Teoria De La Opinión pública
Enviado por gemmabp_94 • 7 de Diciembre de 2012 • 4.239 Palabras (17 Páginas) • 344 Visitas
LA OPINIÓN PÚBLICA NO EXISTE
Pierre Bourdieu
Quisiera señalar, en primer lugar, que mi propósito no es denunciar de manera mecánica y
fácil las encuestas de opinión, sino proceder a un análisis riguroso de su funcionamiento y
sus funciones. Lo que implica que se cuestionen los tres postulados que implícitamente
suponen. Toda encuesta de opinión supone que todo el mundo puede tener una opinión; o,
en otras palabras, que la producción de una opinión está al alcance de todos. Aun a riesgo
de contrariar un sentimiento ingenuamente democrático, pondré en duda este primer
postulado. Segundo postulado: se supone que todas las opiniones tienen el mismo peso.
Pienso que se puede demostrar que no hay nada de esto y que el hecho de acumular
opiniones que no tienen en absoluto la misma fuerza real lleva a producir artefactos
desprovistos de sentido. Tercer postulado implícito: en el simple hecho de plantearle la
misma pregunta a todo el mundo se halla implicada la hipótesis de que hay un consenso
sobre los problemas, entre otras palabras, que hay un acuerdo sobre las preguntas que vale
la pena plantear. Estos tres postulados implican, me parece, toda una serie de distorsiones
que se observan incluso cuando se cumplen todas las condiciones del rigor metodológico
en la recogida y análisis de los datos.
A menudo se le hacen reproches técnicos a las encuestas de opinión. Por ejemplo, se
cuestiona la representatividad de las muestras. Pienso que, en el estado actual de los medios
utilizados por las empresas que realizan encuestas, la objeción apenas tiene fundamento.
También se les reprocha el hacer preguntas sesgadas o, más bien, el sesgar las preguntas en
su formulación: esto ya es más cierto y muchas veces se condiciona la respuesta mediante la
forma de hacer la pregunta. Así, por ejemplo, transgrediendo el precepto elemental de la
construcción de un cuestionario que exige que se les "dé sus oportunidades" a todas las
respuestas posibles, frecuentemente se omite en las preguntas o en las respuestas
propuestas una de las opciones posibles, o incluso se propone varias veces la misma opción
bajo formulaciones diferentes. Hay toda clase de sesgos de este tipo y sería interesante
preguntarse por las condiciones sociales de aparición de estos sesgos. En muchos casos se
deben a las condiciones en las que trabajan las personas que producen los cuestionarios.
Pero, sobre todo, se deben al hecho de que las problemáticas que fabrican los institutos de
opinión están subordinadas a una demanda de tipo particular. Así, cuando emprendimos el
análisis de una gran encuesta nacional sobre la opinión de los franceses respecto al sistema
de enseñanza, extrajimos de los archivos de una serie de gabinetes de estudios las preguntas
referentes a la enseñanza. Esto nos permitió constatar que desde mayo de 1968 se habían
planteado más de doscientas preguntas sobre el sistema de enseñanza, frente a menos de
veinte entre 1960 y 1968. Eso significa que las problemáticas que se le imponen a este tipo
de organismos están profundamente ligadas a la coyuntura y dominadas por un tipo
determinado de demanda social. La cuestión de la enseñanza, por ejemplo, sólo puede ser
planteada por un instituto de opinión pública cuando se convierte en problema político. Se
ve enseguida la diferencia que separa a estas instituciones de los centros de investigación
que generan sus problemáticas, si no en un universo puro, en todo caso con una distancia
mucho mayor respecto a la demanda social en su forma directa en inmediata.
Un análisis estadístico sumario de las preguntas planteadas nos puso de manifiesto que la
inmensa mayoría estaban directamente vinculadas a las preocupaciones políticas del
"personal político". Si nos entretuviéramos esta tarde jugando a los papelitos y si yo les
dijera que escribieran las cinco cuestiones que les parecen más importantes en el tema de la
enseñanza, seguramente obtendríamos una lista muy diferente de la que obtenemos al sacar
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las preguntas que fueron efectivamente planteadas por las encuestas de opinión. La
pregunta: "¿Hay que introducir la política en los institutos"? (o variantes de la misma) se
hizo muy a menudo, mientras que la pregunta: "¿Hay que modificar los programas?" o
"¿Hay que modificar el modo de transmisión de los contenidos?" apenas se planteó. Lo
mismo con "¿Hay que reciclar a los docentes?" Preguntas que son muy importantes, al
menos desde otra perspectiva.
Las problemáticas que proponen las encuestas de opinión están subordinadas a intereses
políticos, y esto pesa enormemente tanto sobre la significación de las respuestas como
sobre la significación que se le confiere a la publicación de los resultados. La encuesta de
opinión es, en el estado actual, un instrumento de acción política; su función más
importante consiste, quizá, en imponer la ilusión de que existe una opinión pública como
sumatoria puramente aditiva de opiniones individuales; en imponer la idea de que existe
algo que sería como la media de las opiniones o la opinión media. La "opinión pública" que
aparece en las primeras páginas de los periódicos en forma de porcentajes (el 60% de los
franceses están a favor de...), esta opinión pública es un simple y puro artefacto cuya
función es disimular que el estado de la opinión en un momento dado es un sistema de
fuerzas, de tensiones, y que no hay nada más inadecuado para representar el estado de la
opinión que un porcentaje.
Sabemos que todo ejercicio de la fuerza va acompañado por un discurso cuyo fin es
legitimar la fuerza del que la ejerce; se puede decir incluso que lo propio de toda relación de
fuerza es el hecho de que sólo ejerce toda su fuerza en la medida en que se disimula como
tal. En suma, expresándolo de forma sencilla, el hombre político es el que dice: "Dios está
de nuestra parte". El equivalente de "Dios está de nuestra parte" es hoy en día "la opinión
pública está de nuestra parte". He aquí el efecto fundamental de la encuesta de opinión:
constituir la idea de que existe una opinión pública unánime y, así, legitimar una política y
reforzar las relaciones de fuerza que la sostienen o la
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