De las experiencias vividas en el Congreso Nacional de Lengua y Literatura – Ica 2016.
Enviado por Nathanael Peralta Luis • 29 de Noviembre de 2016 • Apuntes • 508 Palabras (3 Páginas) • 198 Visitas
De las experiencias vividas en el Congreso Nacional de Lengua y Literatura – Ica 2016.
Es inexplicable porqué uno se cansa de sí mismo y de los demás. La convivencia ha de ser esa escusa poco convincente que tiene el sentido común de los espacios para hacernos frente o, en todo caso, orillarnos aún más a otro estado de desesperación.
“El infierno son los otros” definía Jean Paul Sartre en su pieza teatral Huis Clos. Todo lo que alcanzamos a percibir de esos otros constituye una penosa necesidad que el ser humano está dispuesto a pagar por el sabio pecado de convivir con los suyos o ajenos. Está de más decir que somos seres sociales y que, por ello, la necesidad de estar cerca de otro semejante no sirva para satisfacer ene necesidades. Sin embargo, seguimos siendo ese infierno, en cierta medida, para el otro.
Somos seres insoportables. He caído en la cuenta que sin importar lo que hagamos necesitamos un pacto con la soledad. Avanzar por entre las dunas de un país solitario nos muestra la diferencia con el resto del mundo. Aquí todo llora y todos nos apegamos a nuestra soledad. Pareciese como si aún en el pavor del alumbramiento naciéramos solos y llorando.
Durante estos días de congreso lo más difícil fue la convivencia con esos seres acostumbrados solo a verse unas horas al día. Pasar de ello a estar viéndolos día tras día e incluso compartir habitación fue un descubrimiento de la vida: sin importar con quien estemos siempre estaremos solos
Los días pasaban y la cosa no mejoraba. Tal vez sea cierto que el problema sea uno y no el resto. Había que ver. Pocas horas con varias personas en distintos lapazos de tiempo amortigua el golpe de la costumbre.
Las ponencias, magistrales y el sol sofocante. Treinta grados a la sombra y ningún resquicio fugaz donde posar. La comida mejor aunque sigue siendo mala, la ropa sigue húmeda, la pondremos a secar por la tarde.
Mejor salir de turismo, Huacachina es bonita pero ha perdido su color. Las bodegas son excelentes pero han perdido ese sabor, se han convertido en mundanas, con luces y pacharacos en los rincones. Todo parece ser tocado por la llovizna tierna de la tarde, pura sombra que se va cayendo desde arriba sobre todos. El calor sigue siendo insoportable.
Volvemos a nuestra última noche al hotel, la gente parece no tener prisa nunca, caminan lento como quitándose el polvo de los zapatos. Pesa demasiado el pisco en las mochilas y los recuerditos de colores desgarran mi mochila. La coseré cuando este en casa.
Y así, tan rápido como vinimos hemos de irnos más bronceados que de costumbre. Muchos hasta nos sacamos la michi creyéndonos los deportistas. Comimos y nos bañamos como pudimos, la gente compraba tejas con los nombres específicos de cada familiar y amigo, se derretían incluso cuando se ponían en la bolsa. Hacer precio por aquí y por allá. Terminar equivocándose de paradero y no encontrar
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