Ética

A lo largo de la historia varios filósofos, empezando por Sócrates se preocuparon de un problema llamado ética, para abordarlo usaron varios métodos, pero se tenía que empezar por algo básico, definir qué es el hombre, así fue como se dieron distintas formas de ver al ser humano, pero en este caso solo tomaremos lo concerniente a temas como su conciencia, la ética, la moral y la sociedad.

Como antes lo dijimos Sócrates fue el primer filosofo en preocuparse directamente del problema de la ética en el hombre, para esto llego a autodenominarse como un sabio en el asunto, así llamando a este campo sabiduría humana, es decir el conocimiento que puede tener el hombre sobre sí mismo. Uno de los cuestionamientos principales que intenta responder Sócrates es ¿Cuál es la naturaleza y la realidad última del hombre?

Finalmente se llega a una respuesta precisa e inequívoca: el hombre es su alma, puesto que su alma es precisamente aquello que lo distingue de manera específica de cualquier otra cosa. Sócrates entiende por alma nuestra razón y la sede de nuestra actividad pensante y ética. En pocas palabras: el alma es para Sócrates el yo consciente, es decir, la conciencia y la personalidad intelectual y moral.

Sócrates llega al concepto de virtud, el cual consiste en que es aquello que hace perfeccionar a cada cosa, así la virtud en el ser humano se encuentra en hacer que el alma sea buena y perfecta, llegando a la perfección mediante la ciencia y el conocimiento. También habla de que el desarrollo de la virtud debe darse en comunidad, no solo de forma individual, para que así la sociedad obtenga bienes ya que estos provienen de la virtud y no al contrario.

De este modo Sócrates lleva a cabo una revolución en la tabla tradicional de los valores. Los verdaderos valores no son aquellos que están ligados a las cosas exteriores, como la riqueza, el poder o la fama, y tampoco aquellos que están ligados al cuerpo, como la vida, la fuerza física, la salud o la belleza, sino exclusivamente los valores del alma que se hallan todos incluidos en el conocimiento. Por supuesto, esto no significa que todos los valores tradicionales se conviertan en antivalores, sin más; significa sencillamente que por sí mismos carecen de valor. Sólo se convertirán en valores si se utilizan como lo exige el conocimiento, es decir, en función del alma y de su areté.

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