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Gabriel Casaccia, Narrador Cabal Y Venero De La Novelística Paraguaya (I)


Enviado por   •  28 de Octubre de 2013  •  1.879 Palabras (8 Páginas)  •  335 Visitas

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Al novelista y cuentista paraguayo Gabriel Casaccia (Asunción, 20 de abril de 1907 – Buenos Aires, 24 de noviembre de 1980 —donde hubo residido desde 1940—, cuyo nombre completo es Benigno Gabriel Casaccia Bibolini), muchos consideran padre de la novelística contemporánea paraguaya.Un ejemplo: en Yo el Supremo, la voz del cronista se refiere a La Babosa, de Gabriel Caxaxia, quien trazó en esa novela la "verídica historia" sobre Areguá (cf. Siglo XXI, 1974, p. 371). El reconocimiento sugiere que el quehacer literario de Casaccia se resuelve en su compromiso con el devenir y la realidad de su patria, lejos de afanes ideológicos particulares que glorifiquen o denigren.

Dejando de lado casos aislados de finales del XIX (vgr., Por una fortuna una cruz, de Marcelina Almeida, en 1860), lo admitido es considerar que la genealogía novelística del Paraguay se inicia con Ignacia, la primera novela publicada en el Paraguay, en Asunción, en 1905; escrita por un argentino, José Rodríguez-Alcalá. Casi cincuenta años la separan de la publicación de La Babosa, de Gabriel Casaccia (Buenos Aires, 1953), novela que recibió el Premio de la Editorial Losada de 1952. Desde 1905 aparecieron, vgr., Aurora, de Juan Stefanich (1920); Tradiciones del hogar, de Teresa Lamas Carísimo de Rodríguez-Alcalá, en 1921 y 1928; Rhodopis, de Eloy Fariña Núñez (1926); Náufrago de una vida, de Carlos Frutos, en 1928; en 1930, del propio Casaccia: Hombres, mujeres y fantoches, y Mario Pareda (1939). Un capítulo particular es el ciclo dedicado a la Guerra del Chaco (Rigoberto Fontao Mesa, Infierno y gloria, de 1934; Cruces de quebracho, de Arnaldo Valdovinos en 1934; Ocho hombres, de José Villarejo, en 1934; Cabeza de invasión (1944), del mismo autor. José María Rivarola Matto publica en Buenos Aires Follaje en los ojos (1952). Le siguen Raíz errante de Natalicio González (Méjico, 1953); Tava’i, de Concepción Leyes de Chaves (Buenos Aires, (1947); La Casa y su sombra, también de Teresa Lamas Carísimo de Rodríguez-Alcalá (1954); e Hijo de hombre, de Augusto Roa Bastos (Buenos Aires, 1960); y de Crónica de una familia, de Ana Iris Chaves de Ferreiro en 1966. Considerando, pues, la producción novelística hasta diez años antes de la aparición de La Babosa, se podría anticipar que esta novela abre el sendero a una narrativa más objetiva —por así decirlo— respecto de la realidad paraguaya, sendero hacia la modernidad que funda la trama novelística en personajes de cuidadas construcción y función psicológicas.

En 1930 Casaccia publicó su primera novela Hombres, mujeres y fantoches, "autobiográfica", dijo el autor, indicando en la tapa solamente sus apellidos: Casaccia Bibolini, sobrentendiendo [Benigno Gabriel]. En 1932, asimismo firmó la obra de teatro, El bandolero, y un manojo de relatos breves, El guajhu (1938), y su segunda novela, Mario Pareda (1939). A partir del manojo de relatos breves, El pozo (1947), decidió firmar Gabriel Casaccia. Y así La Babosa (1952), La llaga (1964, Premio Kraft "América en la Novela", en 1963), Los exiliados (1966, Premio de la revista Primera plana, por un jurado que integraban, entre otros escritores, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal), Los herederos (1976). Dejó inéditos: la novela Los Huertas, que se publicó en 1981; y el manojo Cartas a mi hermano (1982), cartas intercambiadas entre enero de 1937 y julio de 1948, desde la ciudad de Posadas (Argentina), con su hermano Carlos Alberto, quien vivía en Asunción. Como se puede observar, la forma literaria que más practicó Casaccia fue la novela, sobre la que opina:

[...]Escribir una novela no es ni puede ser frívolo pasatiempo ni una de las tantas maneras de llenar algunas horas vacías, como tampoco el lector puede buscar en su lectura nada más que eso. Ambos, escritor y lector se complementan, y aquél escribiendo y éste leyendo se integran para crear esa cosa viva que es una novela […] Si no fuera por los novelistas..., el hombre tendría una falsa idea de sí mismo y de los sentimientos que fermentan en lo hondo de su intimidad. Y sobre todo desconocería su realidad profunda, confundiéndola con su realidad trivia [...] [1]

Asimismo, el escritor siempre definiría su labor, integrándola en la tradición universal de la novela la que le resulta ser: "[...] género literario tan vasto, tan variado y sobre todo tan dinámico, que desde hace más de un siglo se renueva y se amplía sin cesar" (carta del 22 de junio de 1939). Sus novelas posteriores a 1939 apuntan a "la conciencia y pensamiento de los lectores", afirma Casaccia, lejos de ideologías religiosas y sociales, logrando que éstos reaccionen. Casaccia observa y expone la realidad nacional paraguaya, de manera de lograr objetividad en el mirar y en el decir, inspirándose para ello en el cuestionamiento ontológico y metafísico de los personajes. Comprender a las mujeres y a los hombres del Paraguay para describir la realidad nacional, social, humana, sin juzgarla, tal es la meta. Verbigracia: las voces de los narradores de La Babosa, Los exiliados, Los herederos cuentan la desesperanza y el dolor de los personajes, reavivan las llagas de vidas desperdiciadas, vacías, hundidas en su propia miseria. El lector recibe un cúmulo de figuras cuyo estado —como letárgico— les impide ser, corregir errores, seguir viviendo, sencillamente. ¿Podría decirse que, siguiendo el ejemplo de Unamuno, a Casaccia "le duele" el Paraguay? (cf. carta del 25 de marzo de 1940). Las características de su novelística parecen respondernos que sí: observar la realidad paraguaya, apoderarse para devolvérsela a los lectores mediante ejemplos que ellos podrán rechazar o aceptar,

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