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Enviado por wuillian_2011 • 9 de Julio de 2013 • 5.694 Palabras (23 Páginas) • 272 Visitas
Postmodernidad y educación.
Fundamentos y perspectivas
La postmodernidad educativa tiene un parangón o modelo filosófico en el cual
se inspira; se trata de las filosofías postmodernas, que inspiradas acaso en la obra de
Nietzsche, propugnan desde el pensamiento, desde el impacto de la tecnología y desde
la filosofía de sistemas, una nueva concepción del hombre.
De acuerdo con estas fuentes de inspiración, se intentará plasmar las
aportaciones que el pensamiento postmoderno ha realizado en referencia a la relativización de los valores y su crítica a cualquier sentido absoluto de la realidad. En referencia a la tecnología, incidiremos en la profundización de las posibilidades individuales y en la roptura de todo lazo social; en lo tocante a la teoría de sistemas,
se hablará en oposición al mundo de la vida, del sistema como elemento capaz de plantear una ciencia social y del hombre, aunque para ello se tenga que renunciar al propio hombre y en definitiva, al humanismo.
La postmodernidad es pues una filosofía antihumanista y en consecuencia,
individualista que en el plano de la educación se dirime en la hegemonía de la tecnología, en la importancia del saber y del conocimiento en la sociedad del futuro y
en la necesidad de la innovación permanente.
La postmodernidad es una corriente de pensamiento —por tanto acepta un discurso
o presentación filosófica— y es al mismo tiempo la parábola que mejor define las características de la sociedad tecnológica del futuro. La postmodernidad se presenta pues ante la educación como filosofía y consecuencia de la sociedad tecnológica. De ahí que
también se haya considerado que la postmodernidad es la filosofía de la sociedad tecnológica, y por tanto, la del hombre inmerso en contextos tecnológicos.
1. La filosofía postmoderna
La postmodernidad es la alternativa a la modernidad, cuya última manifestación —la Ilustración decimonónica— se ha prolongado de alguna forma hasta finales del siglo XX, paralelalmente al ascenso de la burguesia al poder y a la hegemonia del capital.
Ante autores de la talla de Kant, Hegel, Marx... que plantearon las grandes cuestiones que atañen al hombre, a la sociedad y al conocimiento, la postmodernidad, ha
ido desarrollando el denominado pensamiento debil, o nueva forma de entender la filosofía. Acaso Lyotard, Vattimo, Lipovetsky, Derrira, Finkielkraut...sean sin duda sus representantes más significativos. Ante el valor de la razón y de la racionalidad para el logro de la verdad —de hecho
sería Descartes y Kant los grandes valeedores de la modernidad— surge como precedente
de lo que denominamos postmodernidad, la figura y la obra de Nietzsche. Para este autor, no se da ya lo absoluto —por tanto no hay verdad; o si se quiere, Dios —como metáfora axiológica de lo absoluto y de la verdad— ha muerto. El hombre no posee pues un punto
de referencia, un fundamento; el hombre se encuentra en términos absolutos sin nada y sin nadie; es, en definitiva, el origen del moderno nihilismo, que no cree en la existencia de los valores y ni tan siquiera en la necesidad de los mismos.
No hay verdades, no hay sentido. Es el hombre el que se debe enfrentarse ante esta realidad vacia; un hombre que es capaz de vivir sin ayudas, porque ya no las necesita. Un hombre que ante la nada será el encargado de crear el mundo. Es el famoso «superhombre»
de Nietzsche, que desprecia los apoyos que le oferta la razón y las grandes verdades —el mundo axiológico— porque es capaz de enfrentarse a su realidad sin la ayuda de mitos ni
de falsos fundamentos.
Incluso, el hombre —el hombre moderno —de la modernidad— acomodado a sus creencias, orientado por la verdad, los valores, lo absoluto— ha muerto. De ahí que se diga que el postmodernismo es la filosofía de la deconstrucción, utilizando la expresión de
Derrira. El hombre y la realidad dejan de ser las verdades inmanenetes. Es falsa la existencia de la res cogitans y de la res extensa de Descartes; el sujeto transcendente ha
dejado de existir. Hay pues que desconstruir el hombre, retornarlo a su desnudez axiológica. El hombre, en Nietzsche, ha dejado de ser hombre para convertirse en la categoria —en el sistema— capaz de romper con las falacias humanistas: razón, verdad, fe, moral, valores...etc.
El nuevo hombre ha retornado las cosas a su verdadera entidad, las ha desnudado de valor, porque éstos no sólo no existen sino que son innecesarios. Se habla de superhombre, porque puede vivir sin el humanismo, sin las mentiras y las falacias de la razón, sin
verdades inamovibles, absolutas, sin valores y sin Dios. En este sentido pues la postmodernidad se nos presenta como un pensamiento antihumanista.
Al no existir nada, sólo se da lo que es, o sea, el presente. Sólo existe lo que sucede. No se da el futuro porque de todas formas no existe el sujeto y por tanto, tampoco la proyección. Sólo se da la pura presencia. Ni tan siquiera el pensamiento porque no hay fundamentos; sólo se da lo relativo, la presencia inmediata del pensamiento. Al ser el hombre el fiel de todas las cosas, la relatividad se adueña de su realidad, porque el hombre
a lo máximo que puede arribar es a ser lo que es, pura relatividad, al estar inmerso en la misma. Lo único consistente es lo que posibilita el relativismo, es decir, el sistema.
La postmodernidad es ante todo la filosofía de la desmitificación y de la desacralización, lo que implica graves repercusiones en el terreno de la ética al no existir imperativos categóricos. Sólo se da el sistema, o sea la estrcutura que permite que se de aquella realidad que se está dando. Por tanto, también se ha visto la postmodernidad como una filosofia sistémica o acerca de los sistemas.
Incluso las verdades científicas se relativizan en el contexto de la postmodernidad, pues la ciencia tiene de cada vez más dependencia de los contextos sociales. Además, la naturaleza —que secularmente ha sido el objeto de aplicación de la ciencia— acepta también otras explicaciones —mítica, artística, funcional— cuya validez puede ser idéntica
o pareja a la explicación matemática. Y es que en la postmodernidad, ciencia y mito no están en oposición; ambas cosas son igualmente válidas si es que sirven a los intereses de los hombres. Es una versión más del
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