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8.-DIMENSION TRASCENDENTAL


Enviado por   •  27 de Mayo de 2013  •  2.107 Palabras (9 Páginas)  •  678 Visitas

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8.-DIMENSION TRASCENDENTAL

Por: Mag. Farid Carmona Alvarado

La dimensión trascendental, también es llamada dimensión espiritual, pero preferimos el primer termino en la medida que con ello prevenimos interpretaciones en las cuales confundan lo espiritual con lo religioso.

Es precisamente la dimensión trascendental en la que se construye el sentido de vida, el horizonte hacia donde queremos caminar.

En la dimensión trascendental confluyen los diversos procesos que se generan desde cada una de las dimensiones, para ir dando determinadas particularidades dependiendo de la etapa y nivel de desarrollo.

En el ser humano, la dimensión trascendental, empieza a gestarse desde los primeros momentos del niño o de la niña, cuando empieza a auto reconocerse para posteriormente reconocer a los demás como legítimos otros, cuando empieza a sentirse parte importante en su núcleo familiar para más tarde ser un ciudadano participativo y solidario, cuando empieza el ejercicio colaborativo en la escuela, para luego ser un ciudadano investido de la capacidad de ser solidario con los congéneres.

Este proyecto de vida, se ve enriquecido con el descubrimiento de las potencialidades que cada quien tiene, y se fortalecen con el reconocimiento que los demás hacen de ellas.

Es a través del proceso formativo y con la intencionalidad del maestro, como el niño y la niña van descubriendo sus talentos y desarrollando habilidades y destrezas, las mismas que posteriormente harán parte de las competencias.

El proyecto de vida, se convierte en una alternativa para ir replanteando propósitos y desarrollar procesos, funciones, habilidades y destrezas que habilitan al ser humano para auto trascenderse.

Cuando el niño o la niña sale del seno familiar ( primer escenario) para insertarse en la Escuela ( segundo escenario), ya tiene una visión cosmogónica ( del universo), ya tiene un ideario, ya debe tener unos hábitos mínimos de autocuidado, unos elementos básicos de autovaloración (inicio de la autoestima), y lógicamente todo lo anterior lo lleva a iniciar el autoreconocimiento, para los casos en que ese núcleo familiar sea amoroso, de lo contrario, es decir, cuando el núcleo familia es rechazante, el proceso de autoreconocimiento también será negado y posterior en los espacios de convivencia negará al otro.

Es en este segundo escenario, donde el niño y la niña debe encontrar los elementos para el desarrollo de la imaginación y con ello dar paso a la creatividad, partiendo de ese mundo sincrético en que vive el niño y la niña antes de los cinco años, es decir, un mundo sin limites entre lo físico y lo imaginario.

Todos estos elementos, se convierten en los insumos para que posteriormente, el ciudadano llegue al tercer escenario, que es la sociedad misma, equipado con unos saberes, con unos conocimientos, con unos ideales, con unas actitudes, con unos valores y con unas estructuras cognitivas que permiten vivir con los demás en perfecta armonía, reconociéndose a si mismos para reconocer a los demás.

De igual manera, puede decirse que la dimensión trascendental se expresa a través de las competencias ciudadanas, que bien pudieran entenderse como la síntesis de las funciones y procesos propios de las siete dimensiones anteriores.

No podemos aspirar a encontrar un ser humano con las competencias ciudadanas desarrolladas si desde la niñez y con el concurso de la familia, escuela y sociedad misma, no se construyen los espacios para el desarrollo de las acciones intencionalmente planeadas y refrendadas con el amor que nos aseguren un desarrollo integral del ser humano.

EL PROYECTO DE VIDA COMO BUSQUEDA DE LA TRASCENDENCIA

Por: Ginger Torres de Torres

El ser humano debe desarrollarse hacia su autodescubrimiento pleno. Sin ningún asomo de duda de lo que desea SER. Es decir ningún animal cuando nace tiene dudas de qué ES, en lo que se va a convertir: un carnívoro se comerá a otros animales, uno herbívoro comerá hierbas, un mono trepará árboles, un pez nadará, un pájaro volará, etc.; sin embargo, el ser humano puede desarrollarse como músico, deportista, contador, albañil, senador, comerciante, monje budista, docente y un sinnúmero de especialidades que le definen como persona. Todo ello está contenido en su proyecto de vida.

El proyecto de vida constituye pues un marco importante que desde niño un ser humano debe poder construir para lograr el fin último de los humanos. El amor, la libertad y con ellas la trascendencia.

Ese proyecto de vida tiene unos matices individuales que los proporciona la familia en primera instancia, la escuela como segundo núcleo influenciador y luego la sociedad como el sitio donde se intercambiaran los saberes y aprendizajes demostrando las competencias que se consolidaron durante todo el desarrollo y que variarán según las exigencias de la misma sociedad. Estas competencias que son el saber, el saber hacer, el saber hacer en contextos adecuados y el ser responsable, tocan la dimensión trascendental del ser humano desde la moralidad como fenómeno social. Es decir, la moral se desarrolla entre la dimensión valorativa y actitudinal, la comunicativa y la trascendental. En las tres dimensiones se construye la esencia del ser humano en su interacción con los otros y en su propuesta para la convivencia. Es decir, su trascendencia, el legado que deja, por lo que le recuerdan y le recordarán.

“El lenguaje constituye el mejor medio para descubrir la importancia social de cualquier realidad, Analizándolo, descubriremos las preocupaciones religiosas, políticas, económicas, o de cualquier índole en una sociedad. Pues bien, la postura moral está presente en la vida de todos nosotros y colorea todas las relaciones sociales.

Desde muy niños aprendemos que hay cosas buenas y cosas malas, que unas actividades son simplemente toleradas, otras premiadas y otras castigadas. La familia, el colegio, la televisión, las lecturas, etc., van habituándonos paulatinamente a diferenciar los comportamientos positivos o buenos de los negativos o malos. “Esto es bueno”, “aquello es malo”, “no debes hacer eso”, “debes portarte bien”, “tenemos que ser buenos”, “a los niños malos Dios los castiga”, etc., son expresiones que el niño va grabando en su mente y operan en ella inconscientemente como condicionadores de lo que somos y seremos.

A medida que crecemos, esta primera y sencilla diferenciación de los actos se vuelve más compleja y se teoriza hasta distinguir y valorar las normas de conducta de acuerdos a su origen.

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