Juan Bautista
Enviado por danielabarreto • 11 de Diciembre de 2012 • 458 Palabras (2 Páginas) • 650 Visitas
Permaneció en Quito más de treinta años. Años de juventud, fueron sin duda los de más ferviente inspiración poética. Sus estudios ni su cátedra nunca pudieron refrenar su fogosidad de imaginación. De fantasía enfática y elegante, le dio vuelo y auge en la predicación, que tanto se prestaba entonces al ditirambo y al escarceo. De su oratoria tenemos preciosa muestra con la oración fúnebre pronunciada en las exequias del ilustrísimo Juan Nieto Polo del Águila, obispo de Quito. El habérsele designado en ocasión tan solemne es indicio de su fama do orador. Aquel ejercicio retórico, bajo el falso ardor del obligado elogio, cobra en él una fibra, un desembarazo, una rapidez, que están ahí delatando su habitual gusto por el pensar figurado, por la antítesis abundante y su facilidad de moverse en la abstracción metafórica. Nada de tanteo ni apocamientos: expresión valiente, algo torturada de conceptismo, pero mantenida recta por la frase corta, acelerada y ferviente. Guarda resabios de la época, pero a veces son de lo mejor, como en este balanceo, entre discreto e ingenuo: "Ello era cosa admirable, ver a nuestro ilustrísimo prelado en lo mejor de su edad, navegando en el mar del siglo, como en un golfo de leche, todos los vientos favorables a popa, todas las ondas en bonanza, todas las estrellas en aspecto risueño; mas él, tan superior a su grandeza y a sí mismo, que temía como borrasca la serenidad y como escollos del sosiego las insignias de la fortuna".
Lástima es que no quede otra muestra de esta prosa, clausulada como para dicha, enfática todavía, aunque poco numerosa; bastante más certera y rápida que la de sus contemporáneos, quienes la envolvían toda en los pliegues del período incómodo y tardo, cuando no la ahogaban toda en las sinuosidades de un pobre y laborioso alambicamiento. En Italia quizá no volvió nunca a predicar, por falta de auditorio español.
Sus tratados de filosofía, escritos como están en latín, sobrepasan doblemente nuestro dominio. Los tres volúmenes de que consta su manuscrito latino, no son sino la parte muerta de su enseñanza.
Ésta derivó, sin duda, su virtud comunicativa de aquella especie de atmósfera como si dijéramos radioactiva que circunda a personas cuyo prestigio, indiscernible y difuso, no puede condensarse en obras inertes. En el testimonio directo, retransmitido por los que le oyeron, en las noticias de su influjo, que lo comprueban, hemos adivinado cómo obraba aquella, Si el doctor Mera del Nuevo Luciano, en su propósito anticulterano, vio, persistentes en los versos y aun en la enseñanza del Padre Aguirre el mal hábito que combatían, no por eso deja Espejo de dar a entender la superior manera con que el fogoso jesuita, orientado hacia lo más moderno, era una fuerza de vida en la apagada colonia.
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