Pacto Entre Derrotados
Enviado por calisto09z • 28 de Julio de 2013 • 2.349 Palabras (10 Páginas) • 645 Visitas
PACTO ENTRE DERROTADOS...ANTES DEL FIN
Un llamado a despertar, a seguir y a no dejarnos vencer, a encontrar los tesoros en nuestros laberintos, a creer en nosotros mismos, a hacer realidad nuestros sueños, lo mejor para nuestra sociedad. Luchar por este mundo que deshumaniza cada vez más, desde donde estemos, con las cosas que hacemos, que nos apasionan. Hacer política es una vía pero no la única pero sería bueno involucrarnos y no permitir que más corruptos , mediocres y sucios hombres hagan de nuestros países su festín. Luchemos por un mundo mejor, justo, sin exclusiones de ningún tipo y de paz y solidaridad.
Pacto entre derrotados
Ernesto Sábato
Hemos fracasado
sobre los bancos de arena del racionalismo
demos un paso atrás y volvamos a tocar
la roca del misterio
Urs Von Balthasar
Te hablo a vos, y a través de vos a los chicos que me escriben o me paran por la calle, también a los que me miran desde otras mesas en algún café, que intentan acercarse a mí y no se atreven.
No quiero morirme sin decirles estas palabras.
Tengo fe en ustedes. Les he escrito hechos muy duros, durante largo tiempo no sabía si volverles a hablar de lo que está pasando en el mundo. El peligro en que nos encontramos todos los hombres, ricos y pobres.
Esto es lo que ellos no saben, los hombres del poder. No saben que sus hijos, también están en esta pobre situación.
No podemos hundirnos en la depresión, porque es de alguna manera un lujo que no pueden darse los padres de los chiquitos que se mueren de hambre. Y no es posible que nos encerremos cada vez con más seguridades en nuestro hogares.
Tenemos que abrirnos al mundo. No considerar que el desastre está afuera, sino que arde como una fogata en el propio comedor de nuestras casas. Es la vida y nuestra tierra las que están en peligro.
Les escribo un verso de Holderlin:
El fuego mismo de los dioses día y noche nos empuja a salir adelante. ¡Ven!
Miremos los espacios abiertos, busquemos lo que nos pertenece, por lejano que esté.
Sí, muchachos, la vida de mundo hay que tomarla como la tarea propia y salir a defenderla. Es nuestra misión.
No cabe pensar que los gobiernos se van a ocupar. Los gobiernos han olvidado, casi podría decirse que en el mundo entero, que su fin es promover el bien común.
La solidaridad adquiere entonces un lugar decisivo en este mundo acéfalo que excluye a los diferentes. Cuando nos hagamos responsables del dolor del otro, nuestro compromiso nos dará un sentido que nos colocará por encima de la fatalidad de la historia.
Pero antes habremos de aceptar que hemos fracasado. De lo contrario volveremos a ser arrastrados por los profetas de la televisión, por los que buscan la salvación en la panacea del hiperdesarrollo. El consumo no es un sustituto del paraíso.
La situación es muy grave y nos afecta a todos. Pero aún así, hay quienes se esfuerzan por no traicionar los nobles valores. Millones de seres en el mundo sobreviven heroicamente en la miseria. Ellos son los mártires.
Se los ve bajando de los trenes, de los ómnibus, después de inhumanas jornadas de trabajo, o desolados cuando no lo consiguen. Se les ve en las mujeres gastadas a los treinta años por los hijos y la urgencia de salir a trabajar por pagas miserables. Se les ve en los chicos de la calle, en los ancianos que duermen en los subtes. En todos los hombres abandonados en el sufrimiento y en su indigencia.
Una vez le preguntaron a Passolini por qué se interesaba en la vida de los marginados, como el protagonista de Mama Roma, y él respondió que lo hacía porque en ellos la vida se conserva sagrada en su miseria.
En un archivo donde colecciono papeles, recortes que me ayudan a vivir, tengo una fotografía del terremoto que destruyó hace años Concepción de Chile : una pobre india, que ha recompuesto precariamente su ranchito hecho de chapas de zinc y de cartones, está barriendo con una escoba ese pedazo de tierra apisonada delante de su casucha. ¡Y uno se hace preguntas teológicas! ¡Cuánto más demostrativa es la imagen de la pobre indiecita que sigue barriendo su casa y cuidando a sus hijos! Esta clase de seres nos revelan el Absoluto que tantas veces ponemos en duda, cumpliéndose en ellos, como dijera Holderlin, que donde abunda el peligro crece lo que salva.
Cada vez que hemos estado a punto de sucumbir en la historia nos hemos salvado por la parte más desvalida de la humanidad. Tengamos en consideración entonces las palabras de María Zambrano: “No se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero”. Muchas utopías han sido futuras realidades.
Son muchos los motivos, me dirás, podrías decirme, para descreer de todo.
Los jóvenes como vos, herederos de un abismo, deambulan exiliados en una tierra que no les otorga cobijo. En este desguarnecimiento existencial y metafísico, sufren huérfanos de cielo y de techo. Comprendo tu congoja, el desconcierto de pertenecer a un tiempo en que se han derrumbado los muros, pero donde aún no se vislumbran nuevos horizontes. Falsas luminarias pretenden cautivar tu voluntad desde las pantallas. Debés de pensar que no hay un cambio posible cuando el valor de la existencia es menor que el precio de un aviso publicitario. El escepticismo se ha agravado por la creciente resignación con que asumimos la magnitud del desastre. La banalidad con que se degradan los sentimientos más nobles, degenerando al hombre en una patética caricatura, en un ser irreconocible en su humanidad.
Yo también tengo muchas dudas, y en ocasiones llego a pensar si son válidos los argumentos con que he intentado hallarle sentido a la existencia. Me reconforta saber que Kierkegaard decía que tener fe es el coraje de sostener la duda. Yo oscilo entre la desesperación y la esperanza, que es la que siempre prevalece, porque si no la humanidad habría desaparecido, casi desde el comienzo, porque tantos son los motivos para dudar de todo. Pero por la persistencia de ese sentimiento tan profundo como disparatado, ajeno a toda lógica -¡qué desdichado el hombre que sólo cuenta con la razón!- , nos salvamos, una y otra vez, sobre todo por las mujeres; porque no sólo dan la vida, sino que también son las que preservan esta enigmática especie. No en vano, en una de las culturas cuya sabiduría es milenaria, se creía que el alma de una mujer que moría en medio del parto, era conducida al mismo cielo que el guerrero vencido en un combate.
Por eso te hablo, con el deseo de generar en vos no sólo la provocación sino también el convencimiento.
Muchos cuestionan mi fe en los jóvenes, porque los consideran destructivos o apáticos. Es
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