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Filosofia De Miguel Unamuno


Enviado por   •  23 de Abril de 2015  •  5.601 Palabras (23 Páginas)  •  365 Visitas

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FILOSOFÍA DE MIGUEL DE UNAMUNO Y JUGO.

Miguel de Unamuno. (1864-1936).

Exponer a Unamuno resulta difícil. Su obra es poco sistemática en la exposición. Su filosofía es una filosofía vitalista de lo contradictorio, irracional y vital.

1. Función de la filosofía.

El tema de la filosofía es el hombre. El objeto de la filosofía es el hombre. La obra filosófica de Unamuno puede considerarse una antropología filosófica.

El vitalismo pretende construir una filosofía propiamente vital, apegada a la cotidianidad de la experiencia humana y que someta a una crítica radical cualquier producto teórico o ideológico que se aleje de ella o que la contradiga.

El punto de partida de Unamuno es la conciencia:

"El mundo se hace para la conciencia, para cada conciencia." (Del sentimiento trágico de la vida.", p. 116, Obras completas, 1966, Madrid, Escelier).

El mundo es mundo para alguien, para una conciencia individual y subjetiva y carece de sentido considerado en sí mismo.

El hombre genérico no existe. Sólo existe el hombre concreto de carne y hueso. "Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple, ni el adjetivo sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre. El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere -sobre todo muere-"

Este hombre concreto es el que constituye el verdadero objeto de la filosofía. La filosofía es el acto de reflexión de la conciencia subjetiva de cada hombre. Esta reflexión está originada por un sentimiento que obliga al filósofo a reflexionar, pero el fruto de estas reflexiones sirve de punto de partida al lector, le sugiere, le impele a planteamientos semejantes. La filosofía debe ser un pensamiento concreto, una reflexión sobre el existir

Este sentimiento no es otro que el sentimiento trágico de la vida. El sentimiento trágico de la vida es la base de todo filosofar. Es un afán, un deseo de plenitud, de romper los estrechos límites de la existencia. Es un ansia de inmortalidad. Por otro lado es una búsqueda de fama y prestigio. Es un instinto de perpetuación.

"si la conciencia no es nada más que un relámpago entre dos eternidades de tinieblas, entonces nada hay más execrable que la existencia." (Ibídem, p. 117)

2. El saber vital.

La vida, la existencia es contradicción y no se deja imponer la lógica y la racionalidad. Por eso el único saber adecuado debe partir de la concreción de la existencia.

3. El héroe.

Los héroes quieren la fama, la inmortalidad, el prestigio. El erostratismo, que viene de Eróstrato, que quiso ser famoso y quemó el templo de Éfeso.

Don Quijote es un ejemplo de héroe. Según Hegel es el último intento para resucitar el ideal caballeresco.

Don Quijote representa para Unamuno las siguientes cosas:

1. Es un reflejo de su propia vida y de su propio yo.

2. Es un arquetipo que encarna el espíritu de un pueblo.

3. Es una alegoría para esbozar su pensamiento filosófico.

Siguiendo a Schopenhauer, Unamuno distingue dos estratos en la realidad: lo apariencial y lo verdadero. Lo primero abarca el mundo de lo fenoménico y lo racional. Lo segundo es lo nouménico, lo irracional, oscuras fuerzas tendenciales latentes en un mundo de misterio cuyos umbrales la razón no puede traspasar.

El quijotismo de Unamuno se advierte en su frase célebre: "Que inventen ellos". Además se advierte que la temática de lo quijotesco coincide con lo esencial del pensamiento unamuniano.

En el loco (Don Quijote) el raciocinio desaparece o está muy atenuado. Esto hace que en él se presenten puros los aspectos irracionales del hombre. Por eso es el loco el tipo más indicado para taladrar en el misterio. Dicho con otras palabras: la auténtica realidad es irracional y cuanto más irracional sea el sujeto, mejor la podrá conocer.

De este modo, desaparece en el loco la oposición corazón/cerebro, fe/razón, sentimiento/entendimiento. La tragedia del hombre, la angustia, la agonía de la existencia se deben a que en él coexisten dos tipos de facultades que le presentan distintos mundos: una intelectual, que le mantiene en el mundo apariencial y otra fideística volitivo-sentimental, que le impele al "mundo verdadero".

En el loco, en el hombre auténticamente loco, no existe duda, ni volición, ni remordimiento. Libre de las trabas y ataduras de la razón, se siente empujado por una fe, por una llamada interior, por una voz que le llega de lo nouménico, o de la divinidad -que es lo mismo- y le mueve a gloriosas hazañas. Sin embargo, los demás no oyen esa voz y por eso, se ríen de él. El héroe es objeto de burlas, escarnios y humillaciones. El héroe es un solitario, un incomprendido. Tan sólo eso: un pobre loco. Pero como la voz que le viene de sus entrañas también existe en los demás, aunque apagada por el estruendo de la lógica, llega un momento en el que las multitudes sienten en su inconsciente colectivo un eco que resuena a la palabra del héroe y la locura se contagia, se extiende a todo el pueblo, que sigue su llamada con lo cual la locura deja de serlo, porque el loco es un anormal, un solitario.

Si la locura se convierte en algo normal, en algo colectivo, ya no es tal locura. Don Quijote es un héroe solitario, pero es también la personficación del pueblo español, que ha escuchado su voz.

4. Dios. Las posturas de Unamuno con respecto al tema de Dios se pueden caracterizar como contradictorias y fluctuantes: "Mi idea de Dios es distinta cada vez que la concibo" (Ibídem, p. 162) "Del sentimiento trágico de la vida".

En Unamuno se puede decir que la creencia en Dios responde a una necesidad vital. Hay un imperativo vital que empuja a creer en Dios: la inmortalidad. La creencia en un Dios sólo se justifica desde el punto de vista de la inmortalidad del alma:

"Un día, hablando con un campesino, le propuse la hipótesis de que hubiese, en efecto, un Dios que rige cielo y tierra, Conciencia del Universo, pero que no por eso sea el alma de cada hombre inmortal en el sentido tradicional y concreto, y me respondió: Entonces ¿para qué Dios?" (Ibídem, p. 111)

Dios no es más que una proyección nuestra. Hay un cierto antropomorfismo en nuestra concepción de la divinidad. Unamuno en cuestiones de filosofía de la religión es un humanista trascendental pues considera que la religión no es más que una proyección de la esencia humana. Las distintas creencias religiosas no son sino distintos modos de reflejarse el hombre a sí mismo.

En la etapa animista se atribuye conciencia a todos los seres de la naturaleza que le rodean al hombre:

"Lo mismo que un niño habla a su perro o a su muñeco, cual si le entendiesen, cree el salvaje que le oye su fetiche

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