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Rafael Escalona Martínez


Enviado por   •  27 de Mayo de 2012  •  Biografía  •  1.986 Palabras (8 Páginas)  •  496 Visitas

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RAFAEL CALIXTO ESCALONA MARTINEZ, nació en Patillal, Cesar, el 27 de mayo de 1927. Fue el séptimo de nueve hermanos del hogar conformado por Clemente Escalona Labarces, coronel de la guerra de los Mil días, y Margarita Martínez Celedón.

Poco a poco fue recogiendo historias que serían la base de sus afamados vallenatos; el primero fue compuesto, en febrero de 1943, cuando apenas contaba 15 años; a él siguieron 85 composiciones más, melodías en las que no solamente se puede reconstruir su vida, sino también la del viejo departamento del Magdalena, aporte que le ha dado a la música vallenata hasta convertirla en carta de identidad de toda una región. Escalona ha recibido muchos homenajes, condecoraciones y ha sido diplomático, pero quizás el más grande fue el reconocimiento que su 'primo' Gabriel García Márquez le hizo cuando dijo que "Cien años de Soledad no era más que un vallenato de 350 páginas".

Rafael Escalona Martínez tenía quince años cuando compuso su primer canto vallenato. Un lustro antes había viajado del pequeño municipio de Patillal (Cesar), donde nació el 17 de mayo de 1927, a estudiar en Valledupar. Amiguero y sentimental, la vida escolar fue para él un plato agridulce, como lo revelan muchos de sus cantos ("El hambre del Liceo", "El testamento", "El bachiller"). Terminada la primaria, entró al colegio María Concepción Loperena, un instituto de bachillerato fundado meses atrás.

Uno de los pocos estímulos que le ofrecía el Loperena, aparte de sus condiscípulos, era cierto maestro al que todos adoraban: el profesor Heriberto Castañeda. Este se preocupaba porque los muchachos no sólo aprendieran lecciones sino que crecieran como personas. Jugaba fútbol con ellos, procuraba interesarlos en las materias y participaba en sus reuniones y sus chistes. Sin embargo, al comenzar las clases de 1943, los alumnos se enteraron de una mala noticia: Castañeda había sido trasladado al Liceo Almirante Padilla, de Ríohacha.

Uno de los pocos estímulos que le ofrecía el Loperena, aparte de sus condiscípulos, era cierto maestro al que todos adoraban: el profesor Heriberto Castañeda. Este se preocupaba porque los muchachos no sólo aprendieran lecciones sino que crecieran como personas. Jugaba fútbol con ellos, procuraba interesarlos en las materias y participaba en sus reuniones y sus chistes. Sin embargo, al comenzar las clases de 1943, los alumnos se enteraron de una mala noticia: Castañeda había sido trasladado al Liceo Almirante Padilla, de Ríohacha. Escalona lamentó a su manera la partida del profesor. Había crecido escuchando a los campesinos y trovadores del Valle de Upar cuando interpretaban merengues, puyas, sones y paseos en las parrandas. Sabía, pues, que el que siente, canta. De modo que no encontró recurso más natural para despedir al maestro que componerle un paseo.

Son tres breves estrofas en las que se adivina ya la semilla que luego iba a desarrollar a lo largo de seis décadas -y las muchas, quiera Dios, que falten- en una obra que ha sido embajadora de Colombia en medio mundo. El paseo habla de los paisajes locales ("Cuando sopla el viento frío de la Nevada..."); de las tribulaciones del estudiante ("...que en horas de estudio llega al Loperena"); de prematuras nostalgias ("¡qué triste quedó el Loperena, qué tristes quedaron sus aulas!); y de sentimientos personales: El nos dijo adiós, porque se ha ido, y le dijimos adiós, pero que vuelva. "El profe Castañeda" fue el primer canto de Rafael Escalona. Su fecha exacta: febrero de 1943. Desde entonces ha compuesto unos noventa más, muchos de los cuales -"La casa en el aire", "Elegía a Jaime Molina", "La vieja sara", "El Almirante Padilla"- conocen de memoria los colombianos de varias generaciones. La obra de Escalona es un mosaico pintoresco y lleno de gracia que narra las historias, las costumbres y chismes de su tierra, según ocurre en "La patillalera", "La custodia de Badillo", "El villanuevero", "El general Dangond"... Pero también deja testimonio de sus amores y dolores, como en "La historia", "Honda herida", "La brasilera", "Dina Luz"... Versificador preciso y compositor sorprendente, en sus mejores cantos aparecen dosis magistralmente medidas de humor y poesía.

Compositor típico y atípico

Las historias de Escalona salieron de Valledupar en los años cincuenta; sedujeron a los cachacos en los años sesenta; en los setenta fueron catalizador para que el vallenato se convirtiera en la música colombiana más popular; pasaron al repertorio internacional y a la televisión en los ochenta; y sirvieron en los noventa para producir impacto en el mercado de discos y conciertos de América y Europa, de la mano de Carlos Vives. Cantos suyos han sido interpretados por artistas y orquestas famosas de América y Europa. De algunos de ellos hay versiones en salsa, en música sinfónica y hasta en flamenco.

No quiere esto decir que Rafael Escalona sea el único compositor vallenato. Hay una constelación de nombres que también ha tenido su parte en el éxito de esta expresión folclórica como música de masas. Pero es el más famoso y uno de los más extraordinarios. Su biógrafa Consuelo Araujonoguera dice: "Es el más grande de todos. El que resiste todos los análisis que se le quieran hacer a sus cantos y todas las críticas que haya que formularle a su persona".

Escalona, en todo caso, es un claro símbolo de la música vallenata. Mejor aún: un mito. Así lo reconoce "Cien años de soledad" al incluirlo con nombre y apellido entre los personajes de Macondo. Lo curioso es que algunas de las características de Escalona se apartan de lo que podría considerarse clásico o tradicional en el mundo del folclor del Cesar. A diferencia de los grandes acordeoneros que han tejido la historia de esta música, Escalona no toca ningún instrumento. En contraste con figuras como Alejo Durán, Leandro Díaz y Emiliano Zuleta, que han dado voz a sus composiciones, Escalona rara vez canta. Y, al contrario de los campesinos y vaqueros pobres y a menudo analfabetos que

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