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UN MOMO: UNA ANALOGIA DE LA ENAJENACION HUMANA


Enviado por   •  31 de Mayo de 2016  •  Monografía  •  5.749 Palabras (23 Páginas)  •  442 Visitas

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COLEGIO ARTURO ROSENBLUETH

TALLER DE COMUNICACIÓN II

JUAN PEDRO LIMON MEDRANO

HUMANIDADES 6”A”

MOMO: UNA ANALOGIA DE LA ENAJENACION HUMANA

¿Qué es lo que nos hace comunicarnos?

Introductoriamente  quiero recalcar la importancia de comunicarnos entre nosotros, los seres vivos, antes de empezar a hablar ya estamos comunicándonos. Con nuestra mirada, gestos,  actitud. Hasta nuestra forma de vestirnos y movernos habla de nosotros. Estarán pensando que es diferente la comunicación que tenemos con las personas con las que nos relacionamos normalmente que la que podamos tener con una persona un poco arisca o con la que tengamos algún conflicto. Incluiré en este texto, la importancia de leer los medios, a través de distintas maneras, y sobre todo contar mis propias vivencias a lo largo de mi vida y darles a ustedes lectores la satisfacción de cómo es leer a los medios.         

Ahora, como nos comenta Guillermo Michel acerca de cómo se puede dar la comunicación sana es que “la verdadera comunicación se da de tú a tú de mi  yo más profundo a otro yo que me abre sus puertas y ventanas”[1]. Todos necesitamos que nos escuchen cuando hablamos. Una escucha atenta, amable, tranquila es muy efectiva, sobre todo, cuando la otra persona necesita decirnos algo personal. Esta misma escucha es válida para la comunicación diaria, produce una buena sensación sentir que a la otra persona le importa y le interesa lo que le estamos diciendo. Seguro que alguna vez te han escuchado de esta manera ¿verdad que es agradable? Para una buena comunicación ayuda mucho tener presente que nuestra opinión no es la única ni la más válida. Cada persona ha nacido en un lugar, familia y entorno diferentes. Sus experiencias e ideas son distintas. No hace falta que te empeñes en convencer a nadie de lo que tu opinas o crees

Ahora, de aquí en adelante comienza mi experiencia aprendida acerca de la comunicación desde la intrapersonal hasta la social que eso incluye los medios masivos…                                                                                        


Momo, y la trascendencia de la comunicación humana

El saber escuchar es un tema recurrente tanto en las técnicas de comunicación interpersonal como en las de negociación, de convivencia familiar, etc. Sin embargo, es un tema poco trabajado en el ámbito de la comunicación social. Quizá la razón es que parece algo evidente: sin escucha no hay comunicación. Para eso, la radio ha venido al mundo a despertar nuestra imaginación, donde el recurso más valioso que tenemos para escuchar es nuestro oído, “debo suponer que ya puedo escuchar un programa radiofónico y comprenderlo o valorarlo en sus justas dimensiones”[2]. El comunicador debe saber escuchar (a otros, a la realidad, a sí mismo, como ya he mencionado con anterioridad) para poder decir algo. Dicho con radicalidad: cualquier palabra valiosa es hija de la escucha. Y esa máxima vale para un profeta y para un tuitero, pasando por un periodista, un publicitario o un guionista. Sin embargo, el tema no es tan evidente (como reflejan los estudios sobre negociación o sobre comunicación interpersonal), porque hay diversas formas de escuchar, así como diversos grados o niveles de escucha. En última instancia, la escucha radical exige algo que es muy difícil, que está más allá de toda técnica. La escucha radical exige silencio interior. 

Escuchar de verdad es escuchar como Momo. Es decir: escuchar de tal manera que “a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes”, sabía escuchar de tal manera que “la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de repente, qué era lo que quería”, sabía escuchar de tal manera que “los tímidos se sentían de repente muy libres y valerosos. O los desgraciados o agobiados se volvían confiados y alegres”. En última instancia, sabía escuchar de tal manera que los que se creían insignificantes se descubren, misteriosamente, únicos e importantes para el mundo. Ende nos revela también por qué Momo era capaz de esa magia. Momo era capaz de escuchar así porque vivía desde un profundo silencio interior.

                                                                                                

Esa es la magia de la escucha auténtica. Y funciona, porque en última instancia el hombre es “Oyente de la palabra”, y el hombre ha de aprender a ser “su propia palabra” es decir, el hombre llega a ser quien es configurando su propia vida como “respuesta” a los retos que le propone el mundo y el tiempo que le ha tocado vivir. Por eso, escuchar y ser escuchado está en la base de todo lo que consideramos propiamente humano. Por eso al escuchar y al ser escuchados, ponemos las bases para ser nosotros mismos. ¿Sabes escuchar así? ¡Inténtalo! ¡Prueba! nos exhorta Ende. 

Momo, la única persona que sabe valorar el tiempo sobre toda las cosas, pues ella siendo humilde, sabe de la mayor riqueza en todo el mundo, son los momentos que pasamos con nuestros seres queridos, y el amor con el que ejercemos nuestros trabajo día a día. Por lo tanto ella se verá en una odisea por hacer entender esos a sus amigos, por medio de sus acciones. Ya que ella no es muy buena hablando pero sí escuchando. Momo no se encuentra sola, para esto, obtendrá la ayuda de la sapientísima tortuga Casiopea y el maestro Hora, quien casualmente es anciano y se vuelve joven, como el compañero del tren de Michael Ende.

Momo intenta mostrarles lo absurdo de ahorrar tiempo quitándoselo a las actividades que se disfrutan para solo concentrarse en el trabajo pero los habitantes de la ciudad están tan alienados al discurso de los hombres de gris que ya no escuchan a Momo, ni le preguntan su opinión están siempre de mal humor, cansados, hartos pero con mucho tiempo ahorrado. De acuerdo a esta afirmación del libro, me recuerda a Sartori, porque comenté que los habitantes no escuchaban a Momo, tal y como lo hace la televisión con sus televidentes. Los espectadores ya no están mucho tiempo con sus familias, ya no conviven y se quedan como robots, y la televisión enajena “en la televisión el hecho de ver prevalece sobre el hecho de hablar en el sentido de que la voz del medio es secundaria”[3]. Como principal consecuencia el espectador se vuelve un animal adicto a este medio y se hace

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