Sicologia Para Un Hombre Interesante
Enviado por rominhggd • 24 de Septiembre de 2014 • 2.018 Palabras (9 Páginas) • 380 Visitas
Para una psicología del hombre interesante
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Nada hay tan halagüeño para un varón como oír que las mujeres dicen
de él que es un hombre interesante. Pero, ¿cuándo es un hombre
interesante, según la mujer? La cuestión es de las más sutiles que se
pueden plantear; pero a la vez, una de las más difíciles. Para salir a su
encuentro con algún rigor sería menester desarrollar toda una nueva
disciplina, aún no intentada y que desde hace años me ocupa y
preocupa. Suelo darle el nombre de Conocimiento del hombre o
antropología filosófica. Esta disciplina nos enseñará que las almas
tienen formas diferentes, lo mismo que los cuerpos. Con más o menos
claridad, según la perspicacia de cada uno, percibimos todos en el trato
social esa diversa configuración íntima de las personas, pero nos cuesta
mucho trabajo transformar nuestra evidente percepción en conceptos
claros, en pleno conocimiento. Sentimos a los demás, pero no los
sabemos.
Sin embargo, el lenguaje usual ha acumulado un tesoro de finos atisbos
que se conserva en cápsulas verbales de sugestiva alusión. Se habla, en
efecto, de almas ásperas y de almas suaves, de almas agrias y dulces,
profundas y superficiales, fuertes y débiles, pesadas y livianas. Se
habla de hombres magnánimos y pusilánimes, reconociendo así tamaño
a las almas como a los cuerpos. Se dice de alguien que es un hombre de
acción o bien que es un contemplativo, que es un «cerebral» o un
sentimental, etc., etc. Nadie se ha ocupado de realizar metódicamente
el sentido preciso de tan varias denominaciones, tras de las cuales
presumimos la diversidad maravillosa de la fauna humana. Ahora bien:
todas esas expresiones no hacen más que aludir a diferencias de
configuración de la persona interna, e inducen a construir una
anatomía psicológica. Se comprende que el alma del niño ha de tener
por fuerza distinta estructura que la del anciano, y que un ambicioso
posee diferente figura anímica que un soñador. Este estudio, hecho con
un poco de sistema, nos llevaría a una urgente caracterología de nuevo
estilo, merced a la cual podríamos describir con insospechada
delicadeza las variedades de la intimidad humana. Entre ellas
aparecería el hombre intetesante según la mujer.
El intento de entrar a fondo en su análisis me produciría pavor, porque
al punto nos encontraríamos rodeados de una selva donde todo es
problema. Pues lo primero y más externo que del hombre interesante
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cabe decir es esto: el hombre interesante es el hombre de quien las
mujeres se enamoran. Pero ya esto nos pierde, lanzándonos en medio de
los mayores peligros. Caemos en plena selva de amor. Y es el caso que
no hay en toda la topografía humana paisaje menos explorado que el de
los amores. Puede decirse que está todo por decir; mejor, que está todo
por pensar.
Un repertorio de ideas toscas se halla instalado en las cabezas e impide
que se vean con mediana claridad los hechos.
Todo está confundido y tergiversado. Razones múltiples hay para que
sea así. En primer lugar, los amores son, por esencia, vida arcana. Un
amor no se puede contar: al comunicarlo se desdibuja o volatiliza. Cada
cual tiene que atenerse a su experiencia personal, casi siempre escasa,
y no es fácil acumular la de los prójimos. ¿Qué hubiera sido de la física
si cada físico poseyese únicamente sus personales observaciones?
Pero, en segundo lugar, acaece que los hombres más capaces de pensar
sobre el amor son los que menos lo han vivido, y los que lo han vivido
suelen ser incapaces de meditar sobre él, de analizar con sutileza su
plumaje tornasolado y siempre equívoco. Por último, un ensayo sobre el
amor es obra sobremanera desagradecida. Si un médico habla sobre la
digestión, las gentes escuchan con modestia y curiosidad.
Pero si un psicólogo habla del amor, todos le oyen con desdén, mejor
dicho, no le oyen, no llegan a enterarse de lo que enuncia, porque todos
se creen doctores en la materia. En pocas cosas aparece tan de
manifiesto la estupidez habitual de las gentes. ¡Como si el amor no
fuera, a la postre, un tema teórico del mismo linaje que los demás, y,
por tanto, hermético para quien no se acerque a él con agudos
instrumentos intelectuales! Pasa lo mismo que con Don Juan. Todo el
mundo cree tener la auténtica doctrina sobre él -sobre Don Juan, el
problema más recóndito, más abstruso, más agudo de nuestro tiempo-.
Y es que, con pocas excepciones, los hombres pueden dividirse en tres
clases: los que creen ser Don Juanes, los que creen haberlo sido y los
que creen haberlo podido ser, pero no quisieron.
Estos últimos son los que propenden, con benemérita intención, a
atacar a Don Juan y tal vez a decretar su cesantía.
Existen, pues, razones sobradas para que las cuestiones de que todo el
mundo presume entender -amor y política-sean las que menos han
progresado. Sólo por no escuchar las trivialidades que la gente inferior
se apresura a emitir apenas se toca alguna de ellas, han preferido
callar los que mejor hubieran hablado.
Conviene, pues, hacer constar que ni los Don Juanes ni los enamorados
saben cosa mayor sobre Don Juan ni sobre el amor, y viceversa; sólo
hablará con precisión de ambas materias quien viva a distancia de
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ellas, pero atento y curioso, como el astrónomo hace con el sol. Conocer
las cosas no es serlas; ni serlas, conocerlas. Para ver algo hay que
alejarse de ello, y la separación lo convierte de realidad vivida en objeto
de conocimiento. Otra cosa nos llevaría a pensar que el zoólogo, para
estudiar las avestruces, tiene que volverse avestruz. Que es lo que se
vuelve Don Juan cuando habla de sí mismo.
Por mi parte, sé decir que no he conseguido llegar a claridad suficiente
sobre estos grandes asuntos, a pesar de haber pensado mucho sobre
ellos. Afortunadamente no hay para qué hablar ahora de Don Juan. Tal
vez fuera forzoso decir que Don Juan es siempre un hombre
interesante, contra lo que sus enemigos quieren hacernos creer. Pero es
evidente que no todo hombre interesante es un Don Juan, con lo cual
basta para que eliminemos de estas notas su perfil peligroso. En cuanto
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