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El Tsunami


Enviado por   •  21 de Marzo de 2012  •  2.121 Palabras (9 Páginas)  •  649 Visitas

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¡Salve, fecunda zona,

que al sol enamorado circunscribes

el vago curso, y cuanto ser se anima

en cada vario clima,

acariciada de su luz, concibes! 1

Tú tejes al verano su guirnalda

de granadas espigas; tú la uva

das a la hirviente cuba;

no de purpúrea fruta, o roja, o gualda,

a tus florestas bellas

falta matiz alguno; y bebe en ellas

aromas mil el viento;

y greyes van sin cuento

paciendo tu verdura, desde el llano

que tiene por lindero el horizonte,

hasta el erguido monte,

de inaccesible nieve siempre cano.

Tú das la caña hermosa,

de do la miel se acendra,

por quien desdeña el mundo los panales;

tú en urnas de coral cuajas la almendra

que en la espumante jícara rebosa;

bulle carmín viviente en tus nopales,

que afrenta fuera al múrice de Tiro;

y de tu añil la tinta generosa

émula es de la lumbre del zafiro.

El vino es tuyo, que la herida agave

para los hijos vierte

del Anahuac feliz; y la hoja es tuya,

que, cuando de süave

humo en espiras vagorosas huya,

solazará el fastidio al ocio inerte.

Tú vistes de jazmines

el arbusto sabeo ,

y el perfume le das, que en los festines

la fiebre insana templará a Lico.

Para tus hijos la procera palma

su vario feudo cría,

y el ananás sazona su ambrosía;

su blanco pan la yuca ;

sus rubias pomas la patata educa;

y el algodón despliega al aura leve

las rosas de oro y el vellón de nieve.

Tendida para ti la fresca parcha

en enramadas de verdor lozano,

cuelga de sus sarmientos trepadores

nectáreos globos y franjadas flores;

y para ti el maíz, jefe altanero

de la espigada tribu, hincha su grano;

y para ti el banano

desmaya al peso de su dulce carga;

el banano, primero

de cuantos concedió bellos presentes

Providencia a las gentes

del ecuador feliz con mano larga.

No ya de humanas artes obligado

el premio rinde opimo;

no es a la podadera, no al arado

deudor de su racimo;

escasa industria bástale, cual puede

hurtar a sus fatigas mano esclava;

crece veloz, y cuando exhausto acaba,

adulta prole en torno le sucede.

Mas ¡oh! ¡si cual no cede

el tuyo, fértil zona, a suelo alguno,

y como de natura esmero ha sido,

de tu indolente habitador lo fuera!

¡Oh! ¡si al falaz rüido,

la dicha al fin supiese verdadera

anteponer, que del umbral le llama

del labrador sencillo,

lejos del necio y vano

fasto, el mentido brillo,

el ocio pestilente ciudadano!

¿Por qué ilusión funesta

aquellos que fortuna hizo señores

de tan dichosa tierra y pingüe y varia,

el cuidado abandonan

y a la fe mercenaria

las patrias heredades,

y en el ciego tumulto se aprisionan

de míseras ciudades,

do la ambición proterva

sopla la llama de civiles bandos,

o al patriotismo la desidia enerva;

do el lujo las costumbres atosiga,

y combaten los vicios

la incauta edad en poderosa liga?

No allí con varoniles ejercicios

se endurece el mancebo a la fatiga;

mas la salud estraga en el abrazo

de pérfida hermosura,

que pone en almoneda los favores;

mas pasatiempo estima

prender aleve en casto seno el fuego

de ilícitos amores;

o embebecido le hallará la aurora

en mesa infame de ruinoso juego.

En tanto a la lisonja seductora

del asiduo amador fácil oído

da la consorte; crece

en la materna escuela

de la disipación y el galanteo

la tierna virgen, y al delito espuela

es antes el ejemplo que el deseo.

¿Y será que se formen de ese modo

los ánimos heroicos denodados

que fundan y sustentan los estados?

¿De la algazara del festín beodo,

o de los coros de liviana danza,

la dura juventud saldrá, modesta,

orgullo de la patria, y esperanza?

¿Sabrá con firme pulso

de la severa ley regir el freno;

brillar en torno aceros homicidas

en la dudosa lid verá sereno;

o animoso hará frente al genio altivo

del engreído mando en la tribuna,

aquel que ya en la cuna

durmió al arrullo del cantar lascivo,

que riza el pelo, y se unge, y se atavía

con femenil esmero,

y en indolente ociosidad el día,

o en criminal lujuria pasa entero?

No así trató la triunfadora Roma

las artes de la paz y de la guerra;

antes fió las riendas del estado

a la mano robusta

que tostó el sol y encalleció el arado;

y bajo el techo humoso campesino

los hijos educó, que el conjurado

mundo allanaron al valor latino.

¡Oh! ¡los que afortunados poseedores

habéis nacido de la tierra hermosa,

en que reseña hacer de sus favores,

como para ganaros y atraeros,

quiso Naturaleza bondadosa!

romped el duro encanto

que os tiene entre murallas prisioneros.

El vulgo de las artes laborioso,

el mercader que necesario al lujo

al lujo necesita,

los que anhelando van tras el señuelo

del alto cargo y del honor ruidoso,

la grey de aduladores parasita,

gustosos pueblen ese infecto caos;

el campo es vuestra herencia; en él gozaos.

¿Amáis la libertad? El campo habita,

o allá donde el magnate

entre armados satélites se mueve,

y de la moda, universal señora,

va la razón al triunfal carro atada,

y a la fortuna la insensata plebe,

y el noble al aura popular adora.

¿O la virtud amáis? ¡Ah, que el retiro,

la solitaria calma

en que, juez de sí misma, pasa el alma

a las acciones muestra,

es de la vida la mejor maestra!

¿Buscáis durables goces,

felicidad, cuanta es al hombre dada

y a su terreno asiento, en que vecina

está la risa al llanto, y siempre, ¡ah! siempre

donde halaga la flor, punza la espina?

Id a gozar la suerte campesina;

la regalada paz, que ni rencores

al labrador, ni

...

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