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Victor Orrozco


Enviado por   •  12 de Mayo de 2013  •  2.098 Palabras (9 Páginas)  •  311 Visitas

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VÍCTOR OROZCO (UNA NARRACIÓN HISTÓRICA: LOS PRIMEROS CIEN AÑOS EN LAS RELACIONES JUÁREZ-EL PASO)

Los comienzos

En 1848, se estableció la frontera entre México y Estados Unidos en la antigua villa del Paso del Norte, fundada como establecimiento hispánico casi doscientos años antes. (Vale recordar que en los dominios españoles, tanto en la porción peninsular como en las Canarias y en América era común poner el nombre de “El Paso” a poblaciones ubicadas en lugares de tránsito como vados de ríos, salidas de cañones, separaciones o aperturas de cordilleras, etc). Inmediatamente después de fijada la demarcación internacional, se comenzó a edificar un nuevo asentamiento en la banda izquierda del Río Bravo a la que los comerciantes y agricultores norteamericanos recién llegados le llamaron inicialmente Franklin, para recuperar muy pronto su antiguo nombre castizo de El Paso, en un acto que algunos chihuahuenses de finales del siglo XIX tenían como un “flaco favor” que nos hicieron los anglos. Desde entonces, entre ambas poblaciones se desplegó una complicada relación de choque y entrelazamiento a la vez. Andando el tiempo, las dos poblaciones crecerían en forma dispareja según la influencia de factores diversos: llegada del ferrocarril, guerras y revoluciones, políticas fiscales de ambos gobiernos, desarrollo económico e industrialización. De los modestos villorrios que eran ambos unos veinte años después de fundado El Paso, Texas, se han convertido hoy en una conurbación internacional que tiene unos dos millones de habitantes, correspondiendo 600,000 a la norteamericana y 1,400,000 a la mexicana, según los censos oficiales de ambos países, aun cuando algunos otros cálculos consideran que Juárez por sí sola sobrepasa los dos millones de personas. Hasta donde sé, en ninguna otra frontera del mundo existe una aglomeración de estas dimensiones.

El tratado de paz y los conflictos posteriores

A la firma del tratado de Guadalupe Hidalgo se convino en que el pueblo de El Paso del Norte quedaba en la frontera entre ambos países, aunque las coordenadas con las que se identificó su ubicación resultaron bastante inexactas. Por su lado occidental se extendía un amplísimo territorio que llegaba hasta los márgenes del rio Gila, de manera tal que la línea fronteriza, en su mayor parte era fluvial y solo en un pequeño tramo era terrestre, el que mediaba entre aquel río y el Bravo o Grande. Allí se ubicaba la región conocida como la Mesilla, en la cual se fundaron tres colonias con nuevo-mexicanos reacios a convertirse en norteamericanos, por lo cual decidieron trasladarse con sus familias al estado de Chihuahua. Pero en 1853, al gobernador norteamericano del territorio del Nuevo México, contra todas las evidencias de hecho y de derecho, le plugo que la frontera corría mucho más al Sur y que abarcaba quizá otras 100,000 millas cuadradas de territorio mexicano, que eran por casualidad las mejor ubicadas para trazar el ferrocarril hacia San Francisco. Amenazó invadir y recibió una inmediata respuesta del gobierno de Chihuahua y de los vecinos de Paso del Norte. En una larga carta del gobernador chihuahuense a su contraparte, le denunciaba su bárbaro procedimiento y le comunicaba su decisión de resistir: “…México ha dado repetidas pruebas de que desea conservar la paz aún a costa de sus derechos frecuentemente menospreciados; pero sería indigno del título de nación si permitiera atropellar su dignidad violentamente y sin visos de razón”. Se organizó la defensa y a la villa llegaron las tropas con el ilustrado gobernador Angel Trias a la cabeza, quien necesitado de recursos, tomó los de la aduana y cobró a los comerciantes norteamericanos los impuestos federales, que luego tuvieron que pagarlos de nuevo en Chihuahua a los recaudadores del gobierno de Santa Anna. Dispuestos ambos bandos a recomenzar la guerra, llegó la orden del dictador mexicano para que las tropas se retiraran porque La Mesilla había sido finalmente vendida al gobierno de los Estados Unidos en 10 millones de pesos. Fue un trato aceptado por México con una pistola en la sien, pero en nada desagradable al gobierno santanista, que esperaba fortalecerse con el dinero fresco del inicuo pago. Nos quedamos así sin las minas del cobre y sin los castores y nutrias que abundaban en el rio Gila y cuyas pieles causaban furor entre los aristócratas europeos, tanto, que a los pocos años los cazadores consiguieron casi extinguirlos.

Por entonces se acreditó en la villa un cónsul norteamericano, además del existente en la ciudad de Chihuahua desde 1826. Casi siempre era algún comerciante avecindado en México después de la guerra y que combinaba sus negocios particulares con la prestación de servicios requeridos por el departamento de Estado. Eran trámites para comprobar o pocas veces negar la nacionalidad de los numerosos viajantes que pasaban por la región con rumbo al Sur o a California. Se trataba de aventureros, ladrones, buscadores de oro, rebeldes expulsados de sus países después de la derrota de las revoluciones de 1848, irlandeses, escoceses, franceses, rusos, alemanes, quienes buscaban ampararse en el pasaporte norteamericano que sin grandes averiguaciones les expedía el consulado. Y sobre todo, éste se ocupaba de negociar el pago de las contribuciones exigidas por el gobierno mexicano a los comerciantes llegados del otro lado del río. Nadie pensaría entonces que la modesta oficina instalada en un cuarto de adobe con una mesa y unas sillas por todo mobiliario, según informaba el flamante oficial, se convertiría andando el tiempo en el mayor consulado estadounidense en el extranjero.

Entre 1848 y 1854 estuvo vigente la cláusula del tratado de Guadalupe-Hidalgo que obligaba al gobierno norteamericano a impedir las excursiones de indios bárbaros en México. Desde luego, nunca pudo cumplir con tal carga e incluso, para los habitantes de Chihuahua y en especial para los de la frontera fue el período en que se produjeron el mayor número de ataques apaches, con las consiguientes pérdidas de vidas y patrimonios. Tomados entre dos fuegos y empujados hacia el Sur, los guerreros de la nación irredenta atacaron cuanto arriero y ranchos mexicanos pudieron, llevándose granos y ganado. En 1868, la comisión mixta de reclamaciones establecida por ambos gobiernos con sede en Washington, recibió numerosas demandas de ciudadanos residentes en la Villa del Paso del Norte por daños en su hacienda sufridos en el lapso mencionado, entre otros la del cura Ramón Ortiz, notable e influyente personaje quien tuvo a su cargo la parroquia del lugar desde

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