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Roll Del Administrador Publico


Enviado por   •  12 de Septiembre de 2011  •  1.247 Palabras (5 Páginas)  •  1.541 Visitas

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ROL DEL GESTOR PUBLICO

Quiero agradecer, en primer término, el inmerecido honor que se me ha conferido en elegirme para dar estas palabras finales; distinción que estoy seguro sólo se debe a mis venerables canas. Quiero también pedir disculpas porque mi actual circunstancia me ha impedido preparar con tiempo algunas reflexiones auténticamente novedosas, ocurrentes y divertidas, como hubiera sido mi deseo. De modo que me habré de auxiliar con ciertas cosas que alguna otra vez he leído, dicho o escrito.

Queridos amigos:

Somos gestores públicos. Y como gestor público estoy seguro que en más de una ocasión algún amigo o pariente les ha preguntado con extrañeza por qué han escogido la administración pública como opción de vida profesional. Por qué no se han dedicado a algo más rentable en el sector privado, si talento no les falta.

Y es que el utilitarismo imperante en nuestra cultura impide a veces reconocer la existencia de cierta clase de personas, cuyas mayores satisfacciones no les vienen dadas predominantemente por la retribución externa, sino por motivos trascendentes como el simple deseo de servir, de sentirse útiles.

Y precisamente la esencia de la “Administración Pública” puede encontrarse en las propias raíces latinas del concepto: “ad ministrare” (servir a) o “ad manus -trahere” (traer a mano, manejar), que también brindan la idea de servicio en la provisión, gestión, manejo o cuidado de asuntos o bienes públicos.

En este sentido, la razón de ser del funcionario es “servir”, servir a la Nación, que es, fundamentalmente, una colectividad humana, por lo que el ejercicio de la función pública se traduce en el servicio a la persona humana para el Bien Común.

No es tarea fácil ni siempre comprendida: El funcionario está expuesto a mil presiones, tentaciones y difi cultades. Pero, felizmente, al lado, en su condición de ser humano, está dotado de ciertas potencialidades positivas denominadas “virtudes humanas”, consistentes en unas disposiciones habituales para hacer el bien, lo contrario del vicio que es el hábito de hacer el mal.

La eficacia de la administración pública no es una mera cuestión de efi ciencia. Se puede ser efi ciente para el bien o para el mal. Es asunto de valores, bienes morales deseables: el “deber ser”de las cosas. El ser humano es el único ente del universo capaz de reconocer valores, y para distinguir entre el bien y el mal cuenta con la razón que conduce a la verdad. Debe, por ello, ilustrarse acerca de las verdades éticas ya que, de lo contrario, causará el mal por simple ignorancia, aun queriendo o creyendo hacer el bien.

Pero no basta con “saber” dónde se encuentra el bien; es también indispensable “querer” el bien y evitar el mal. Ello implica un adecuado uso de la libertad. Así como el ser humano es el único ser con conciencia ética, es igualmente el único ser capaz de elegir entre el bien y el mal, porque está dotado de libertad.

Pero, además del “saber” que procura la razón y del “querer” que provee la libertad, se requiere “estar en forma”. Ello sólo se logra a través de la práctica repetida que hace “hábito”. Una persona que hace de su estilo de vida la práctica del bien se convierte en un “experto” espontáneo, que no requiere del estudio de grandes tratados de moral para resolver cuestiones éticas.

Uno nunca sabe en qué momento deberá sacar a relucir una virtud para hacer el bien en defensa de su propia dignidad o en benefi cio de los demás. Tenemos que hacer de los hábitos buenos una reserva que afl ore natural y espontáneamente en el momento requerido, porque la vida no espera. En cada instante nos presenta retos frente a los cuales tenemos que elegir entre el bien y el mal.

Cuenta una historia que un Comandante de la armada británica fue juzgado por el Consejo de Guerra por haber hundido su barco para evitar que caiga en manos

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