Popol Vuh
Enviado por 486ale • 3 de Mayo de 2014 • 3.397 Palabras (14 Páginas) • 253 Visitas
V
Éste es el principio de la derrota y de la ruina de la gloria de Vucub-Caquix por los dos muchachos, el primero de los cuales se llamaba Hunahpú y el segundo Ixhalanqué. Éstos eran dioses verdaderamente. Como veían el mal que hacía el soberbio, y que quería hacerla en presencia del Corazón del Cielo, se dijeron los muchachos:
- No está bien que esto sea así, cuando el hombre no vive todavía aquí sobre la tierra. Así, pues, probaremos a tirarle con la cerbatana cuando esté comiendo; le tiraremos y le causaremos una enfermedad, y entonces se acabarán sus riquezas, sus piedras verdes, sus metales preciosos, sus esmeraldas, sus alhajas de que se enorgullece. Y así lo harán todos los hombres, porque no deben envanecerse por el poder ni la riqueza.
- Así será -dijeron los muchachos, echándose cada uno su cerbatana al hombro.
Ahora bien, este Vucub-Caquix tenía dos hijos: el primero se llamaba Zipacná, el segundo era Cabracán; y la madre de los dos se llamaba Chimalmat, la mujer de Vucub-Caquix.
Zipacná jugaba a la pelota con los grandes montes: el Chigag, Hunahpú, Pecul, Yaxcanul, Macamob y Huliznab.
Éstos son los nombres de los montes que existían cuando amaneció y que fueron creados en una sola noche por Zipacná.
Cabracán movía los montes y por él temblaban las montañas grandes y pequeñas.
De esta manera proclamaban su orgullo los hijos de Vucub-Caquix:
- ¡Escuchen bien! ¡Yo soy el sol! -decía Vucub Caquix.
- ¡Yo soy el que hizo la tierra! -decía Zipacná.
- ¡Yo soy el que sacude el cielo y conmueve toda la tierra! -decía Cabracán.
Así era como los hijos de Vucub-Caquix le disputaban a su padre la grandeza. Y esto les parecía muy mal a los muchachos.
Aún no había sido creada nuestra primera madre, ni nuestro primer padre.
Por tanto, fue resuelta su muerte (de Vucub-Caquix y de sus hijos) y su destrucción, por los dos jóvenes.
VI
Contaremos ahora el tiro de cerbatana que dispararon los dos muchachos contra Vucub-Caquix, y la destrucción de cada uno de los que se habían ensoberbecido.
Vucub-Caquix tenía un gran árbol de nance, cuya fruta era la comida de Vucub-Caquix. Éste venía cada día junto al nance y se subía a la cima del árbol. Hunahpú e Ixbalanqué habían visto que ésa era su comida. Y habiéndose puesto en acecho de Vucub-Caquix al pie del árbol, escondidos entre las hojas, llegó Vucub-Caquix directamente a su comida de nances.
En este momento fue herido por un tiro de cerbatana de Hun-Hunahpú, que le dio precisamente en la quijada, y dando gritos se vino derecho a tierra desde lo alto del árbol.
Hun-Hunahpú corrió apresuradamente para apoderarse de él, pero Vucub-Caquix le arrancó el brazo a Hun-Hunahpú y tirando de él lo dobló desde la punta hasta el hombro. Así le arrancó (el brazo) Vucub-Caquix a Hun-Hunahpú. Ciertamente hicieron bien los muchachos no dejándose vencer primero por Vucub-Caquix.
Llevando el brazo de Hun-Hunahpú se fue Vucub-Caquix para su casa, a donde llegó sosteniéndose la quijada.
- ¿Qué le ha sucedido, Señor? -dijo Chimalmat, la mujer de Vucub-Caquix.
- ¿Qué ha de ser, sino aquellos dos demonios que me tiraron con cerbatana y me desquiciaron la quijada? A causa de ello se me menean los dientes y me duelen mucho. Pero yo he traído (su brazo) para ponerlo sobre el fuego. Allí que se quede colgado y suspendido sobre el fuego, porque de seguro vendrán a buscarlo esos demonios -así habló Vucub-Caquix mientras colgaba el brazo de Hun-Hunahpú.
Habiendo meditado Hun-Hunahpú e Ixbalanqué, se fueron a hablar con un viejo que tenía los cabellos completamente blancos y con una vieja, de verdad muy vieja y humilde, ambos doblados ya como gente muy anciana. Se llamaba el viejo Zaqui-Nim-Ac y la vieja Zaqui-Nimá-Tziís. Los muchachos les dijeron a la vieja y al viejo:
- Acompáñenos para ir a traer nuestro brazo a casa de Vucub-Caquix. Nosotros iremos detrás. Estos que nos acompañan son nuestros nietos; su madre y su padre ya son muertos; por esta razón ellos van a todas partes tras de nosotros, a donde nos dan limosna, pues lo único que nosotros sabemos hacer es sacar el gusano de las muelas -así les dirán.
- De esta manera, Vucub-Caquix nos verá como a muchachos y nosotros también estaremos allí para aconsejarles -dijeron los dos jóvenes.
- Está bien -contestaron los viejos.
A continuación se pusieron en camino para el lugar donde se encontraba Vucub-Caquix recostado en su trono. Caminaban la vieja y el viejo seguidos de los dos muchachos, que iban jugando tras ellos. Así llegaron al pie de la casa del Señor, quien estaba gritando a causa de las muelas.
Al ver Vucub-Caquix al viejo y a la vieja y a los que los acompañaban, les preguntó el Señor:
- ¿De dónde vienen, abuelos?
- Andamos buscando de qué alimentarnos, respetable Señor -contestaron aquéllos.
- ¿Y cuál es su comida? ¿No son sus hijos éstos que los acompañan?
- ¡Oh, no, Señor! Son nuestros nietos; pero les tenemos lástima, y lo que a nosotros nos dan lo compartimos con ellos, Señor -contestaron la vieja y el viejo.
Mientras tanto, se moría el Señor del dolor de muelas y sólo con gran dificultad podía hablar.
- Yo les ruego encarecidamente que tengan lástima de mí. ¿Qué pueden hacer? ¿Qué es lo que saben curar? -les preguntó el Señor.
Y los viejos contestaron:
- ¡Oh, Señor, nosotros sólo sacamos el gusano de las muelas, curamos los ojos y ponemos los huesos en su lugar.
- Está muy bien. Cúrenme los dientes, que verdaderamente me hacen sufrir día y noche, y a causa de ellos y de mis ojos no tengo sosiego y no puedo dormir. Todo esto se debe a que dos demonios me tiraron un bodocazo, y por eso no puedo comer. Así, pues, tengan piedad de mí, apriétenme los dientes con sus manos.
- Muy bien, Señor. Un gusano es el que lo hace sufrir. Bastará con sacar esos dientes y ponerle otros en su lugar.
- No está bien que me saquen los dientes, porque sólo así soy Señor y todo mi ornamento son mis dientes y mis ojos.
- Nosotros les pondremos otros en su lugar, hechos de hueso molido. Pero el hueso molido no eran más que granos de maíz blanco.
- Está bien, sáquenlos, vengan a socorrerme replicó.
Le sacaron entonces los
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