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REFLEJO DE CLASE LOS TRABAJADORES DEL AZUCAR PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA


Enviado por   •  10 de Septiembre de 2018  •  Reseña  •  1.242 Palabras (5 Páginas)  •  102 Visitas

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REFLEJO DE CLASE

LOS TRABAJADORES DEL AZUCAR PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA

  Un complejo industrial construido en medio del monte; capataces de sombrero de corcho y revólver a la cintura; una concesión de 100 mil hectáreas de tierra y una superficie varias veces más grande ocupada en el nombre de la civilización; la primera luz eléctrica de Argentina; una fortuna dilapidada en las grandes ciudades americanas y europeas, y, sobre todo,  mucha, muchísima caña de azúcar.

  La historia del Ingenio Las Palmas es fascinante y, sin duda, digna de ser contada. Es la historia de sus trabajadores, de sus luchas y sueños, de  sudor y sangre. Desde 1882, hasta 1991 donde el complejo agro industrial que había pasado a manos del Estado Nacional a fines de 1969, y bajo el gobierno privatizador de  Carlos Menem, -a caballo de la globalización y el ajuste estructural, propuesta de los organismos financieros internacionales y adheridos a las teorías monetaristas- es cerrado, los trabajadores indemnizados y las fabricas, herramientas, tierras, edificios y maquinarias vendidos en remate público al mejor postor. Obviamente no sin dar la pelea, con grandes luchas, con triunfos y derrotas, pero con una dignidad profundamente anclada en la conciencia de clase. La misma que produjo los primeros piquetes en Argentina, los primeros que, tal vez sin saber en profundidad pero por ese reflejo que tenemos los trabajadores, reflejo de clase, se enfrentaron al neoliberalismo privatizador cuando ya durante el gobierno de Raúl Alfonsin la consigna que los medios, como un eco lejano, pero insistentemente repetían hay que privatizar todo y se profundiza una política de vaciamiento de las empresas del estado. El ingenio Las Palmas entra en crisis sucesivas y los trabajadores defienden, pese a todo, su fuente de trabajo. Como lo sabemos hacer desde siempre, como lo comprobamos cuando recorriendo con un grupo de alumnos las afueras del pueblo nos topamos con el “cementerio viejo” de Las Palmas, lindante con el actual campo santo. Entre los espinillos, los caraguatá y el pastizal de los montes chaqueños, encontramos varias tumbas, algunos restos de cruces y otros ornamentos funerarios, pero nuestra atención fue capturada por un mausoleos en particular,  que sobresalía por su buen estado de conservación, por lo grande e imponente, pero sobre todo por la inscripción en la gigantesca lápida rubricada  por La Liga Patriótica Argentina.

Recién comenzaba el año 1919 y a los miembros “más destacados de la sociedad” Argentina, los de la sociedad Rural; sí,  los mismos que hoy  cortan las rutas,  les dio un fuerte ataque de paranoia, puesto que en Rusia había triunfado una Revolución Bolchevique  hacía menos de dos años y el simple recuerdo de los soviets de obreros y campesinos decidiendo el destino de la nación más grande del mundo hacía temblar a los dueños de todo en  Argentina. Por lo tanto, había que frenar el torrente revolucionario. Comenzaron a reunirse para presionar al gobierno radical, al que veían como incapaz de llevar adelante una represión como la que ellos deseaban y necesitaban. Se exigía “mano dura” para  recordar  a los trabajadores que su lugar en la sociedad viene por el lado de la obediencia y la resignación. Así fue como un grupo de jóvenes de aquellas “mejores familias” se reunieron en la Confitería París y decidieron “patrióticamente” armarse en “defensa propia. ¿A qué se dedicaban estos ciudadanos preocupados por el orden? Las bandas terroristas armadas que operaban bajo el rótulo de Liga Patriótica Argentina lo hacían con total impunidad y la más absoluta colaboración y complicidad oficiales. Se reunían en las comisarías y allí se les distribuían armas y brazaletes. Desde las sedes policiales partían en coches último modelo  manejados por los jovencitos oligarcas, y al grito de “Viva la Patria” se dirigían a las barriadas obreras, a las sedes sindicales, a las bibliotecas obreras, a la sede de los periódicos socialistas y anarquistas para incendiarlos y destruirlos, todo bajo la mirada cómplice de la policía y los bomberos. Desarmaban piquetes de trabajadores a balazos y organizaban grupos de rompehuelgas, los famosos carneros, hoy, sin embargo,  se rasgan las vestiduras cuando alguien les organiza un contra piquete.

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