FORO 2: Relación
Enviado por victoria.ocampo • 5 de Septiembre de 2011 • 5.278 Palabras (22 Páginas) • 718 Visitas
EL JARRÓN AZUL
LA ANÉCDOTA DEL LUCHADOR QUE NO SE DA POR VENCIDO
Hace casi 20 años, apareció un librito (en inglés) con un título que significa
aproximadamente el que se ve arriba, y el cual enseña una gran lección, Cientos de miles y
quizá millones de hombres han admirado la anécdota y procurado seguir el ejemplo de
héroe de ella, cuyo tema era: “Lo haré”.
Desgraciadamente esta historia nunca fue traducida a otros idiomas, aunque
beneficiaría a cuantos la leyeran. Por creerlo así… por ser un elocuente ejemplo de lo que
constituye la firmeza de voluntad que conduce al éxito, daremos aquí, con permiso del
autor, un resumen de ella. Muy lejos estaremos de hacerlo en el expresivo y vigoroso
lenguaje del notable y admirado escritor Pedro B. Kyne – de fama mundial, y dudamos que
un simple compendio, cuando menos una traducción, pueda trasmitir la elevada filosofía
que contiene, el humorismo y el profundo sentido común que han hecho de la pequeña
historieta una verdadera obra clásica.
Sin embargo, deseamos dar en síntesis la moraleja que esta admirable anécdota
encierra y que ha sido una inspiración para tantos que, aspirando el éxito, habían creído
insuperables los obstáculos con que tropezarán.
Mr. Alden P. Ricks, mejor conocido como “Cappy Ricks”, fue el fundador y el
espíritu dirigente de una importante empresa maderera y de vapores. En teoría, ya se había
retirado de la dirección activa del negocio, pero en realidad continuaba siendo su principal
guía y consejero, rehusando – como él mismo se expresó- a abandonar su actividad mental
no obstante haber suspendido su actividad física.
Los ayudantes y administradores activos de “Cappy” eran: Mr. Skinner, encargado
del negocio de maderas, y Matt Peasley, quién dirigía el de vapores. Ambos eran hombres
competentes en quienes Cappy tenía plena confianza, aunque a veces le entraban dudas de
su buen criterio, especialmente en lo que se refiere a juzgar la capacidad de otros.
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El problema que estos tres personajes confrontaban, según principia la historieta, era
la situación que existía en su oficina de Shanghai. El empleado que habían enviado a
hacerse cargo de ella estaba dando mal resultado, aunque esto no sorprendía a Cappy
porque en su opinión carecía de ciertas cualidades que él consideraba esenciales.
Skinner, ¿tienes un Candidato para el puesto?, preguntó Cappy.
- Siento decirle que no. Mr. Ricks; todos los empleados que tengo bajo mis órdenes
son jóvenes… demasiado jóvenes para asumir esa responsabilidad.
- ¿Qué quieres decir con “demasiado jóvenes?”, replicó Cappy.
- Bueno el único a quien yo consideraría competente para ocupar el cargo sería
Andrews y él apenas tiene unos treinta años.
- Treinta años, ¿eh?, pues si mal no recuerdo yo te empecé a pagar un sueldo de diez
mil dólares al año y a confiarte la responsabilidad de dos millones cuando apenas tenías
veintiocho.
- Es cierto, pero Andrews… bueno, no hemos puesto a prueba todavía su
competencia.
- Skinner! – interrumpió Cappy en voz resonante – no alcanzo a comprender todavía
por qué no te ha mandado al diablo. Dices que todavía no hemos puesto a prueba la
competencia de Andrews? Por qué tenemos aquí gente que no sabemos lo que puede
hacer… contéstame!. El mundo de hoy es el mundo de la juventud, y métete eso en la
cabeza. (Dirigiéndose hacia el otro administrador continuó:)
- Matt, que te parece Andrews para el puesto de Shanghai?
- Lo creo capaz!
- Por qué?
- Porque lleva bastante tiempo con nosotros para haber adquirido la experiencia
necesaria.
- Crees, Matt, que también tenga el valor necesario para asumir la responsabilidad?.
Eso es más importante todavía que la tal experiencia que Skinner y tú consideraran lo más
esencial.
- De eso nada puedo decirle a Ud., pero me parece que tiene energía e iniciativa, y
personalmente es agradable.
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- Bueno, antes de mandarlo hay que convencernos de que tiene energía e iniciativa…
de si las tendrá cuando tenga que tomar una decisión inmediata, seis millas distantes de sus
jefes a quienes pudiera consultar, y proceder acertadamente de acuerdo con su criterio. Eso
es lo más importante, Skinner.
- Tiene usted rezón, Mr. Ricks, y creo que es usted quién debe hacer la prueba.
- Convenidos, Skinner. El próximo representante que mandaremos a Shanghai tendrá
que ser un luchador que no se dé por vencido. Ya hemos tenido allá trés que resultaron un
fracaso, y de esos no queremos más.
Sin decir otra palabra, Cappy se echó de espaldas en un sillón giratorio y cerró los ojos.
- Parece que va a fraguar la prueba para Andrews - dijo Matt Peasley en voz baja a
Skinner al salir de la oficina de Mr. Ricks.
II
El destino no permitió dejar en paz a Mr. Ricks en sus reflexiones por mucho tiempo.
A los diez minutos el teléfono sonaba, y con no poco enfado, como si alguien le hubiera
interrumpido un tranquilo sueño, tomó el receptor y gritó: ¿Quién es?!”.
- Mr. Ricks - respondió la telefonista de las oficinas generales - está aquí un joven
que se llama William E. Peck y desea verlo a Ud. Personalmente.
Cappy suspiró como para reflexionar.
- Bien, dígale que pase.
Un empleado condujo al visitante ante el presidente de la importante empresa
maderera y de vapores. Al hallarse en su presencia saludó respetuosamente y dijo:
“Mr. Ricks, mi nombre es William E. Peck; le agradezco a usted mucho la fineza de
concederme una entrevista”.
Mirándolo con semblante severo, Cappy le dijo que tomara asiento, señalándole una
silla frente a su escritorio. Al acercarse Peck a la silla, Cappy notó que cojeaba un poco y
que el brazo izquierdo lo tenía amputado hasta el codo.
- Bien, Mr. Peck, ¿qué desea Ud.?
- He venido a que me dé Ud. Trabajo - respondió Peck -.
- Habla Ud. Como si tuviera la seguridad.
- Ciertamente, Mr. Ricks, yo sé que Ud. No me lo negará.
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- ¿Por qué?
Peck, sonriendo en una forma que le simpatizó a Mr. Ricks, contestó:
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