“El ahogado más hermoso del mundo” de Gabriel García Márquez
Enviado por ryutaro • 15 de Octubre de 2014 • 654 Palabras (3 Páginas) • 361 Visitas
“El ahogado más hermoso del mundo” de Gabriel García Márquez
Por: Glodarys N. Santiago Soto
La historia comienza con unos niños jugando en la orilla de la playa cuando de pronto se encuentran con un cuerpo. Jugaron con el muerto toda la tarde. En eso alguien los ve y avisa al pueblo. Los hombres lo carga hasta la casa cercana y se dan cuanta que pesa más de lo normal. Lo acuestan en el suelo y ven que era mucho más grande que cualquier hombre, además se percataron que el hombre no era de la ciudad, pues en ella se conocían todos.
Los hombres para asegurarse que no era de allí salieron a averiguar, mientras las mujeres se quedaron aseándolo. Mientras lo hacían se daban cuenta de lo que le había sufrido el cadáver, pero no solo eso, sino notaron que no solo era alto, fuerte y viril, sino que tal hombre no les cabía en la imaginación. No había en el pueblo cama ni mesa tan grande o tan fuerte que lo aguantara, no había zapatos, pantalones, camisas que le quedaran; entonces decidieron hacerle la ropa a tal hermoso ser para así continuar su muerte con dignidad. Sentadas en círculo, contemplándolo, no habían sentido tantas ansias como aquella noche. Pensaban que si hubiera vivido en el pueblo no había casa tan grande a la de él, su mujer habría sido la más feliz.
Las mujeres siguieron emergidas en sus fantasías. Las más viejas pensaron que se llamaba Esteban, mientras las más jóvenes pensaron que se podría llamar Lautaro. Las mujeres que lo habían vestido, peinado, cortado las uñas y raspado la barba se dieron cuenta lo infeliz que tuvo que ser ese hombre con tal cuerpo descomunal, que hasta después de muerto estorbaba. Condenado a pasar de medio lado por las puertas y a permanecer de pie en las visitas para no destrozar ningún mueble debido a su enorme cuerpo, teniendo así que sufrir todo el tiempo, solo así no pasaría ninguna vergüenza.
Poco después, al amanecer, las mujeres lo contemplaron tan indefenso, muerto, y parecido a sus esposos que comenzaron a llorar. En eso llegan los hombres con la noticia de que tampoco era de los pueblos vecinos, las mujeres dijeron
– ¡Bendito sea Dios, es nuestro!
Los hombres pensaron que era cosas de mujeres y lo que deseaban era deshacerse del intruso antes que saliera el sol bravo. Querían ponerle un ancla en los tobillos para que se sumergiera en las profundidades oceánicas para que no volviera a la orilla, pero mientas se apresuraban más cosas se les ocurría a las mujeres para perder tiempo. Tanto fue así que se cansaron y le preguntaron con qué objeto tanta cosa para un forastero, si como quiera se lo iban a masticar los tiburones. Tanto alboroto por un muerto al garete dijeron los hombres. Una de las mujeres que, mortificada por tanta insolencia, le quito el pañuelo de la cara…. No había duda, de que era Esteban. Solo un Esteban
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