UN ITINERARIO INTELECTUAL COMO PROFESOR UNIVERSITARIO Y EN PSICOLOGÍA (¿CRÍTICA?)
Enviado por Javer Ordoñez • 28 de Marzo de 2017 • Biografía • 5.956 Palabras (24 Páginas) • 265 Visitas
UN ITINERARIO INTELECTUAL COMO PROFESOR UNIVERSITARIO Y EN PSICOLOGÍA (¿CRÍTICA?)
Alvaro Díaz Gómez
Pereira, Enero 15 de 2015.
Si no se nace siendo crítico, si no se hereda el pensamiento crítico, si no se es predestinado para ser parte de una corriente teórica crítica, debe haber algo (una actividad, un proceso, una intensión, un deseo, una contingencia) antes de la adscripción que se hace o en el que encuadran a quien así empieza a ser denominado. Por eso y en cuanto no creo que un día cualquiera amanecí siendo crítico, debo plantear -así sea a grandes rasgos- aspectos de mi formación vital, que considero, van generando condiciones particulares de pensar que se pueden asumir como críticas.
UBICACIÓN FAMILIAR.
Soy el tercero de una familia de cinco hermanos y una hermana. Mis padres son de origen campesino, aunque desde la década del cincuenta, por efecto de la violencia política se desplazaron a vivir en Bogotá en un barrio popular. Mi padre empezó a trabajar como obrero en la Secretaría de obras públicas de la ciudad y con ello nos brindó las condiciones básicas de vida. Tuvo algunos años de primaria por lo que aprendió a leer y a escribir. Contaba con una buena caligrafía y ortografía. Creo que tuvo interés por estudiar pues cursó algunos seminarios en el SENA, en particular recuerdo uno sobre relaciones humanas y otro sobre mecánica automotriz, desde éste le reconozco habilidades para el dibujo. Mi madre combinaba el rol de ama de casa con actividades laborales – hacer bolsas de papel- que podía hacer desde allí. Esto implicaba que todos los hijos nos involucrábamos en las actividades propias de la división social del trabajo que se generaba. Posteriormente – en mi adolescencia- empezó a trabajar como empleada doméstica, por días. Ella era analfabeta pero mediante cursos de alfabetización de adultos aprendió a leer y escribir aunque se puede ubicar en lo que se denomina “analfabetismo funcional”.
Ellos siempre se preocuparon por darnos formación escolar, de hecho todos somos bachilleres, aunque sólo yo he accedió a estudios universitarios. No conozco razón particular para que esto haya ocurrido. No fue una excepción, ni un privilegio asignado, fue una posibilidad que se presentó.
ESCOLARIDAD BÁSICA Y SECUNDARIA.
Por las condiciones económicas me formé en la escuela pública. De la primaria no tengo mayores recuerdos: era juicioso, cumplía con mis deberes escolares y nunca reprobé año. Parece que era de los de mejor en desempeño académico.
El bachillerato lo hice en el colegio del Sindicado de trabajadores de obras públicas. Este era un colegio público, con profesores de la secretaría de educación de Bogotá, pero administrado por el Sindicato al que pertenecía mi padre por ser trabajador de la secretaria de obras. Por lo tanto, era un colegio subsidiado, público y laico, su nombre: Carlos Albán Holguín (en homenaje a uno de los alcaldes de la época) Allí cursé toda mi secundaria destacando algunos aspectos a continuación.
Visto en retrospectiva, creo que esta época fue importante en la potenciación de un pensamiento crítico pues empecé a escribir, por gusto e interés personal, cuentos cortos, poesía y un diario íntimo. De su calidad literaria no doy garantía, pero, en tanto expresión vivencial, fueron (pues se perdieron o los boté) una evidencia de ese momento. Este aspecto escritural me va a acompañar durante el resto de mi vida, aunque con estilos y modalidades diferentes tales como ensayos y artículos académicos.
También desarrollé en el momento de la formación académica de secundaria el gusto por la lectura de todo tipo de textos. Así, por iniciativa personal, leí gran parte de la biblia, más por los contenidos literarios y metafóricos que por fundamentación religiosa; pase por las tiras cómicas que se podían leer mediante el préstamo en puestos de revistas. Entre estas, recuerdo: Tarzán, El Fantasma. Dick Drake, el llanero solitario, El pato Donald, Tío Rico y toda la producción derivada de Walt Disney, Las urracas parlanchinas, Memin, fotonovelas de Corín Tellado, revista Selecciones. Me acerqué a la literatura con la lectura de la Guerra y la paz, Crimen y Castigo, Cien años de soledad y otros textos de García Márquez, La vorágine, la María, El túnel, Artemio Cruz, el llano en llamas. Se puede decir que era un buen y asiduo lector. Por ello también me interesé por leer poesía de Gabriela Mistral, Pablo Neruda, entre otros. E incursioné en la lectura de obras de teatro.
Derivado de lo anterior, empecé a memorizar y recitar poesía en los eventos culturales del colegio y a participar en los concursos de escritura de cuento y poesía que allí se realizaban. Creo que estos fueron mis primeras apariciones en público.
Por el teatro empecé a ir a salas como la de la candelaria, teatro libre y ver obras que en ese momento montaban estos grupos. Esto era por simple motivación personal, no era tarea, no había obligación, tampoco había dinero pero me rebuscaba lo correspondiente para las entradas. Hacia grado quinto y sexto de bachillerato monté un grupo de teatro colegial, actué en algunas obras y dirigí “la agonía del difunto” a la vez que pasé a formato de obra la novela Huasipungo. Todo era en serio, aunque seguramente la calidad vista desde un crítico no pasaba la prueba, pero eran manera de probar existencias, de probar ser. Sin duda que estos quehaceres me fueron generando condiciones para diferenciarme de los otros compañeros del curso y del colegio en general, asumiendo liderazgo natural.
Por información de un compañero de curso, y quien hacia teatro de manera más continuada, supe sobre la existencia de “casa de las Américas” y tomé la iniciativa de escribirles para recibir información. Era la época (1974-1976) en que se escribían cartas, con sello postal y estampilla, pero, también en que la correspondencia se demoraba meses entre ser remitida y encontrar respuesta. Pero, la recibí y durante un tiempo me llegaba el periódico oficial de la revolución cubana “Granma” y literatura de la casa de las Américas, en particular las obras ganadoras de los concursos literarios que impulsaban. Tales textos los leía. No había adoctrinamiento, no era formación militante, era una acción de lectura personal e individual. Esta fue mi primera comunicación y vinculo internacional.
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