Luna Verde
Enviado por luisk2095 • 30 de Agosto de 2014 • 1.168 Palabras (5 Páginas) • 426 Visitas
L
a noche del 22 de diciembre de 1947 estaba convencido
de que un extraño fenómeno planteaba conflictos dentro de mí. Antes de probar bocado alguno, decidí dar un
largo paseo por la rampa, cerca de los muelles de cabotaje. Me
era muy difícil llegar hasta la casa, porque un presentimiento
obligaba mis actos más sencillos. Un anuncio desconocido guiaba mis acciones; era un afán de vagar con el rumbo previamente
señalado contra todas las condiciones que me impusiera. Caminé para encontrar una persona a la que debía formularle mis
excusas. Estaba fatigado y lo atribuía al agotamiento físico sufrido durante los diez últimos días, en que estudiantes, obreros
y maestros nos unimos en un lazo de sangre y lágrimas para
rechazar el convenio sobre sitios de defensa que hipotecaba gran
parte del territorio panameño a los Estados Unidos de Norteamérica.
Al cabo de diez días, respiraba profundamente el aire marino. Como había pleamar, la luna no brillaba en el cielo; pero el
firmamento estaba espléndido con una claridad de leche de luna.
Durante todo el trayecto recorrido por las silenciosas aceras,
sentí un íntimo deseo de empequeñecer. Para darme un aire arrogante y resuelto, empecé a cantar una vieja canción institutora.
Mar adentro, en la ruta que rielaban los fanales marineros,
gorjearon salados cordajes en el mástil de las horas. A lo lejos,
los vientos lanzaron a los horizontes las balandras que dibuja-153
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JOAQUÍN BELEÑO C.
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ban todas las distancias. Completamente solo, apoyado en la baranda de mampostería, me percaté que las piernas me temblaban
y que un cordoncillo de agua helada se bifurcaba por mi espinazo. Pensaba con sobrada razón que estaba muy débil y que palidecían lamentablemente los impulsos de mi corazón. Últimamente
había abusado de mis cualidades físicas y era por eso por lo que
me sentía flotando en las aguas hechizadas de conchas de luz.
Desde el fondo del nácar saltarino escuchaba claramente un galope. Y aquella terca voluntad que yo había estado tratando de
anular para que no me suplantara se densificó poderosamente,
provocándome un extraño placer que se diluía en angustia y
miedo. De pronto, vi acercarse hasta la escalera de la rampa dos
indígenas fornidos, de piel más bien clara que morena, vestidos
modestamente con pantalones de caqui y chalecos oscuros; los
cabellos negrísimos jugaban debajo de sus orejas con los taquitos
de madera perfumada que las atravesaban. Desde el borde de
mis zapatos una escalinata deconchada de ostiones, aparecía y
desaparecía entre el chasquido de las olas.
El más viejo de los indígenas, bajó algunos peldaños, se arremangó los pantalones y metiendo el pie desnudo en el agua,
indagó la noche clara para divisar los triángulos veleros que ya
apuntaban a perderse en las escamas del mar. El otro indígena,
más joven y esbelto, pareció sorprenderse de mi presencia. Miró
mi facha y me di cuenta que él advirtió que yo había perdido mi
personalidad, suplantado por un espíritu más poderoso que todas mis fuerzas internas. Alzando la mano amenazó:
—¡Chumaqui-la-guarra!
Inmediatamente el indígena más viejo se interpuso entre su
puño amenazador y yo. Este gesto pareció calmar al indígena
enfurecido. El anciano me miró con mucho cuidado, como si
estuviera acostumbrado a medir las personas para dirigirle las
palabras, con una gran calma me preguntó:
—No tenga miedo, él es mi hijo, ve muchas cosas raras dentro de su cabeza.
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—¿Y qué fue lo que me dijo?
—Chumaqui-la-guarra.
—¿Qué significa eso? —repuse intrigado porque yo anteriormente, estaba convencido, había oído esa misma expresión.
—En nuestra lengua quiere decir: Yo soy un hombre...
—Es curioso, tengo plena conciencia de haberla oído;
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