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Proceso De Reorganización Nacional


Enviado por   •  7 de Septiembre de 2013  •  4.926 Palabras (20 Páginas)  •  507 Visitas

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PROCESO DE REORGANIZACIÓN NACIONAL

Ballesteros Verónica

estepariobb@hotmail.com.ar

INTRODUCCIÓN

“El poder come miedo. Sin los demonios que crea, perdería sus fuentes de justificación, impunidad y fortuna”.

Eduardo Galeano.

La profundidad e irreversibilidad de los cambios sociales, políticos, culturales e históricos que se produjeron a partir del proceso de reorganización nacional, como se autodenominaron las fuerzas militares que asumieron el poder el 24 de marzo de 1976, fueron delimitadoras de las estructuras más esenciales que componen nuestra sociedad.

Es preciso destacar, que el ejercicio del terror indiscriminado y sistemático sobre el conjunto social fue precisamente una estrategia, de una premeditación e intencionalidad definida y precisa, la cual estaba dirigida a un grupo de población específico y cuya ausencia por aniquilamiento permitiría fundar la nueva sociedad, transformando al grupo nacional a través del genocidio en su totalidad.

Una de las piezas claves de esta “reorganización” fueron los niños, frágiles y lábiles, vulnerables en esta asimetría en la cual se encuentran en relación a los adultos. Los niños, como transmisores de los lazos sociales, culturales y generacionales fueron tomados como “botines de guerra” a través de la apropiación y adopción ilegal, con el fin de que el lazo familiar no se perpetuara y los niños apropiados ilegalmente fueran forjados a imagen y semejanza de lo que el gobierno de facto pretendía como ideal de sociedad.

Para lograr su objetivo con todos los niños y no solo con los apropiados ilegalmente, el gobierno dictatorial manipuló los medios de comunicación, la educación, la familia y se institucionalizó el silencio. El escenario de esas épocas violentas fue una sociedad pasiva y vulnerable a las doctrinas propuestas por el gobierno de facto, al sometimiento censurando por medio de cláusulas, a secuestros y ataques violentos a plena luz del día en lugres públicos y privados; como así también la presencia continua de las fuerzas militares y policiales en las calles indujo y produjo una percepción de amenaza, temor, desconfianza sin precedentes en la población argentina. El discurso del PRN estaba estructurado alrededor de la defensa de los valores occidentales y cristianos, con la participación de la iglesia católica.

La guerra contra la subversión comenzó a dejar severas huellas en la sociedad Argentina. Apenas transcurrido el golpe, vastos sectores de la población fueron afectados directa o indirectamente por la intensidad y magnitud de la represión sin precedentes. Miles de secuestros y desapariciones golpearon a innumerables familias, grupos de amigos, círculos de colegas y trabajadores, grupos de militancia política, etc. (CONADEP, 1984). Así como también adoctrinaron de manera sistemática los medios de comunicación como espacio de construcción de un discurso oficial que eliminara otras voces a través de la censura a medios o personas, hasta llegar al extremo de la detención, desaparición o exilio forzado de periodistas, intelectuales, artistas y trabajadores del ámbito de la cultura.

Por consiguiente, el silencio y el miedo, los cuales se propagaron en toda la sociedad argentina durante el régimen del gobierno de facto, fueron decisivos para el sostenimiento del mismo y para el logro de sus principales objetivos, lo cual le permitió al gobierno militar en sus inicios controlar y prevenir la expresión y articulación de construcciones alternativas de la realidad, determinando en consecuencia la reestructuración de símbolos no solo culturales sino también sociales e históricos.

BREVE CONTEXTUALIZACIÓN

Proceso de Reorganización Nacional

El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 se autodenominó Proceso de Reorganización Nacional. Ese día, la presidenta constitucional María Estela Martinez de Perón fue destituida por una Junta de Comandantes en Jefe, integrada por el general Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Eduardo Masera y el brigadier Orlando Ramón Agosti. Los integrantes de esta Junta fueron tristemente célebres por la violación sistemática de los derechos humanos. El Proceso de Reorganización Nacional pretendió emular la etapa histórica que culminó en 1880 con la llamada Organización Nacional. Pero, en los hechos, siguió los pasos de la Revolución Argentina y profundizó sus alcances. El régimen de 1976 disolvió todos los cuerpos legislativos y removió a todos los funcionarios. Prohibió la actividad de todas las asociaciones, partidos políticos y entidades gremiales, y asumió la totalidad del poder, sin plazos preestablecidos. El general Jorge Rafael Videla presidió el gobierno desde el inicio del golpe en 1976 hasta el 29 de marzo de1981, fecha en que lo sucedió el general Roberto Viola. La lucha facciosa dentro del régimen militar culminó con el menguado poder del general Viola en un lapso de 11 meses. El 11 de diciembre de 1981 abandonó el cargo por enfermedad, y asumió el general Leopoldo Galtieri, quien gobernó hasta junio de 1982. El último presidente militar fue el general Reinaldo Bignone, quien gobernó desde junio de 1982 hasta el 10 de diciembre de 1983. En septiembre de 1983, antes de entregar el poder, firmó una ley de auto amnistía que fue repudiada por la opinión pública y derogada por el gobierno democrático de Raúl Alfonsín.

Entre 1976 y 1980, miles de personas fueron asesinadas en las cárceles clandestinas que el régimen organizó en todo el país. Pese a que los jefes militares reconocían haber derrotado totalmente a las organizaciones guerrilleras, la represión contra la población civil no cesó. Para ocultar las acciones de secuestro, tortura y asesinato de ciudadanos, el régimen inventó la figura de los desaparecidos. Con este perverso eufemismo sus ideólogos sostuvieron que en lugar de víctimas había gente que se esfumaba por propia voluntad. De este modo se ejerció el más cruel terrorismo de Estado que conociera hasta ese momento la Argentina.

El propósito de los golpistas de 1976 era fundar una nueva legalidad, una nueva escala de valores y de normas sociales que redujera el exterminio del disidente político a la categoría de procedimiento político rutinario, como método fundamental de ejercicio del poder en un nuevo orden que sustituyera la discusión y la crítica abierta de lo político y lo social por la obediencia ciega, en una nueva pirámide de rígidas jerarquías coronadas por una elite integrada por los comandantes golpistas y sus socios civiles. La muerte del opositor se transformaba en un objetivo y un horizonte político definido consciente por los jefes militares, ya que eran el fundamento constitutivo de la sociedad en la que se había suprimido el disenso.

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