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Los elementos y mecanismos narratológicos de la narrativa policial


Enviado por   •  18 de Junio de 2022  •  Ensayo  •  1.259 Palabras (6 Páginas)  •  130 Visitas

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Con la revolución industrial naciente en el siglo XIX y todos los cambios que este fenómeno provoca como las migraciones del campo a la ciudad y la expansión acelerada de las ciudades, el relato policial se instaura para mostrar una parte de la nueva realidad que empieza a ser visible y a alimentar el imaginario de inseguridad. De esto emerge la necesidad de crear un nuevo aparataje de vigilancia capaz de controlar cualquier acto que se salga de la norma. La literatura, entonces, centra su mirada en dos elementos que son los principales configuradores del relato policial: la figura del detective y del enigma por resolver. No obstante, también se plantean otros componentes que conforman a este género donde se circunscribe el crimen, con su motivo y lugar; al criminal, con su modo y víctima, así como también a los sospechosos o testigos. Estos elementos, vale recalcar, no son estáticos; más bien se transforman con el tiempo en tanto que la literatura policíaca busca renovarse para no convertirse en un tópico que, de tan repetido, termine muriendo. Con mecanismos narratológicos que mantienen el suspenso y la tensión en el lector, el narrador poco a poco va descubriendo a los sospechosos, a las falsas pistas, el motivo, el móvil, el lugar y el modo del crimen.

El detective es indispensable, plantea Cerezo, “... por su relación directa con el factor característico de este tipo de literatura: la investigación” (2006, p.58). Siempre tendrá como objetivo develar el enigma que ha descompuesto toda la armonía de la sociedad. Sin este misterio, siempre codificado, no habría relato policial porque no podría cumplirse “su misión [de] devolver la inocencia, aplacar la cólera de los dioses sociales a través de una ceremonia (...) que ha de culminar en (...) la condena [del culpable]” (p. 59). Su figura, en el siglo XIX, funciona a nivel narratológico como el protagonista héroe; un personaje superdotado, capaz y sagaz, sin debilidades y sin derrotas. En su conexión con la filosofía, está relacionado con el positivismo; corriente por la cual se obtiene la verdad basándose en la razón. Dupin, por ejemplo, es un detective que analiza desde lo abstracto. En la carta Robada se menciona al respecto: “-Si se trata de algo que requiere reflexión- observó Dupin (...) lo examinaremos mejor en la oscuridad” (Poe, E. 1844, p.1).

Ya para el detective del siglo XX las reflexiones deberán aparecer después de haber visto con luz, lupa y ciencia. Su molde, además, deja de ser inmaculado. Aún mantiene un carácter “...de distinción (...) que (...) pretende (...) situarlo en un plano superior” (Cerezo, I. 2006, p. 61) pero ya no es perfecto; se va, por el contrario, acercando a lo humano. Sherlock Holmes, verbigracia, se presenta con conflictos internos y con su vicio a la cocaína. En “Escándalo en Bohemia”, Watson apunta:

Para un carácter como el suyo, una emoción fuerte resultaba tan perturbadora como la presencia de arena en un instrumento de precisión o la rotura de una de sus potentes lupas (...) Holmes (...) permaneció (...) sepultado entre sus viejos libros y alternando una semana de cocaína con otra de ambición… (Conan, A. 1892, p.1)    

Las emociones como el enamoramiento no pueden ligarse al Holmes cientificista que solo puede creer en lo que ve. En “La liga de los Pelirrojos” demuestra su destreza: “... ¿cómo sabe usted todo eso? (...) Es tan cierto (...) que empecé siendo carpintero de barcos. - Sus manos, señor mío. [La] derecha es bastante más grande que la izquierda. Ha trabajado usted con ella y los músculos se han desarrollado más (p.12). En su filosofía no puede caber lo abstracto como el amor. Esta visión es parodiada por Chesterton, mediante la figura de su famoso detective el padre Brown quien, en “La honradez de Israel Gow”, constantemente, está conectando objetos para crear hipótesis que resultan faltas: “Yo solo he lanzado esa suposición porque ustedes afirmaban que no había medio de relacionar el tabaco, los pequeños mecanismos, las velas y las piedras brillantes. Fácil es construir (...) diez falsas teorías sobre los datos…” (2003, p. 149). Más adelante Agatha Christie contempla en sus detectives la necesidad de adherirlos a la línea psicológica para encontrar la verdad; como sucede en La Señal en el Cielo, donde Mr. Quin no necesita ir hasta el lugar de los hechos ni hablar con los sospechosos porque basta adentrarse en sus mentes para guiar a su amigo Mr. Satterthwaite al verdadero asesino. El aterrizamiento del detective a lo humano se va acrecentando con el paso del tiempo hasta adquirir características de antihéroes.

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