Radcliffe-Brown

La identidad trata de responder a las interrogantes que tenemos todos los seres humanos, sobre quiénes somos y quiénes son los otros, las diferencias que nos separan de otros o las semejanzas que nos acercan con los que nos rodean. La identidad está  inherentemente relacionado con la sociedad y es construida por los procesos sociales,  debido a esto la definición e interiorización que un grupo humano le dé estará condicionado por el momento histórico, aparatos de poder, instituciones productivas e ideas religiosas que vivan dichas sociedades. Este concepto tan universal siempre ha estado presente en la historia de la humanidad, pero es muy distinta la noción que tenían  autores clásicos a la que se tiene actualmente en las ciencias sociales, por eso es importante saber la evolución que ha tenido este concepto en el transcurso del tiempo.

El sociólogo Stuart Hall, en su libro “The question of cultural identity” (1992),  explica el cambió que tuvo el concepto de identidad en las sociedades pre-modernas y modernas.

Según el autor, debido en el contexto histórico en que se encontraban  las sociedades pasadas, la definición y caracterización que le daban a la identidad estaba bajo el alero de la religión. El problema de esto era que los sujetos no eran autónomos y no contaban con una identidad propia, más bien estaban supeditadas a una cadena jerárquica ya establecida, donde Dios estaba a la cabeza.

Con la llegada de la modernidad, se introdujo una nueva forma de ver la identidad y el cómo definirla. Stuart Hall define tres etapas  de cambio que tuvo  este concepto: el sujeto del racionalismo, el sujeto sociológico y el sujeto posmoderno.

El sujeto racionalista, se desarrolla en los siglos XVI y XVIII y recibe la influencia de la filosofía de Descartes. La identidad del sujeto deja de estar supeditada a la religión, sino que ahora es única e individual.

En el siglo XIX nace el sujeto sociológico, y a diferencia del sujeto racionalista, este ya no se considera como alguien único y separado de otros, sino como uno que es participe de la sociedad a través de procesos grupales y normas colectivas. Este cambió se debe en gran parte al contexto histórico que vivía la sociedad, como el proceso de la industrialización y la urbanización.

El sujeto posmoderno surge en la modernidad tardía y tiene como característica principal las identidades fragmentadas. Bajo esta idea, se pierde la concepción unificada de lo que uno es, sino que se abre paso a diversas identidades a veces contradictorias y no resueltas.

La aparición de  nuevos movimientos sociales (feminismo, ecológicos, indigenistas, de liberación nacional) hacen que la  identidad sufra una fragmentación, en el que los grupos que fueron históricamente oprimidos, busquen un reconocimiento y a la vez expresar las diferencias que los distinguen de otros. Con esto la identidad ya no solo responde a una idea concreta, sino que implica ver la identidad en términos de género, etnicidad, religión, edad, nacionalidad o ideas ecológicas.

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