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Enviado por   •  10 de Octubre de 2015  •  Apuntes  •  25.992 Palabras (104 Páginas)  •  132 Visitas

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JESUS EL MISIONERO

Después de contemplar la sorprendente y deslumbrante personalidad de Jesús nos hemos preguntado por qué Jesús es así actúa así; nos hemos preguntado por las raíces o las fuentes de donde brota es personalidad y las hemos encontrado en la experiencia de Dios como Padre entrañable y del Espíritu de Dios que le llenaba. Ahora vamos a ver a Jesús en acción, en primer lugar como misionero del Reino, después como profeta, como maestro, como excluido con los excluidos, como el crucificado y,  finalmente, como el resucitado.

Hablemos, en primer lugar, de Jesús como misionero del Reino. Vamos a tratar de profundizar en la ilusión de su vida, en el ideal que la orientó, en aquello para lo que vivió: el Reino de Dios, que no es, como ya dije, una cosa separable del Dios Abba, porque el Reino es la voluntad de Dios, su deseo de ser Padre de todos, la concreción, la realización en la historia de su amor entrañable al mundo y a la humanidad para que sean el mundo y la humanidad que Dios quiere. El Reino tampoco es separable de la acción del Espíritu ya que Jesús vivió para Dios, para su voluntad, para su Reino, con la fuerza irreprimible del Espíritu Santo. La experiencia del amor del Padre y de la fuerza amorosa del Espíritu es la fuente de la que brota la vida de Jesús; una vida totalmente entregada a una causa, que él llamó el Reino de Dios.

  1. JESÚS Y EL REINO DE DIOS

1.1. Una realidad que le quitaba el sueño a Jesús

Vamos a presentar, en primer lugar, a una visión de la realidad que tuvo tener Jesús ante sus ojos y que despertó en Él el deseo de cambiarla para que se ajustara a lo que Dios quería. Llama mucho la atención la desproporción que hay entre la vida privada de Jesús (30 años) y la brevedad de su vida pública (3 años). A veces nos preguntamos: ¿por qué no comenzaría su actividad misionera antes, por ejemplo a los 20 años? ¡Cuántas cosas podía haber hecho durante esos 10 años desperdiciados en trabajar la madera! Hubiera dejado, antes de morir, las cosas más hechas y no sólo hilvanadas, como las dejó. Incluso la comunidad de los Doce la dejaba sólo hilvanada y por eso se desarmó ante la pasión y la muerte de Jesús.

Lucas pierde la pista de Jesús cuando éste cumple 12 años, momento en el que dice que Jesús “crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría” (Lucas 2, 40) ¡Cuántas cosas fue aprendiendo Jesús en el libro de la vida que se abría cada día ante sus ojos! Muchas más que en una escuela rabínica, porque era buen observador.

Jesús, durante su vida oculta no sólo trabajaba la madera, la piedra o el campo; crecía, aprendía (Lucas 2,52), observaba y se daba cuenta de cómo vivía la gente, de cómo estaba organizada la sociedad y de cómo eran las relaciones entre las personas en el ámbito de la familia, de la religión y de la sociedad. Con la simple técnica natural de la observación directa y participativa en la vida del pueblo, se dio cuenta de que la ley que regía la vida, la familia, la religión y sociedad, no era la Ley de Dios ni siquiera en los que llevaban frases de la Ley colgadas como franjas de sus vestimentas. Lo que regía era el egoísmo, el afán de  prestigio, poder y dominio de los demás, el empeño por enriquecerse, por ocupar los primeros puestos y, como consecuencia de todo  eso, el desprecio y la marginación de los últimos, los débiles: la mujer, los niños, los pobres, los enfermos, los pecadores y los extranjeros.

Jesús, como buen judío, iba a la sinagoga de Nazaret todos los sábados y escuchaba proclamar solemnemente en nombre de Dios cosas que realmente, en su opinión, Dios no podía pensar ni querer como aquella sentencia que consagra la venganza: "ojo por ojo y diente por diente" (Mt 5,38), o aquella otra que justifica el odio: "ama a tu prójimo y odia a tu enemigo"(Mt 5,43) o las críticas despectivas contra los extranjeros a quienes se les daba generalmente el nombre de "perros" ( Mt 16,26) o la situación de esclavitud en la que vivía la mujer o la desatención a los enfermos que terminaban siendo mendigos.

Jesús observaba cómo los jefes religiosos de Israel, sobre todo los sacerdotes de alto rango, los escribas y los fariseos, manipulaban la religión en beneficio propio. Realizaban sus prácticas religiosas de ayuno, oración y limosna, hechas en público, con gran ostentación y para ser vistos. Con ellas no buscaban a Dios, sino el prestigio, porque, efectivamente, en una sociedad tan religiosa, esas prácticas les daban un gran prestigio social y despertaban la admiración y reverencia de la gente sencilla (Mateo 6,5). Al mismo tiempo despreciaban a quienes consideraban "pecadores" (Lucas 18,10) o a los pobres por ser ignorantes de la ley. Jesús los denunciará después porque "devoran los bienes de las viudas con el pretexto de largas oraciones" (Lucas 20,47)

        1.2. El sueño del galileo

Seguramente Jesús, poco a poco, comenzaría a pensar: Dios, que es Padre de todos, no puede querer esta desigualdad entre sus hijos. En medio de aquella sociedad israelita egoísta, marginadora de los débiles, violenta y vengativa, Jesús soñaba, noche y día, en una sociedad diferente, exactamente del revés. Soñaba en una comunidad no regida por el egoísmo, sino por la solidaridad, no impulsada por el odio y la venganza, sino por el perdón y el amor a todos, incluso a los enemigos (Mt 5,39-41); una sociedad en la que los pobres y los enfermos, incluso los despreciados leprosos, fueran los primeros en la consideración de todos (Lucas 14,21), una comunidad en la que cada uno no luchara por ser el primero, sino el último y el servidor de los demás (cf. Mc 9,35). Él soñaba con una vida más digna para todos.

Ese contraste entre la realidad que tenían ante sus ojos y el sueño que Jesús tenía en su corazón, fue como la espoleta que despertó al profeta que llevaba dentro y le lanzó a cambiar esa.

Cualquiera persona “sensata” con la que compartiera sus inquietudes le podría decir: joven, tu sueño es imposible. Sin embargo, un buen día, el joven Galileo, impulsado por el Espíritu Santo, se dijo a sí mismo: ¿Cómo que es un sueño imposible?, y comenzó a convertir el sueño en realidad. Dejó su familia y su trabajo manual y se lanzó, como profeta ambulante, a proclamar y realizar su sueño. Y comenzó a buscar gente para crear ese grupo diferente, regido por la ley de la igualdad, del amor y del servicio, en el que hubiera, en las mismas condiciones, varones y mujeres. Algunos le siguieron,  aunque sin entender del todo su sueño, incluso entendiéndolo mal. Pero, los seducía la pasión con que Jesús exponía su proyecto.

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