Análisis Eneida funciona
Enviado por rodrigoulloavera • 1 de Noviembre de 2014 • Reseña • 3.825 Palabras (16 Páginas) • 161 Visitas
ENEIDA
INTRODUCCIÓN
Virgilio
Quizá desde comienzos del milenio, el territorio que bordea el lento fluir de las aguas del Po se vio habitado por grupos celtas que acudían en sucesivas oleadas de allende los Alpes. Junto al Mincio, uno de sus afluentes, en Andes, una aldea cerca de Man¬tua, nació Publio Virgilio Marón (Vergilius) el 15 de octubre del año 70 a. C. A lo largo de esos mil años que preceden a su naci¬miento, los pueblos celtas de la ribera habrían recibido diversas influencias civilizadoras, y, si en su momento el elemento etrusco tuvo sin duda la fuerza que destaca Virgilio en su descripción de Mantua (Eneida, X, 198-203), desde los tiempos de la Segunda Guerra Púnica habían brotado ya en el territorio numerosas co¬lonias de latinos que hicieron de la Galia Cisalpina una región de avanzada cultura y saneada economía agrícola, tal como era du¬rante el siglo 1 a. C.
Vergilius es un nombre gentilicio latino bien implantado en el norte y en otras regiones de Italia, y nos hace pensar que nació el poeta en una de esas familias latinas instaladas en la campiña del Po ya tiempo atrás, quizá desde la época de aquellas coloni¬zaciones. Andando el tiempo y ya tan tarde como en los últimos años del imperio, sus lectores habrían corrompido el nombre en Virgilius -de donde procede el que aún hoy utilizamos para el autor de la Eneida- por una doble vía: de virgo (dado el tímido carácter que le valió el apodo griego de Parthenias), o de virga (por la varita característica de los magos, que esa fama tendría ya entonces nuestro poeta).
Su padre, aunque la tradición lo describe como de humilde origen, un alfarero o un bracero -o las dos cosas- que se habría casado con la hija de su patrón, Magia Pola, fue probablemente un eques, un terrateniente lo bastante rico como para preocupar¬se de que recibiera su hijo la mejor educación posible y prepa¬rarlo así para la carrera forense, camino seguro en la Roma de entonces hacia la lucha política.
Sus primeros años debieron de transcurrir, por tanto, en la finca de Andes, entre las labores del campo que tanto habrán de aparecer en sus obras, confiado tal vez a un paedagogus que cui¬dase de su instrucción primera. En Roma, Pompeyo y Craso de¬sempeñaban el año 70 su primer consulado compartido en astu¬ta jugada política que, bajo la apariencia de liquidar la obra de Sila, trataba de asentar el poder en las manos del partido senato¬rial. Diez años después formarían el primer triunvirato con Cé¬sar, primer movimiento de una larga partida que habría de liqui¬dar el régimen republicano. Así, la vida de Virgilio sigue paso a paso los últimos cuarenta años de esta agonía, hasta el triunfo definitivo del principado en la persona de Augusto.
Con diez o doce años se trasladó a Cremona para comenzar sus estudios. César iniciaba por esas fechas su conquista de la Galia, y hay quien afirma que leyó Virgilio sus Comentarios con mayor interés por haber tenido quizá ocasión de verle personal¬mente cuando andaba reclutando sus tropas por las ciudades de la Galia Cisalpina. Aunque era primaria la educación que recibió en Cremona (es decir, una enseñanza elemental de lectura, escri¬tura y aritmética), no hay que perder de vista que era éste el te¬rritorio donde habían nacido y comenzado a escribir parte de los poetae novia; temprano habría empezado Virgilio a entrar en con¬tacto con el mundo de la literatura más refinada de su tiempo.
Parece que recibió la toga viril el año 55, y quiere la tradición que también fuera éste el año de la muerte de Lucrecio. Siguien¬do el camino que le alejaba de su tierra natal imperceptiblemen¬te, marcha Virgilio a Milán a continuar los estudios de gramática y literatura que ya habría comenzado en Cremona. Era Mediola¬num una importante ciudad donde cabe suponer que sería fácil recibir una adecuada educación para intentar el salto final hacia Roma, donde debió de instalarse Virgilio el año 54, más o menos.
Su intención era, como la de todo romano cultivado, estudiar retórica, y parece que su padre le obligaba a prepararse para una carrera forense y política, aunque puede que este dato de su bio¬grafía no sea otra vez sino el tópico que hace con frecuencia trabajar a los poetas contra las buenas intenciones de la familia. Según alguno de sus biógrafos, frecuentó las lecciones de Epidio, quien fuera también maestro por entonces de Antonio y Octa¬viano, el futuro Augusto. Pero era la retórica árida especialidad para un poeta y, por otra parte, los tiempos en Roma (en el 52 Pompeyo se convirtió ya en consul sine collega) eran ya más de dinero y espada que de discursos. Por ello no es raro que Virgilio prefiriera dedicarse a frecuentar los restos de lo que había sido el círculo de Catulo, como muestran las amistades que por enton¬ces habría empezado a hacer con Asinio Polión, Alfeno Varo, Cornelio Galo, Helvio Cinna y otros. A ello habría contribuido decisivamente lo que sus biógrafos describen como un fracaso en su primera intervención como abogado.
Debía Virgilio de estar en Roma el año 49, cuando estalló la guerra entre César y Pompeyo, y éste hubo de cruzar precipita¬damente el Adriático con buena parte del Senado. No es seguro si militó en las armas de César ni si hubo de dejarlo ya por pro¬blemas de salud. Sea como fuere, su salud, sin duda, no era buena y los acontecimientos políticos de estos años debieron marcarle profundamente; por todo ello, poco después de Farsalia se mar¬cha a Nápoles (año 48 a. C.) para estudiar filosofía con el epicú¬reo Sirón, director entonces del «jardín», un hermoso círculo de filósofos y artistas que habrían frecuentado nombres importantes de la Roma de entonces, como Julio César, Manlio Torcuato, Hircio, Pansa, Dolabela, Casio, Ático y Cornelio Galo. De Cre-mona a Nápoles, por tanto, parece que Virgilio no dejó de estar en estrecho contacto con los círculos intelectuales más notables.
No podemos saber con seguridad si Virgilio escribía ya por es¬tos años. De ser suyos -cosa que parece dudosa a la moderna crí¬tica- algunos de los poemas de la Appendix Vergiliana, los habría escrito por entonces y pueden seguirse en ellos las influencias de aquellos poetae novi que pretendían poner la poesía romana tras los pasos de Teócrito y Calímaco; de esa escuela, por tanto, que se conoce como alejandrinista. Virgilio se instaló definitivamente en Nápoles, quizá recibió en herencia la pequeña finca de Sirón (antes del 41 a. C.) y, pese a que con el tiempo llegó a tener algu¬nas posesiones en la propia Roma gracias a la generosidad de sus amigos, se hicieron cada vez más raros sus viajes a la capital del imperio.
Así pues, he aquí a Virgilio tranquilamente instalado en Cam¬pania mientras se desarrollaban
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