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Santa Terersa De Jesus


Enviado por   •  11 de Febrero de 2014  •  6.142 Palabras (25 Páginas)  •  307 Visitas

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Se llamaba Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, aunque generalmente usó el nombre de Teresa de Ahumada hasta que comenzó la reforma, cambiando entonces su nombre por Teresa de Jesús.

El padre de Teresa era Alonso Sánchez de Cepeda, descendiente de familia judía conversa. Alonso tuvo dos mujeres. Con la primera, Catalina del Peso y Henao, tuvo dos hijos: María y Juan de Cepeda. Con su segunda esposa, Beatriz Dávila y Ahumada (emparentada con muchas familias ilustres de Castilla), que murió cuando Teresa contaba unos 12 años, tuvo otros diez: Hernando, Rodrigo, Teresa, Juan (de Ahumada), Lorenzo, Antonio, Pedro, Jerónimo, Agustín y Juana.

Según una tradición oral, su hermano Pedro Alonso Sánchez de Cepeda y Ahumada en 1562 llegó a lo que hoy día es Nicaragua, al puerto de El Realejo y de allí a El Viejo, en el actual departamento de Chinandega, con la imagen de la Virgen María en su advocación de la Inmaculada Concepción, para luego viajar a Perú. Los nativos se opusieron a que se llevara la imagen y ésta permanece hasta hoy en la Basílica Menor de El Viejo.

Sin embargo, es muy curioso que en 1586, cuando Fray Alonso Ponce, Comisario General de la Orden de San Francisco en las Provincias de Nueva España, visitó la Provincia de Nicaragua, el Fray Antonio de Cibdad Real, su Secretario, hizo una amplia crónica sobre El Viejo, pero no abordó absolutamente nada sobre la existencia de la imagen de la Virgen en el pueblo, mucho menos sobre su origen y de su llegada al mismo, lo cual nos obliga a suponer que en 1586 aún no estaba esta imagen en El Viejo.

Efectivamente, en el año de 1586, Fray Antonio de Cibdad Real, respecto a El Viejo, describió entre otros aspectos, que su Convento era una casita de paja de aposentos bajos, con paredes de caña embarradas de adobe que no estaban terminadas e inclusive se refirió acerca del origen del nombre del poblado a partir del viejo cacique Agateyte, que gobernó el lugar, sin llegar a referirse en particular, a alguna imagen de la Virgen en el pueblo.

También, resulta curioso que en 1613, cuando Fray Antonio Vásquez de Espinoza visitó la Provincia de Nicaragua y describe el pueblo de El Viejo como «uno de los mayores que hay en la Provincia de Nicaragua, con once linajes, barrios o parcialidades y cada uno con su Ermita; además, hay un Convento de San Francisco, con guardián y tres o cuatro religiosos», habla de su cielo, de la naturaleza, su fauna, su flora, sus frutas y sus volcanes, pero tampoco refiere nada sobre la imagen de la Virgen en El Viejo, lo cual nos hace parecer que por este año aún no se había efectuado la llegada de la imagen de la Virgen a la localidad.

En todo sentido, actualmente se estima que fue en una fecha posterior a 1613 y anterior a 1626, que dicha imagen de la Virgen fue llevada a El Viejo, lo cual descarta que un hermano de Santa Teresa de Ávila llevó a la imagen de la Virgen a El Viejo, puesto que su último hermano ya había fallecido en 1589, por lo cual, quizás se tratase de: Algún sobrino o familiar cercano, que dijo ser, sin serlo, hermano de la Santa; o alguna otra persona que solamente afirmó ser, sin serlo, hermano de la Santa; o en última instancia, simplemente una leyenda tejida entre los religiosos de dichas épocas. No obstante, en cualquiera de los casos, la versión más correcta siempre debería estar sujeta a la comprobación histórica, para no dejarnos llevar por el encanto de las especulaciones, los mitos y las leyendas.

Infancia

Estatua de Santa Teresa al lado de la Puerta del Alcázar de la muralla de Ávila.

Según relata la propia Teresa en los escritos destinados a su confesor y reunidos en el libro Vida de Santa Teresa de Jesús, desde sus primeros años mostró Teresa una imaginación vehemente y apasionada. Su padre, aficionado a la lectura, tenía algunos romanceros; esta lectura y las prácticas piadosas comenzaron a despertar el corazón y la inteligencia de la pequeña Teresa con seis o siete años de edad.

En dicho tiempo pensó ya en sufrir el martirio, para lo cual, ella y uno de sus hermanos, Rodrigo, un año mayor, trataron de ir a las «tierras de infieles», es decir, tierras ocupadas por los musulmanes, pidiendo limosna, para que allí los descabezasen. Su tío los trajo de vuelta a casa. Convencidos de que su proyecto era irrealizable, los dos hermanos acordaron ser ermitaños. Teresa escribe:

En una huerta que había en casa, procurábamos como podíamos, hacer ermitas, poniendo unas piedrecitas, que luego se nos caían, y así no hallábamos remedio en nada para nuestro deseo... Hacía (yo) limosna como podía, y podía poco. Procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario... Gustaba (yo) mucho cuando jugaba con otras niñas, hacer monasterios como que éramos monjas.

Parece que perdió a su madre hacia 1527, o sea a los 12 años de edad. Ya en aquel tiempo su vocación religiosa había sido continuamente demostrada. Aficionada a la lectura de libros de caballerías,

Comencé a traer galas, y a desear contentar en parecer bien, un mucho cuidado de manos y cabello y olores, y todas las vanidades que en esto podía tener, que eran hartas, por ser muy curiosa... Tenía primos hermanos algunos... eran casi de mi edad, poco mayores que yo; andábamos siempre juntos, teníanme gran amor y en todas las cosas que les daba contento, los sustentaba plática y oía sucesos de sus aficiones y niñerías, no nada buenas... Tomé todo el daño de una parienta (se cree que una prima), que trataba mucho en casa... Con ella era mi conversación y pláticas, porque me ayudaba a todas las cosas de pasatiempo, que yo quería, y aun me ponía en ellas, y daba parte de sus conversaciones y vanidades. Hasta que traté con ella, que fue de edad de catorce años... no me parece había dejado a Dios por culpa mortal.

Mudanza física y espiritual

Afectada por una grave enfermedad, volvió a casa de su padre, y ya curada, la llevaron al lado de su hermana María de Cepeda, que con su marido, don Martín de Guzmán y Barrientos, vivía en Castellanos de la Cañada, alquería de la dehesa que lleva dicho nombre, hoy sita en el término municipal de Zapardiel de la Cañada (Ávila). Luchando consigo misma, llegó a decir a su padre que deseaba ser monja, pues creía ella, dado su carácter, que el haberlo dicho bastaría para no volverse atrás. Su padre contestó que no lo consentiría mientras él viviera. Sin embargo, Teresa dejó la casa paterna, y entró el 2 de noviembre de 1533 en el convento de la Encarnación, en Ávila, y allí profesó el día 3 de noviembre de 1534.

Tras entrar al convento su estado de salud empeoró. Padeció desmayos,

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