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San Antonio María Claret


Enviado por   •  25 de Octubre de 2013  •  2.384 Palabras (10 Páginas)  •  366 Visitas

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“Un Hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todo el mundo en el fuego del divino amor.”

San Antonio María Claret

Antonio Claret nació en Sallent (Barcelona, España) el 23 de diciembre de 1807. Por los constantes problemas de salud de su madre lo cuidó una nodriza en Olot. A la edad de cinco años se derrumbo la casa de la nodriza y todos murieron justo cuando Antonio no estaba, se consideró una señal de la providencia sobre Antonio. A los cinco años dos amores destacaban en el pequeño Claret: la Eucaristía y la Virgen. Asistía con atención a misa; dejaba el juego para visitar a Jesús en la iglesia; rezaba cada día el rosario y sentía debilidad por los libros. Los devoraba. Pocas cosas contribuyeron tanto a su santificación como sus lecturas. Antonio tenía la ilusión de ser sacerdote y apóstol.

ENTRE LOS TELARES

Pasó su adolescencia en el taller de su padre, llegando a ser maestro, lo que perfeccionó en Barcelona en la Escuela de Artes y Oficios de la Lonja. De día trabajaba, y de noche estudiaba. Llego a superar en calidad y belleza las muestras que llegaban del extranjero. Un grupo de empresarios le propusieron fundar una compañía textil.

VOCES DE DIOS

Un amigo le robó sus ahorros, los jugó y los perdió y robó unas joyas valiosas, que también perdió y acusaron a Antonio de cómplice, esto le creó en su corazón un disgusto por el mundo, las amistades y las riquezas. En la playa, una ola gigantesca lo arrastró, y estuvo a punto de ahogarse. Lanzó un grito “Virgen Santa, salvadme”, y sin saber cómo, se vio en la orilla. Visitando a un amigo, encontró sola a su esposa que le dijo “Antonio, ¡qué diferente eres de mi esposo, siempre agrio y despectivo! Quisiera que fuéramos amigos”. Claret huyó de la tentación. “Señora, vuestro esposo tarda y tengo mucho que hacer…” Ella quiso detenerle, pero Antonio se marchó. Las palabras del Evangelio: “¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?”, le habían impresionado profundamente. Distintas y varias experiencias con las que la Providencia va dando aldabonazos a la puerta de aquella alma tan sensible a las divinas insinuaciones.

SU VOCACION

Quiso ser de la orden de la Cartuja. Cuando el obispo de Vic supo su decisión de ser sacerdote quiso conocerlo. Salió de Barcelona camino de Sallent y Vic, a los 21 años, decidido a ser sacerdote. Estudió como externo y destacó por su piedad y su aplicación. Le dirigía Pedro Bac, oratoriano Al año, cuando se encaminaba a la cartuja de Montealegre, se desató una tormenta que acabó con sus planes. Dios no lo quería cartujo. Regresó a Vic. En una tentación se le apareció la Virgen que le dijo: “Antonio, esta corona será tuya si vences”. De repente, todas las imágenes obsesivas desaparecieron. El ambiente del Seminario era óptimo. Amigo de Jaime Balmes, se ordenó de Diácono en la misma ceremonia en que él se ordenó de Subdiácono. Estudió profundamente la Biblia, que le impulsó a un insaciable espíritu apostólico y misionero. A los 27 años, el 13 de junio de 1835, el obispo de Solsona, Fray Juan José de Tejada, ex-general de los Mercedarios, le confirió el Sacerdocio. Celebró su primera misa en Sallent con la alegría de su familia y fue destinado a Sallent, su ciudad natal.

LA GUERRA CARLISTA

Al morir Fernando VII los constitucionales, como hizo la Revolución francesa, usurparon el poder. Las Cortes de 1835 aprobaron la supresión de los Institutos religiosos. Se incautaron y subastaron los bienes de la Iglesia y se convoco al pueblo para la quema de conventos y matanza de frailes. Contra este desorden se levantó Navarra, Cataluña y el País Vasco, origen de la guerra entre carlistas e isabelinos. Claret no era político. Era un apóstol. Y se entregó a su ministerio a pesar de las dificultades del ambiente hostil. Su caridad no tenía límites. Por eso, los horizontes de una parroquia no satisfacían su ansia apostólica. Con un hatillo y sin dinero, a pie, cruzó los Pirineos, llegó a Marsella y se embarcó rumbo a Roma, a inscribirse en “Propaganda Fide”, para predicar el Evangelio a los infieles. Hizo ejercicios espirituales con un jesuita y se sintió llamado a ser jesuita; pero Dios no lo quiso ni misionero ni jesuita. Un fuerte dolor en la pierna derecha le hizo comprender que su misión estaba en España. Después de tres meses dejó el noviciado aconsejado por el Padre Roothaan. En España, fue destinado a Viladrau, en la provincia de Gerona, donde tuvo que hacer de médico utilizando yerbas y ungüentos.

MISIONERO APOSTÓLICO EN CATALUÑA

Pero no había nacido para permanecer en una parroquia. Su espíritu le empujó a horizontes más vastos. En 1841, a sus 33 años, recibió de Roma el título de Misionero Apostólico, que le destinaba al servicio de la Palabra, como los apóstoles, como San Juan de Avila. Es misionero. Vic era su residencia. Y estuvo siempre de viaje a pie, con un mapa en la mano, su hatillo y su breviario, con nieve o entre tormentas, entre barrancos y lodazales. Mezclado con arrieros y comerciantes, a quienes evangelizaba y convertía. Las catedrales de Solsona, Gerona, Tarragona, Lérida, Barcelona y tantas otras ciudades se abarrotaban para escuchar al Padre Claret. “Padre, confiese a mi borrico” -le dijo un arriero burlón. “Quien se ha de confesar eres tú, que llevas siete años sin hacerlo y te hace buena falta”. Y aquel hombre se confesó.

Poseia el carisma de leer las conciencias. Y enemigos que le calumniaban e impedían su labor misionera, el arzobispo de Tarragona le defendió. Pero su temple de acero todo lo resistía y triunfaba en todas las emboscadas. Daba Ejercicios Espirituales al clero y a las religiosas. En 1844 los dio a las Carmelitas de la Caridad de Vic, con la asistencia de Santa Joaquina Vedruna.

FUNDADOR

El 16 de julio de 1849, a sus 41 años, en una celda del seminario de Vic fundó la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, con Esteban Sala, José Xifré, Manuel Vilaró, Domingo Fábregas y Jaime Clotet. “Hoy comienza una gran obra” -dijo. Sabía que era impulsado por Dios; y Dios le reveló: que la Congregación se extendería por todo el mundo; que duraría hasta el fin de los tiempos y que todos los que murieran en la Congregación se salvarían.

DIRECTOR DE FUNDADORES

En la floración de nuevos institutos religiosos del siglo XIX, fue decidido colaborador que acompañó a casi todos los fundadores y fundadoras de su tiempo. Con la Madre París había fundado en

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