Semana Santa en Iguala
Enviado por wolfk • 17 de Octubre de 2015 • Trabajo • 558 Palabras (3 Páginas) • 134 Visitas
REVISTA DE LA SEMANA
Rafael Domínguez Rueda
¡O tempora! ¡O mores! Exclamación latina que se traduce: ¡oh tiempos! ¡Oh costumbres! Frase que pronunció Cicerón contra la perversidad de los hombres de su tiempo y que aún podemos repetir en la actualidad, pues siguen cambiando los hombres y los hombres también cambian.
Viene esto a colación porque la que antes se llamaba “Semana Santa” y que verdaderamente eran días de respeto y recogimiento, pasó a llamarse luego “Semana Mayor” y en nuestros días se conoce como “Semana de Primavera”.
La modernidad se ha ido imponiendo sobre la religiosidad para mal de nuestra sociedad, ya que ese alejamiento de la fe, de las creencias ha traído consigo el relajamiento de las buenas costumbres, la pérdida de valores y el menosprecio de nuestras tradiciones.
Desde luego, en todo el mundo muchos cristianos, católicos, lo mismo que evangélicos, habrán de recordar estos días la pasión y muerte en cruz de quién para su credo es el Mesías Redentor.
El pecado del hombre contra Dios, pecado de soberbia, fue tan grande que ningún hombre era capaz de lavar esa tremenda culpa. Sólo Dios mismo podía pagar el precio de la terrible acción por la cual el hombre se perdió, pues se alejó de la divinidad.
Así se realizó el gran misterio de la Encarnación, por el cual Dios se hizo hombre para salvar a los hombres.
Lo divino se convirtió en humano. Todas las cosas tienden ahora a que lo humano se convierta en divino.
Tal es nuestra vocación: sublimizamos cada día; tal es la vocación del mundo.
La fuerza de gravedad de lo creado hace que las criaturas vuelvan a su primer origen, y el nuestro es el Amor primero, es decir, el que precede a los demás, en orden, tiempo, clase, en pocas palabras el absoluto.
A ese Amor debemos encaminamos, regresar y nos encontraremos nuevamente en él.
No importa que no creamos o que creamos en otra religión o tendencia ¿a caso importa que no crea el polvo?
Lo único que importa es la fe, esa creencia en algo sin necesidad de verlo o palparlo; es la esperanza, esa virtud que inclina la voluntad de confiar en la bondad y omnipotencia de un Ser supremo, para alcanzar de él la vida eterna y también lo que importa es la humildad; la renuncia a la soberbia, a la arrogancia con que actúan los poderosos.
Tener la fuerza que se necesita para reconocer nuestra debilidad. Lo demás, dice el Libro de los libros se dá por añadidura.
Ahora priva la inconsciencia, y con ella la ligereza, la frivolidad, el mero instante, el vanidoso yo.
Hagamos, sin embargo que todo eso positivo no apague en nosotros el ansia de eternidad que sentimos en nuestro interior por ese instinto de conservación que está en todos los seres y las cosas.
También para nuestra muerte habrá resurrección, igual que para nuestra gestación hubo nacimiento. Y si en nuestro nacimiento hubo regalos. Preparémonos para que en el momento de la resurrección no nos encontremos con las manos vacías.
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