SOCIEDAD DE LA DESINFORMACIÓN

SOCIEDAD DE LA DESINFORMACIÓN

El ritmo y la instantaneidad generalizados en el tratamiento de la información, hecho que se debe al impacto de las nuevas tecnologías en el periodismo, ha propiciado que se alteren las nociones de verdad y mentira y se de cabida al rumor y a los datos no verificados (1).

Más información supone más fake news.

El concepto de fake news surge en la época y en la sociedad de la información, de la gran abundancia de ella, planteándonos la paradoja de que en el tiempo en que más fácil y generalizado está el acceso a la información, más está floreciendo la desinformación.

Según una investigación del Media Lab del MIT, las noticias falsas poseen un poder alarmante dada la amplitud que tienen, llegando a más gente que la información verdadera y pudiendo alterar el juicio sobre lo que es cierto y lo que es falso. Es muy elevado el número de ciudadanos que no distingue con claridad las noticias inventadas de las verídicas (2).

Si no me conviene, son fake news.

El problema de que este concepto esté tan presente en la realidad social y política es que el poder, siempre que cualquier noticia o medio no diga lo que quiera, o le perjudique, podrá utilizar el término para tacharlo de tal.

La manera en que surgen, quién las crea y cuáles son sus motivaciones son cuestiones cuya respuesta puede explicar el funcionamiento de este arma que puede llegar a desfigurar la realidad y a desestabilizar países. No hay que olvidar que la información es poder, poder en manos de quien la tiene o la crea, y que la gestiona persiguiendo unos intereses.

Alcance de las fake news en EEUU.

Hoy en Norteamérica el término fake news es propiedad de Donald Trump. Toda noticia que no se ajuste a sus intereses es calificada como tal.  Le hemos visto usarlo en incontables ocasiones con un descaro y una falta de sutileza a veces hasta cómica.

Meses antes de las elecciones de 2016, la izquierda, la corriente anti-Trump, comenzó a hablar e incluir en el debate público este concepto para alertar sobre noticias alteradas y manifiestamente falsas que parecían buscar una respuesta que favoreciera al ahora presidente. Solían ser noticias procedentes de sitios de internet de escasa o nula fiabilidad cuyo objetivo era crear desinformación mediante su propagación a través de las redes, buscando confirmar los prejuicios de los votantes más polarizados o crédulos, un perfil que encontramos en el potencial votante de Trump, del votante del populismo y de lo reaccionario.

Sin embargo, conforme el concepto comenzó a extenderse y a suponer un puto central de las guerras políticas y culturales vivas en EEUU, se empezó a desdibujar su significado, en parte gracias al ‘progresismo mainstream’ que comenzó a meter en el mismo saco tanto las noticias falsas, inventadas, manipuladas, que se entienden como fake news, hasta teorías de la conspiración y toda opinión procedente del ámbito más conservador, derechista, hablando en general. Todo era fake news, y aprovechándose de ello la derecha dejó de ignorar el debate y se apropió del término con propósito de desvirtuarlo, lo cual no les salió mal (3).

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