápido, ponte en el arco antes que lo pesquen otros, y en su jaula Judas
se volvía loco, guau, paraba el rabo, guau guau, les mostraba los colmillos, guau guau guau, tiraba
saltos mortales, guau guau guau guau, sacudía los alambres. Pucha diablo si se escapa un día, decía
Chingolo, y Mañuco si se escapa hay que quedarse quietos, los daneses sólo mordían cuando olían
que les tienes miedo, ¿quién te lo dijo?, mi viejo, y Choto yo me treparía al arco, ahí no lo
alcanzaría, y Cuéllar sacaba su puñalito y chas chas lo soñaba, deslonjaba y enterrabaaaaaauuuu,
mirando al cielo, uuuuuuaaauuuu, las dos manos en la boca, auauauauauuuuu: ¿qué tal gritaba
Tarzán? Jugaban apenas hasta las cinco pues a esa hora salía la Media y a nosotros los grandes nos
corrían de la cancha a las buenas o a las malas. Las lenguas afuera, sacudiéndonos y sudando
recogían libros, sacos y corbatas y salíamos a la calle. Bajaban por la Diagonal haciendo pases de
basquet con los maletines, chápate ésta papacito, cruzábamos el Parque a la altura de Las Delicias,
¡la chapé! ¿viste, mamacita?, y en la bodeguita de la esquina de D’Onofrio comprábamos barquillos
¿de vainilla?, ¿mixtos?, echa un poco más, cholo, no estafes, un poquito de limón, tacaño, una
yapita de fresa. Y después seguían bajando por la Diagonal, el Violín Gitano, sin hablar, la calle
Porta, absortos en los helados, un semáforo, shhp chupando shhp y saltando hasta el edificio San
Nicolás y ahí Cuéllar se despedía, hombre, no te vayas todavía, vamos al Terrazas, le pedirían la
pelota al Chino, ¿no quería jugar por la selección de la clase?, hermano, para eso había que
entrenarse un poco, ven vamos anda, sólo hasta las seis, un partido de fulbito en el Terrazas,
Cuéllar.
No podia, su papá no lo dejaba, tenía que hacer las tareas. Lo acompañaban hasta su casa, ¿cómo
iba a entrar al equipo de la clase si no se entrenaba?, y por fin acabábamos yéndonos al Terrazas
solos. Buena gente pero muy chancón, decía Choto, por los estudios descuida el deporte, y Lalo no
era culpa suya, su viejo debía ser un fregado, y Chingolo claro, él se moría por venir con ellos y
Mañuco iba a estar bien difícil que entrara al equipo, no tenía físico, ni patada, ni resistencia, se
cansaba ahí mismo, ni nada. Pero cabecea bien, decía Choto, y además era hincha nuestro, había
que meterlo corno sea decía Lalo, y Chingolo para que esté con nosotros y Mañuco si, lo
meteríamos, ¡aunque iba a estar más difícil!
Pero Cuéllar, que era terco y se moría por jugar en el equipo, se entrenó tanto en el verano que al
año siguiente se ganó el puesto de interior izquierdo en la selección de la clase: mens sana in
corpore sano, decía el Hermano Agustín, ¿ya veíamos?, se puede ser buen deportista y aplicado en
los estudios, que siguiéramos su ejemplo. ¿Cómo has hecho?, le decía Lalo, ¿de dónde esa cintura,
esos pases, esa codicia de pelata, esos tiros al ángulo? Y él: lo había entrenado su primo el Chispas
y su padre lo llevaba al Estadio todos los domingos y ahí, viendo a 1os craks, les aprendía los trucos
¿captábamos? Se había pasado los tres meses sin ir a las matinés ni a las playas, sólo viendo y
jugando fútbol mañana y tarde, toquen esas pantorrillas, ¿no se habían puesto duras? Sí, ha
mejorado mucho, le decía Choto al Hermano Lucio, de veras, y Lalo es un delantero ágil y
trabajador, y Chingolo qué bien organizaba el ataque y, sobre todo, no perdía la moral, y Mañuco
¿vio cómo baja hasta el arco a buscar pelota cuando el enemigo va dominando, Hermano Lucio? ,
hay que meterlo al equipo. Cuéllar se reía feliz, se soplaba las uñas y se las lustraba en la camiseta
de «Cuarto A», mangas blancas y pechera azul: ya está, le decíamos, ya te metimos pero no te
sobres.
En julio, para el Campeonato Interaños, el Hermano Agustín autorizó al equipo de «Cuarto A» a
entrenarse dos veces por semana, los lunes y los viernes, a la hora de Dibujo y Música. Después del
segundo recreo, cuando el patio quedaba vacío, mojadito por la garúa,
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