Organizaciones

Según Giovanni Busino, élite es: “femenino de élit, antiguo participio pasado de élire, escoger, en uso ya en el siglo XII, toma en el curso del siglo XIV el significado de elegido, escogido, eminente, distinto, o sea cuanto de mejor existe en un grupo social, en una comunidad entre diversos individuos. En plural, el término élites toma de pronto un valor de connotación precisa: indica, de hecho a las personas que en un sector dado ocupan un rango superior en virtud del nacimiento, o de la inteligencia, o de la riqueza”[2]. De acuerdo a James Meisel la noción de élite perteneció inicialmente a la clase media, los capitanes de la industria de Carlyle fueron los primeros burgueses que reclamaron, y con éxito el derecho (asignado a ellos por Saint-Simon y Comte) a gobernar en lugar de la vieja aristocracia terrateniente. La nueva élite industrial y comercial basaría su pretensión a las posiciones de mando en el “logro” o, como prefiere Mosca en el “mérito”.[3]

Mosca considera que sin lugar a dudas los miembros de una élite, como condición sine qua non para ser parte de la minoría gobernante, es el hecho de tener rasgos que los distingan de la masa: “las minorías gobernantes están constituidas por lo común de una manera tal, que los individuos que las componen se distinguen de la masa de los gobernados por ciertas cualidades que les otorgan cierta superioridad material e intelectual y hasta moral; o bien son los herederos de los que poseían estas cualidades. En otras palabras, deben poseer algún requisito, verdadero o aparente que sea altamente apreciado y se valore mucho en la sociedad donde viven”[21].

Mosca asegura que un régimen político lleva a la consolidación de pequeños núcleos que monopolizan el poder, sin embargo en algunos casos se podría decir que no son tan dañinos, ya que es necesario que un grupo dirija al Estado, pero el problema vuelve a surgir cuando este grupo se constituye en una sociedad secreta, que es lo más viable para ellos, para garantizar la lealtad al interior y evitar divisiones en la élite, que ponen en riesgo la viabilidad de su proyecto.

Para algunos autores como Gitlitz la creación y aparición de sociedades o grupos secretos es tan normal a la condición humana, como lo es la existencia de dominadores y dominados según Pareto, Michels y Mosca, entre otros. “En toda la historia de la humanidad ha habido grupos secretos que se aíslan parcialmente de la sociedad para realizar determinados fines. En su condición de asociaciones secretas necesitan vivir dentro de una sociedad general, de otra forma no tiene sentido el secreto; es decir, para que exista un grupo secreto debe tener algo que ocultar, pero más exactamente alguien a quién ocultarle una cosa. No se trata de asumir una posición totalmente separatista, pues ello implicaría apartarse por completo de la sociedad donde se vive y formar otra comunidad relacionada con el secreto y unida por esa “complicidad” común; al aislarse de quienes ignoran el secreto éste, como tal dejaría de serlo. Por otra parte, el desertar de la sociedad donde ha nacido el círculo secreto se plantearía como renuncia a esa sociedad, pero no es así, aunque efectivamente la discrepancia sea concomitante a la intención de formar un núcleo al margen de las demás instituciones. Hay un punto de disidencia, un principio de desacuerdo que determina esa parcial ruptura, parcial porque los integrantes de la agrupación “secreta” continúan interactuando en la macro sociedad. Sea cual sea el motivo hay incompatibilidades pero nunca suficientemente poderosas para forzar un divorcio total”[24].

Gaetano Mosca pone un ejemplo muy claro cuando analiza a la clase política del Estado de la Grecia clásica, donde se hace presente el debate en torno a un gobierno aristocrático (casi plutocrático) y por otra parte una democracia: “En el primero, los cargos públicos eran casi siempre electivos, porque en las votaciones los ricos, coligados en asociaciones más o menos secretas que se llamaban eteries, y con el apoyo de sus clientes, lograban fácilmente concentrar sus votos sobre sus propios candidatos y predominar así sobre los candidatos de los pobres, que muy difícilmente lograban organizarse. En el segundo (democracia) los cargos públicos se distribuían por lo general mediante sorteo entre los ciudadanos”[25]. Mosca señala que aunque pudiera parecer absurdo este sistema de alguna forma evitaba que la aristocracia se apoderara por completo del bien público.

Dice Mosca: “si todas las aristocracias hubieran quedado siempre encerradas e inmóviles, el mundo no habría cambiado jamás y la humanidad habría permanecido en el estado que alcanzó en los tiempos de las monarquías homéricas o de los antiguos Imperios orientales. La lucha entre los que están arriba y los que, nacidos abajo, aspiran a ascender, ha sido y será siempre el fermento que obliga a los individuos y a las clases a ampliar sus horizontes y a buscar las vías que los condujeron hasta el grado que hizo posible la creación en el campo político, del gran Estado representativo moderno, que es entre todos los organismos políticos el que ha logrado coordinar una suma mayor de energías y de actividades individuales con fines de interés colectivo”[27].

Para que una élite permanezca en el poder debe mantenerse unida, por lo que la función principal de una sociedad secreta

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