Civilizacion
Enviado por • 18 de Junio de 2014 • 4.052 Palabras (17 Páginas) • 290 Visitas
E LA SOCIEDAD POLÍTICA O CIVIL
77. Dios tras hacer al hombre de suerte que, a su juicio, no iba a convenirle estar solo, coIocóle bajo
fuertes obligaciones de necesidad, conveniencia e inclinación para compelerle a la compañía social, al
propio tiempo que le dotó de entendimiento y lenguaje para que en tal estado prosiguiera ylo gozara. La
primera sociedad fue entre hombre y mujer, y dio principio a la de padres e hijos; y a ésta, con el tiempo,
se añadió la de amo y servidor. Y aunque todas las tales pudieran hallarse juntas, como hicieron
comúnmente, y no constituir más que una familia, en que el dueño o dueña de ellas establecía una
especie de gobierno adecuado para dicho grupo, cada cual o todas juntas, ni con mucho llegaban al viso
de "sociedad política", como veremos si consideramos los diferentes fines, lazos y límites de cada una.
78. La sociedad conyugal se forma por pacto voluntario entre hombre y mujer, y aunque sobre todo
consista en aquella comunión y derecho de cada uno al cuerpo de su consorte, necesarios para su fin
principal, la procreación, con todo supone el mutuo apoyo y asistencia, e igualmente la comunidad de
intereses, necesidad no sólo de su unida solicitud y amor, sino también de su prole común, que tiene el
derecho de ser mantenida y guardada por ellos hasta que fuere capaz de proveerse por sí misma.
79. Porque siendo el fin de la conjunción de hombre y mujer no sólo la procreación, sino la continuación
de la especie, era menester que tal vínculo entre hombre y mujer durara, aún después de la procreación,
todo el trecho necesario para el mantenimiento y ayuda de los hijos, los cuales hasta haber conseguido
aptitud de cobrar nueva condición y valerse, deberán ser mantenidos por quienes los engendraron. Esta
ley que la infinita sabiduría del Creador inculcó en las obras de sus manos, vémosla firmemente
obedecida por las criaturas inferiores. Entre los animales vivíparos que de hierba se sustentan, la
conjunción de macho y hembra no dura más que el mero acto de la copulación, porque bastando el
pezón de la madre para nutrir al pequeño hasta que éste pudiere alimentarse de hierba, el macho sólo
engendra, mas no se preocupa de la hembra o del pequeño, a cuyo mantenimiento en nada puede
contribuir. Pero entre los animales de presa la conjunción dura más tiempo, pues no pudiendo la madre
subsistir fácilmente por sí misma y nutrir a su numerosa prole con su sola presa (por ser este modo de
vivir más laborioso, a la par que más peligroso, que el de nutrirse de hierba), precisa la asistencia del
macho para el mantenimiento de la familia común, que no subsistiría antes de ganar presa por sí misma,
si no fuera por el cuidado unido del macho y la hembra. Lo mismo se observa, en todas las aves (salvo
en algunas de las domésticas: la abundancia de sustento excusa al gallo de nutrir y atender a la cría),
cuyos hijuelos, necesitados de alimento en el nido, exigen la unión de los padres hasta que puedan
fiarse a sus alas y por sí mismos valerse.
80. Y aquí, según pienso, se halla la principal, si no la única razón, de que macho y hembra del género
humano estén unidos por más duradera conjunción que las demás criaturas, esto es, porque la mujer es
capaz de concebir y, de facto hállase comúnmente encinta de nuevo, y da nuevamente a luz, mucho
tiempo antes de que el primer hijo abandonare la dependencia a que le obliga la necesidad de la ayuda
de los padres y fuere capaz de bandearse por sí mismo, agotada la asistencia de aquéllos; por lo cual,
estando el padre obligado a cuidar de quienes engendrara, deberá continuar en sociedad conyugal con
la misma mujer por más tiempo que otras criaturas cuyos pequeños pudieren subsistir por sí mismos
antes de reiterado el tiempo de la procreación. Por lo que en éstos el lazo conyugal por sí mismo se
disuelve, y en libertad se hallan hasta que Himeneo, en su acostumbrado tránsito anual, de nuevo les
convoque a la elección de nueva compañía. En lo que no puede dejar de admirarse la sabiduría del gran 1
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Creador, quien habiendo dado al hombre capacidad de atesorar para lo futuro al propio tiempo que
hacerse con lo útil para la necesidad presente, impuso que la sociedad de hombre y mujer más tiempo
abarcara que la de macho y hembra en otras especies, a fin de que su industria fuera estimulada, y su
interés más uno, redundando en cobranza y reserva de bienes para su común descendencia, objeto que
fácilmente trastornaría las inciertas mezcolanzas, o fáciles y frecuentes soluciones de la sociedad
conyugal.
81. Pero aunque estas sujeciones impuestas a la humanidad den al vínculo conyugal más firmeza y
duración entre los hombres que en las demás especies de animales, con todo podrían mover a inquirir
por qué ese pacto, que consigue la procreación y educación y vela por la herencia, no podría ser
determinable, ya por consentimiento, ya en cierto tiempo o mediante ciertas condiciones, lo mismo que
cualquier otro pacto voluntario, pues no existe necesidad, en la naturaleza de la relación ni en los fines
de ella, de que siempre sea de por vida: y a aquellos solos me refiero que no se hallaren bajo la coacción
de ninguna ley positiva que ordenare que tales contratos fueren perpetuos.
82. Pero marido y mujer, aunque compartiendo el mismo cuidado, tienen cada cual su entendimiento, por
lo cual inevitablemente diferirán en las voluntades. Por ello es necesario que la determinación final (esto
es, la ley) sea en alguna parte situada: y así naturalmente ha de incumbir al hombre como al más capaz
y más fuerte. Pero eso, que cubre lo concerniente a su interés y propiedad común, deja a la mujer en la
plena y auténtica posesión de lo que por contrato sea de su particular derecho, y, cuando menos, no
permite al marido más poder sobre ella que el que ella gozare sobre la vida de él; hallándose en efecto el
poder del marido tan lejos del de un monarca absoluto, que la mujer tiene, en muchos casos, libertad de
separarse de él por derecho natural o términos de contrato, ora este contrato se hubiere por ellos
convenido en estado de naturaleza, ora por las costumbres y leyes del país en que viven; y los hijos, tras
dicha separación, siguen la suerte del padre o de la madre, según
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