Cerebro Y Lenguaje
Enviado por wiccacamael • 1 de Agosto de 2013 • 1.469 Palabras (6 Páginas) • 417 Visitas
Cerebro Y Lenguaje 1
Ubicar la mente solamente en el cerebro, aunque común, en la actualidad parece ser una concepción limitada de nuestros procesos cognitivos. Ya se lo preguntaban los Pixies en su canción de 1988 Where is my mind? (¿Dónde está mi mente?). Lo que implica una respuesta bastante más compleja que sólo tomar imágenes en resonancia magnética para ver qué zonas del cerebro se encienden y decir que sólo ahí, en una masa gelatinosa y eléctrica de nervios que pesa 1.5 kilos, se deposita toda nuestra capacidad de procesar el universo. Es decir, que la mente, concebida como la res cogitas de Descartes, es una cosa, restringida a una delimitación física dentro de la cabeza. Sin embargo, la respuesta a la extensión de la mente, sin ser definitiva, es mucho más fascinante.
Aunque la ciencia establecida acepta que la conciencia es un fenómeno que no ha logrado ser explicado cabalmente, generalmente se asume que ésta es el producto de procesos neurales, y como tal se fija en el cerebro. La filosofía oriental por otra parte usualmente considera que la conciencia no puede ubicarse en un sitio, sino que es aquello que soporta la existencia y está diseminada por el universo: la conciencia está en la mente, pero la mente está en todas partes.
La neurociencia se ha topado con algunos matices de estas concepciones tan opuestas, como la visión ciega y el cerebro seccionado, la mente mas allá de un aspecto meramente orgánico parece ser muchísimo más complejo, y esta complejidad surge cuando incluimos en la ecuación al observador, el que piensa, el que es consciente, cada uno y todos nosotros bajo un mismo principio, nuestra percepción.
Para que un arcoíris ocurra es necesaria la luz del sol, gotas de lluvia y un espectador. Al menos de que alguien esté presenciando, desde cierto ángulo, este arco de colores no puede aparecer. Uno de los elementos de los que está compuesto el arcoíris es la percepción: nuestros ojos, nuestro cerebro. No existe como algo independiente en el mundo o cómo una imagen separada de lo que es percibido: la conciencia está difundida entre la luz del sol, la lluvia y el neurocórtex… y genera la unidad transitoria de la experiencia del arcoíris. Es decir, el espectador no ve el mundo; es parte del proceso-mundo. Literalmente somos parte del paisaje.
Se podría objetar que de todas maneras tenemos conciencia cuando nos abstraemos del mundo, cerramos los ojos o soñamos y que entonces el cerebro es suficientemente capaz de sostener la conciencia sin el apoyo del mundo exterior, por una parte existen percepciones inconscientes que luego surgen, así podemos soñar con un lugar del cual no tenemos memoria consciente que vimos, pero que es el resultado de una o un conjunto de percepciones que tuvimos en algún momento. Es la continuación de un proceso que se inicio quizás hace años (una ventana que apenas vimos con el rabillo del ojo donde había un árbol).
Separar la mente del mundo, al hombre de los procesos de la naturaleza, es una cómoda ilusión, en cierta forma un mecanismo de defensa:
Al localizar la conciencia exclusivamente dentro del cerebro podemos imaginar que el sujeto, yo, en un nivel muy profundo, no está sujeto a la misma ley de cambio constante que evidentemente gobierna los fenómenos a nuestro alrededor. El sujeto asimila y descarta atributos, pero en esencia permanece él mismo. Esto permite la noción de que uno es responsable, incluso de acciones llevadas a cabo años atrás, y por lo tanto genera un universo moral particular; también crea la reconfortante ilusión de que tal vez el ser podría sobrevivir separado del mundo. Detrás de esto yace el deseo de negar los cambios en nosotros, quizás de sobrevivir la muerte. De cualquier forma, ser una entidad afuera del mundo.
Es fascinante y a la vez terrorífico pensar que no somos responsables de nuestros actos porque no estamos separados del mundo y estamos siendo constantemente influenciados por todo lo que ocurre. Algo que, si lo llevamos a última consecuencia, visto de otra manera, significa que en realidad somos responsables de todos los actos que jamás se han realizado ya que más que individuos somos el mundo, el proceso, aunque no tengamos la conciencia de todas las conciencias en una. Mientras rige el caos, el conglomerado de flujos interrelacionados que se suman para generar todo lo particular desde lo universal. Tal vez la metáfora muchas veces utilizada del río para describir el pensamiento y la conciencia esté directamente inspirada de ese flujo que es el mundo
A colación es interesante que Nietzche escribió: “Todos
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