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Los Origenes De La Empresa


Enviado por   •  8 de Julio de 2012  •  5.094 Palabras (21 Páginas)  •  651 Visitas

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Los orígenes de la teoría de la empresa

La aparición de la sociedad comercial y el concepto mecanicista de producción

A finales del siglo XVIII y principios del XIX, la incesante acumulación de mejoras científicas y técnicas permitió nuevos y más seguros modos de navegación. Por un lado, se pudo agotar en poco tiempo la casi totalidad de los posibles descubrimientos geográficos y, por otro, se dio un fuerte crecimiento del comercio entre las naciones. En algún tipo de industrias, como la de los tejidos de lana, el comercio había comenzado dos siglos antes, pero se trataba de un fenómeno localizado en naciones como España e Inglaterra. Sólo a partir de finales del siglo XVIII el comercio llegó a convertirse en un fenómeno general, tanto en lo que se refiere a las mercaderías, como al número de países implicados.

El progresivo crecimiento del volumen de comercio interior y exterior dio lugar a la aparición de una cada vez más poderosa clase social, cuya riqueza no surgía de la posesión de la tierra, como era lo tradicional, sino de los grandes fondos monetarios empleados para el desarrollo del comercio. Era ésta una clase social fundamentalmente urbana, surgida sobre todo en grandes ciudades con fácil acceso a los puertos de mar, y que rivalizaba cada vez más en riqueza y poder con la tradicional clase social de los terratenientes, la aristocracia rural, acostumbrada a vivir en sus propias tierras. Uno de los factores que facilitó la influencia política de esta nueva clase social fue que los grandes fondos monetarios de que disponía eran imprescindibles para mantener los ejércitos casi permanentes que los nacientes estados necesitaban para asegurar su dominio. De tal modo que muchos de los soberanos de esos estados se vieron obligados a solicitar crédito a los más ricos comerciantes, que en poco tiempo adquirieron gran poder y ascendencia sobre los asuntos de Estado. Incluso algunos de ellos llegaron a ser ennoblecidos por sus soberanos, convirtiéndose así en una nueva y poderosa aristocracia de origen burgués. Este nuevo modo de enriquecimiento mediante el comercio y el uso del dinero, tuvo especial relevancia en Holanda a lo largo del siglo XVII. Este pequeño país llegó a ser el paradigma del progreso y el bienestar que podían alcanzarse mediante el fomento del comercio y el cultivo de los hábitos burgueses. A pesar de una casi total ausencia de recursos naturales, y gracias al desarrollo de una muy buena marina, Holanda llegó a desarrollar un floreciente comercio con casi todos los puertos de las costas occidentales europeas. Inicialmente ese tráfico comercial fue casi exclusivamente de salazones de arenques, pero poco a poco se fue extendiendo a toda clase de mercaderías, hasta desarrollar una red comercial imponente que llegó a negociar con todo tipo de productos y con todos los países importantes de Europa.

Por contraste, en otros países como Inglaterra, donde el comercio se desarrolló a partir de la industria doméstica de tejidos de lana, el proceso de enriquecimiento presentaba luces y sombras. Se generaba una gran riqueza, pero se distribuía de modo desigual. Junto a una clase comerciante cada vez más rica y poderosa, era cada vez mayor el número de gentes que se quedaban sin medios de vida y caían en la pobreza. Por otro, la necesidad de obtener lana en grandes volúmenes y el alto precio alcanzado por esta mercancía habían hecho que muchos de los antiguos terratenientes, animados por estas expectativas de ganancias, se decidieran a emplear sus tierras en el desarrollo de una ganadería intensiva. Eso exigía el cerramiento de las tierras, que acabó con la práctica tradicional de mantenerlas en régimen comunal o abierto. El resultado fue que una parte importante de la población, que tradicionalmente vivía de la apertura de esas tierras, tuviera que practicar la mendicidad. Se planteó así de forma cada vez más aguda lo que se vino a llamar “el problema de los pobres”, una gran preocupación para los sucesivos gobernantes ingleses desde hacía casi un siglo. Ante esta situación de creciente desintegración social surgieron en Inglaterra dos grandes corrientes de opinión opuestas, tanto a la hora de diagnosticar sus causas, como a la de proponer soluciones. Para los que podrían considerarse partidarios de una actitud conservadora, las causas de esos males residían en la extensión del libre comercio que, impulsado por una ganancia monetaria aparentemente sin límite, estaba corrompiendo la tradicional cohesión social basada en la producción agrícola, en la que como correspondía a los procesos biológicos, la ganancia era limitada y previsible.

La solución que proponían era la vuelta al orden tradicional basado en la propiedad de la tierra y el establecimiento de restricciones al comercio y a la ganancia monetaria. En último caso, y como solución de urgencia al lacerante problema de los pobres, propugnaban el establecimiento de las llamadas “leyes de pobres”, que obligaban a los terratenientes, enriquecidos mediante el “cerramiento” de las tierras comunales, a subvencionar a los más desfavorecidos de su propio distrito, con cargo a sus nuevas ganancias. La otra corriente de opinión, la de los partidarios de una actitud innovadora, sostenía que la causa de los problemas de la sociedad británica radicaba precisamente en el exceso de trabas y controles sobre el comercio y en los frenos morales y legales impuestos al deseo de ganancia privada. La solución que proponían era seguir el ejemplo de Holanda. Es decir, hacer todo lo posible para convertir a Inglaterra en una sociedad basada en el comercio y en la búsqueda privada de la ganancia monetaria. Para eso, recomendaban fomentar la libertad de comercio, la industria y la navegación, así como un uso extensivo del dinero.

Por supuesto, se oponían abiertamente a las “leyes de pobres”, que consideraban un freno al enriquecimiento privado y a la libertad de comercio. Adam Smith, que se encontraba entre los partidarios de lo que podríamos llamar “solución holandesa”, o fomento a ultranza de la libertad de comercio, se propuso proporcionar una justificación teórica de cómo la extensión del comercio y de la búsqueda privada de la ganancia monetaria no sólo no disolvía la cohesión social, sino que era la única solución posible al problema de los pobres. Esta justificación teórica dio lugar a lo que desde entonces se conoce como “Economía Política”.

El éxito que rápidamente alcanzó la propuesta teórica de Smith pudo deberse a que no rompió con las concepciones tradicionales de la producción y del comercio. Es decir, sostuvo que el origen de las nuevas riquezas no provenía ni del comercio ni del dinero, actividades que, de acuerdo con el prejuicio tradicional, seguía

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