Realidad Que Aflige Nuestro Territorio

“UNA REALIDAD QUE AFLIGE NUESTRO TERRITORIO”

A través de la historia la humanidad ha deslumbrado los indicios de marginamiento a causa de nuestras diferencias genéticas que en algunos seres son más notorias que otras relacionadas con la edad, el color de la piel, el cabello y de los ojos, la estatura, la contextura física y el sexo. También existen diferencias culturales las cuales tienen que ver con los aspectos de nacionalidad, los hábitos, las costumbres, los valores y las creencias religiosas, entre otros. Sin lugar a dudas, la diversidad biológica y cultural que nos caracteriza como seres humanos que hacen parte del patrimonio y riqueza que tenemos en cuanto a especie.

La discriminación puede definirse como el rechazo que ejercen unos grupos humanos sobre otros debido a perjuicios o estereotipos equivocados sobre sus características físicas o culturales. El rechazo hacia las personas se expresa a través de actitudes negativas que van en contra de su bienestar. Estas actitudes se hacen explicitas en burlas, en exclusiones directas o indirectas, y en cualquier forma de discriminación hacia las personas que presentan diferencias.

De ahí emergen situaciones que van en contra de la dignidad humana, en la actualidad un ejemplo muy significativo y más evidente es el rechazo de la mujer como sujeto participativo dentro de de su propia comunidad, porque les es difícil comprender que tenemos las misma capacidades de lucha, constancia y dinastía para enfrentar cualquier reto que se presente, ya sea en el ámbito personal, familiar, social, económico, cultural, político, entre otros. Pero aun lo más irónico es que las mujeres trabajan más, ganan menos, y muchas veces no tienen el derecho a su vientre, a su nombre, a sus hijos, por el simple hecho de ser “el sexo debil”que se ocupa de las actividades propias del hogar, porque a través de la historia se ha considerado al hombre (varón) como paradigma de la humanidad; situación que se ha reflejado en los derechos humanos, en su lenguaje, en sus ideas, valores, costumbres y hábitos, pues los mismos sólo tienen como referencia a una parte de la humanidad: la masculina, a través de cuyos sentimientos y pensamientos se nos ha ubicado en la sociedad, como seres inferiores, sumisas y dependientes, sin derecho a nuestra propia identidad genérica.

Es evidente que aun no se toma en cuenta la manera de sentir, pensar, luchar y vivir del sexo femenino, que representa la otra parte de la humanidad, pero que ha sido invisibilizada y se le niega el reconocimiento de sus derechos específicos y simplemente se la incluye como parte integral del hombre. Pero en el transcurso de la historia esto se ha ido aboliendo hacia una evolución más equitativa, donde se han creado entidades financieras para la mujer, respaldo gubernamental, y descuentos arancelarios a las mujeres cabeza de hogar, aunque en países como el nuestro es una realidad, totalmente inversa, ya que el arraigo cultural y religioso es de dependencia machista, donde el voto a la mujer, en la época de rojas pinilla fue más por conveniencia a nivel poblacional que por una igualdad de derechos o contratadas en las empresas como un gancho más de venta u objeto de marketing, mas no por un nivel intelectual o por meritocracla falta de oportunidades laborales. Este no es el único problema que enfrenta Colombia en donde la pobreza, la desnutrición y la falta de oportunidades, han hecho que se cometan atropellos con las comunidades menos favorecidas lo cual hace que no solo sea evidente la discriminación de género sino también la racial, xenofobia, desigualdad; realidad innegable que vive nuestro territorio, donde las comunidades afrocolombianas constituyen un 26% de la población racionalizada,

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