Sangrienta Historia
Enviado por kperez09 • 26 de Septiembre de 2014 • 927 Palabras (4 Páginas) • 356 Visitas
La sangrienta historia
En los años 50, el legendario Daniel Santos cantaba: “yo no hablo de las mujeres ni con motivo, ni con razón, pero hay alguna que otra que se merece su pescozón. Yo sé de una que si un día la cojo fuera de la población, yo la mato o pide perdón”. Más o menos para la misma época, el dúo Quique y Tomás popularizó un apasionado bolero que versaba: “si pudiera besarte, como nunca hombre alguno a otra mujer besó, luego rodear tu cuello con un cordón de seda y apretarte bien el nudo, para que nadie pueda jamás poner los labios donde los puse yo”.
Un par de décadas después, Ismael Rivera continuaba con la tradición. El clásico “Si te cojo” tiene una introducción que dice así: “mira, ponte a lavar, yo quiero mi ropa limpia. El pantalón, restriégalo, restriégalo, restriégalo, tráeme la papa. Luego ponte a fregar, mira, yo no como cuento”. A continuación, sigue el verso más famoso de esa canción de la autoría de Bobby Capó: “si te cojo coqueteándole a otro ya verás que ‘trompá’ te voy a pegar, si te cojo guiñándole a otro un piñazo en un ojo te voy a dar”.
Las canciones populares, se ha dicho alguna vez, suelen ser espejo del alma de los pueblos. Esas tres, junto a muchas otras, nos devuelven una imagen sombría del alma boricua. Aquí, como en muchos sitios, la mujer es vista como propiedad del hombre, y merecedora de toda clase de crímenes si abre alas y rompe esquemas.
Esas son actitudes que tienen un peso de siglos. Son costumbres tan naturales para la mayoría como el aire. Emanan del laberinto de valores e ideologías que vienen desde el amanecer de la humanidad y que a través de la historia se han clavado en las conciencias de manera que a muchos les es imposible imaginar, o actuar en consecuencia con ideas diferentes.
Por eso es que hay hombres a los que si una mujer les dice ‘no más’ es como si les movieran el suelo de debajo de los pies; se les hace imposible entender esa ruptura y maltratan, agreden y matan. En esta semana, varios casos así nos estremecieron: hombres que no pudieron entender que una mujer ya no les pertenecía y respondieron a puñal, martillo o machete.
Quebrar esa memoria de siglos es una tarea de colosos. Pero hay como. Los expertos entienden que la idea de que el hombre manda y la mujer tiene que obedecer son roles aprendidos y, por lo tanto, se pueden cambiar. Y eso empieza, como todo lo que es importante para los países, con educación.
Múltiples organizaciones internacionales han identificado un método que ayuda a que menos gente vea a la mujer como un ser al que se puede maltratar: se llama educación con perspectiva de género y, a grandes rasgos, significa que, desde la cuna, se les enseña a los niños y niñas que todos son iguales y, por lo tanto, todos merecen respeto. Se ha establecido que la educación
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