Rueda De La Vida
Enviado por josekason • 29 de Junio de 2014 • 492 Palabras (2 Páginas) • 342 Visitas
Cuando hemos realizado la tarea que hemos venido a hacer en la Tierra, se nos permite
abandonar nuestro cuerpo, que aprisiona nuestra alma al igual que el capullo de seda encierra a la futura mariposa.
Llegado el momento, podemos marcharnos y vernos libres del dolor, de los temores y
preocupaciones; libres como una bellísima mariposa, y regresamos a nuestro hogar, a Dios.
De una carta a un niño enfermo de cáncer.
"EL RATÓN" (infancia).
Al ratón le gusta meterse por todas partes, es animado y juguetón y va siempre por delante de los demás.
"EL OSO" (edad madura, primeros años)
El oso es muy comodón y le encanta, hibernar. Al recordar su mocedad, se ríe de las correrías del ratón.
"EL BÚFALO" (edad madura, últimos años).
Al búfalo le gusta recorrer las praderas.
Confortablemente instalado, repasa su vida y anhela desprenderse de su pesada carga para convertirse en águila.
"EL ÁGUILA" (años finales).
Al águila le entusiasma sobrevolar el mundo de las alturas, no a fin de contemplar con desprecio a la gente, sino para animarla que mire hacia lo alto.
Las casualidades no existen.
Durante años me ha perseguido la mala reputación. La verdad es que me han acosado personas que me consideran la Señora de la Muerte y del Morir. Creen que el haber dedicado más de tres decenios a investigar la muerte y la vida después de la muerte me convierte en experta en el tema.
Yo creo que se equivocan.
La única realidad incontrovertible de mi trabajo es la importancia de la vida.
Siempre digo que la muerte puede ser una de las más grandiosas experiencias de la vida. Si se vive bien cada día, entonces no hay nada que temer.
Tal vez éste, que sin duda será mi último libro, aclare esta idea. Es posible que plantee nuevas preguntas e incluso proporcione las respuestas.
Desde donde estoy sentada en estos momentos, en la sala de estar llena de flores de mi casa en Scottsdale.
(Arizona), contemplo mis 70 años de vida y los consid
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ero extraordinarios. Cuando era niña, en Suiza, jamás, ni en mis sueños más locos —y eran realmente muy locos—, habría pronosticado que llegaría a ser la famosa, autora de Sobre la muerte y los moribundos, una obra cuya exploración del último tránsito de la vida me situó en el centro de una polémica médica y teológica. Jamás me habría imaginado que después me pasaría el resto de la vida explicando que la muerte no existe.
Según la idea de mis padres, yo tendría que haber sido una simpática y devota ama
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